Reinaldo Iturbe (ALN).- En Voluntad Popular, partido de Leopoldo López y Juan Guaidó, varios dirigentes de estructuras de base han pedido participar en las próximas elecciones de gobernadores y alcaldes, aunque la línea parece seguir siendo la misma: la anomia.
En la oposición se acaba el tiempo para la toma de decisiones. Nicolás Maduro pidió elección conjunta de gobernadores y alcaldes, y como era de esperarse, la Asamblea Nacional, controlada en su totalidad por el oficialismo, modificó leyes para permitir una elección “conjunta” (en Venezuela la llaman “megaelección”) de gobernadores, alcaldes y sus respectivos Parlamentos.
Mientras tanto, en la oposición la procesión va por dentro. Dirigentes de base del partido Voluntad Popular (fundado por Leopoldo López) han dicho en reuniones internas de esa tolda que debe terminarse la “inacción” -así lo llaman- como eufemismo de anomia política.
La curva de la anomia política mantiene una pendiente positiva, pues el interinato sigue vendiéndose como la panacea y la unidad en torno a ese interinato como una clave para alcanzar “elecciones libres”, un claro divorcio de la sociedad venezolana, últimamente apática frente a los temas político-partidistas.
Otros dirigentes de la alianza, como Henrique Capriles Radonski y Carlos Ocariz (Primero Justicia, centroderecha) aspiran abiertamente a la Gobernación del estado Miranda, un clásico bastión opositor arrebatado por el gobierno en las elecciones de 2017, cuando la masa disidente se opuso a votar. Al final, el gobierno arrasó con 19 de las 23 plazas disputadas a nivel nacional.
En una conferencia de prensa celebrada este miércoles, el dirigente opositor Juan Guaidó dijo que “una de las preguntas más importantes de la Consulta Popular de diciembre es el cese de la usurpación, y el gran reto de activistas y dirigentes de cada uno de los partidos del Frente Amplio es consolidar una mayor unidad para lograr elecciones libres. Debemos consolidar un movimiento interno que ejerza presión por reivindicaciones con nuestros aliados. Nuestra política se puede resumir en construir mayor y mejor unidad para generar presión para lograr elecciones presidenciales y parlamentarias libres. Tenemos que estar en la calle con nuestra gente”.
Y convocó, además, para una manifestación el próximo 8 de marzo en contra de los femicidios ocurridos en los últimos días en la localidad de Turén, estado Portuguesa. Una convocatoria que, tomando como precedente las 10 anteriores, será poco concurrida, pues la anomia política ha provocado un divorcio entre la clase dirigente y las bases, tan necesarias e indispensables para promover cualquier evento de calle o una votación masiva para dejar en evidencia a Nicolás Maduro.
Guaidó remató su intervención alegando que las tarjetas de los partidos políticos secuestrados por exmilitantes de esas toldas en complot con el gobierno vía Tribunal Supremo de Justicia no han sido devueltas, al igual que la tarjeta de la Unidad, aquella que logró concentrar todo el voto opositor en diciembre de 2015, derivando en una victoria de dos tercios de los escaños del Parlamento frente al sector oficial.
Pero hay otras vías. Y aunque en el ánimo de López y Guaidó no cala aquella idea de la participación en el próximo proceso electoral, dirigentes de los partidos opositores operan para obtener una tarjeta única que podría servir de aliviadero para que la oposición deposite sus votos y se cuente con el gobierno.
“Podríamos perder. Pero si no vamos, pasará lo mismo de siempre: el gobierno arrebatará espacios y tendrá, ahora sí, control absoluto de todo. Y mientras tanto: ¿Nosotros qué hacemos? ¿Cuál es nuestro plan de acción como oposición?”, preguntó retóricamente para ALnavío uno de esos dirigentes de base que busca presionar para concurrir a las megaelecciones.
Quizás ya es demasiado tarde para primarias, pero no lo suficientemente tarde para negociar tarjetas y procurar movilizar al electorado opositor, desencantado por la anomia que empezó el día en el que se prometió un cese de la usurpación que no llegaría jamás.