Pedro Benítez (ALN).- Aquello de que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones se aplica, casi perfectamente, al propósito del presidente Gustavo Petro de hacer la paz, completa y definitiva, con los grupos alzados en armas que no se acogieron al proceso suscrito en La Habana en el año 2016.
No es, como afirman sus contradictores políticos (más con ánimo de capitalizar ese fracaso, que por ir a la médula del problema) que el actual inquilino de la Casa de Nariño llegara al Gobierno en agosto de 2022 con un macabro plan de entregar de ese país al control de la narcoguerrilla, o estuviera buscando una coartada que justificara el estado de convulsión interior con el perverso fin de imponer un régimen chavista. Lo que ocurre en los últimos días en el Catatumbo colombiano es lo que está a la vista: Colombia, como Estado nacional, ha perdido el monopolio de la violencia en esa zona de su territorio a manos de grupos criminales que, bajo supuestas banderas políticas, se matan entre ellos, y acosan a la población civil (los más pobres y desamparados) provocando una crisis humanitaria.
El enfrentamiento armado entre la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y los disidentes del Frente 33 de las FARC, han dejado como saldo trágico en el transcurso de los últimos días a, por los menos, 80 muertos, 32 secuestrados y desplazado a más de 32.000 personas. Familias enteras obligadas a huir de sus hogares por los combates que se libran en las zonas rurales de varios municipios del Norte de Santander.
Sometimiento o muerte
Según informaciones divulgadas por los medios colombianos el Frente de Guerra Nororiental del ELN, liderado por alias Alfredo, inició el pasado 16 de enero una ofensiva de “sometimiento o muerte”, en cuál 2.000 de sus hombres atacaron a 500 efectivos de las disidencias. El detonante habría sido ocasionado por el rompimiento de acuerdos entre ambos grupos criminales, en su disputa sin fin por el control territorial y económico de la frontera venezolana del Catatumbo y el norte de Colombia.
Los voceros del ELN afirman que el ataque fue en respuesta a la masacre de toda una familia en el municipio de Tibú por parte de uno de los jefes de la organización rival. Sin embargo, hay reportes que señalan que una gran movilización por parte del ELN se preparaba desde fines del mes de diciembre.
Con las FARC parcialmente desmovilizadas, el ELN se había erigido durante el gobierno de Iván Duque (2018-2022) en la principal organización subversiva del país, con fuerte presencia en la frontera con Venezuela. Pero la capacidad operativa que ha puesto de manifiesto en estos días indica que, como ocurrió en otras épocas, ese grupo aprovechó la tregua que le dio el gobierno de Gustavo Petro, en el marco de los diálogos de paz reiniciados en noviembre de 2022 (suspendidos por Duque) para fortalecerse en número de efectivos, armamento y presencia territorial. Hoy opera en 200 municipios colombianos.
Vieja táctica
Esa táctica no es nueva. Desde el gobierno de Belisario Betancur en 1982 los dirigentes del ELN han participado en seis procesos de paz. Todos los aprovecharon con el mismo fin, reforzarse.
Hoy se aprovechan de la debilidad de sus rivales, de la fragmentación criminal que ocurre en varias regiones del país y de la falta de presión de autoridades, a fin de copar el Catatumbo y Arauca.
Tal como pasó en México durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, la política de apaciguamiento hacia las organizaciones criminales ha conseguido todo lo contrario de lo que pretendía. En el Cauca, Guaviare, sur de Córdoba, el Magdalena Medio o el Cesar, las disidencias o el Clan del Golfo han desatado una creciente espiral de violencia, ante la impotencia del gobierno Petro que ha creído que con buenas intenciones y palabras de compresión podría pacificar a estos grupos.
Petro prometió la paz
En campaña electoral Petro aseguró que la paz con el ELN se haría en tres meses. Después de todo, su llegada a la Presidencia de Colombia era el triunfo de la misma causa, pero con los votos, no por las balas. La revolución armada no tenía sentido. Sin embargo, hace muchos años que el ELN dejó de ser aquel grupo de jóvenes colombianos entrenados en Cuba en 1964 con la intención de llevar el foquismo guevarista a Tierra Firme. Tampoco la ideología es su motivación. El narcotráfico y la violencia son su forma de vida. Lo mismo aplica a las disidencias de la FARC. Por consiguiente, lidiar con esas organizaciones no es un asunto político; al menos no como lo ha entendido Petro.
Como hemos dicho, el suyo no es el primer gobierno colombiano que intenta una negociación de paz con el ELN, todos fracasaron, porque al ELN no le interesa la paz. No hay nada que ofrecerle, porque la violencia es su negocio multimillonario que no desea abandonar. Tampoco se trata de la mala o ausente voluntad de la oligarquía bogotana, de Álvaro Uribe o toda la derecha. Las interminables conversaciones efectuadas en La Habana y en Caracas en los últimos dos años con sus delegados así lo constatan. Cada nueva cesión oficial ha sido seguida de una demanda adicional o de algún incidente armado por parte de los elenos, amparados en la seguridad de que el Ejército y la Policía acatarían disciplinadamente la tregua.
Acorralado ante la crisis, justo sobre el tema que creyó tener más a la mano, Petro declaró el pasado lunes en su cuenta social X el estado de conmoción interior y emergencia económica para abordar la situación. Esta decisión tiene que ser aprobada por la Corte Constitucional. Pero es la ratificación de lo que ya había admitido públicamente, los grupos criminales no quieren la paz.
Momento crucial
De modo que Petro se encuentra en un momento crucial para su gobierno. Como jefe de Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional está obligado a responder con contundencia a esta violencia, aunque eso implique admitir el fracaso de su política de paz.
Además, para complicar más el cuadro, todo lo relacionado con el ELN, pasa por Venezuela, puesto que esa organización consolidó su carácter “binacional”. El difícil vecino con el cual las relaciones van de mal en peor.
@PedroBenitezF.