Elizabeth Fuentes (ALN).- Oscar Murillo es un artista polémico que recuerda a Jean-Michel Basquiat, incluso en el altísimo precio de sus obras. Uno de los grandes ‘influenciadores’ del mundo del arte, Stefan Simchowitz, lo tiene en su colección personal, sin olvidar que Leonardo Di Caprio pagó 400.000 dólares por una obra suya. Aunque muchos críticos aseguran que, en una década, se habrá desinflado. Con solo 29 años, el pintor colombiano Oscar Murillo logró que 24 de sus cuadros, subastados en las principales casas el mundo –Sothebys, Christie’s y Phillips-, sumaran un total de 4,8 millones de dólares. Era 2013 y ya el joven artista era una celebridad entre los coleccionistas e ‘influenciadores’ del arte, al extremo de que había expuesto en el Museum of Modern Art de Nueva York (MOMA) dos veces y cualquier obra suya era considerada la mejor inversión en el severo mundo del arte.
Su historia personal lo hace más legendario si se quiere, porque proviene de una familia humilde de un pequeño pueblito en el Valle del Cauca, Colombia, de donde sus padres emigraron hasta Londres en busca de una mejor vida. El resto lo podría explicar su talento cuando logró ser becado por la Universidad de Westminster para estudiar en el Royal College of Art en 2012.
¿Colombiano o inglés? Su nacionalidad también entra en la discusión
Al año siguiente, ya era una celebridad. De hecho, la fama siguió creciendo cuando en 2013 el actor Leonardo Di Carpio adquirió una obra suya, Drawing off the Wall, subastada por la casa Phillips y cuya puja comenzó en 40.000 dólares pero, decidido a adquirirla como fuese, el actor terminó pagando 400.000 dólares por la pieza y se retrató orgulloso a su lado. Compra que funcionó para perfeccionar su mito.
No todo es del color con que lo pintan
Murillo ha recibido el soporte del ‘influenciador’ norteamericano Stefan Simchowitz, coleccionista de arte de Los Ángeles, consultor, curador y mecenas, quien ha contribuido al crecimiento del colombiano, el único artista latinoamericano que exhibe en su colección privada.
Oscar Murillo en su estudio / Foto: Wikimedia Commons
Algunos conocedores han descrito su trabajo como “pinturas a gran escala que implican acción, desempeño y caos, pero son de hecho metódicamente compuestas de lienzos toscos y cosidos que a menudo incorporan fragmentos de texto así como escombros de su estudio, como suciedad y polvo. Sus pinturas y obras en vídeo están ligadas a una noción de comunidad que proviene de los lazos culturales del artista con Londres”.
Pero en años recientes, Murillo ha tenido que tropezar con críticos implacables, quienes lo ven como una figura de mercado más que como un verdadero creador. Y sobre todo colombianos, que le adversan porque Murillo ha dicho que no es un artista colombiano sino inglés, imperdonable para sus compatriotas.
El especialista en arte latinoamericano Halim Badawi escribió el año pasado que “Oscar Murillo representa, una y otra vez, todos los lugares comunes del mito trágico del artista moderno remasterizados. Así mismo, a este sistema de marketing toca agregarle, de vez en cuando, toda suerte de leyendas: un origen humilde en un país periférico, una historia de vida conmovedora, una obra autorreferencial y claramente objetual (fácilmente mercadeable y de gusto complaciente con el mercado del arte contemporáneo global), el parecido con un artista latino (Jean-Michel Basquiat) y todo tipo de rumores y noticias sin confirmar, como por ejemplo, que un actor famoso de Hollywood compró determinada obra al artista, como cuando el Andy Warhol estelar compró pinturas al Jean-Michel Basquiat marginal”.
Así mismo, “cada exposición individual o colectiva se hace o se anuncia en el momento histórico oportuno en el que puede ser capitalizada mediáticamente. Por ejemplo, se lanza a Murillo comercialmente el mismo año en que Basquiat cumple 25 de fallecido; o los galeristas de Murillo deciden hacer una exposición del artista en una galería de Londres, con obras que rememoran los poporos quimbayas, cuando simultáneamente el Museo Británico hace una exposición temporal de la colección de orfebrería del Museo del Oro del Banco de la República, cuyo símbolo más perdurable es un poporo quimbaya. Y si a esto, en los mismos días, le agregamos una subasta simultánea con precios record, que permita unir todo en un mismo impulso mediático, misión cumplida”, agrega.
Quizás en poco tiempo se vuelva a montar en la cresta de la ola
De hecho, la más reciente subasta de una de sus obras -febrero de este año- comenzó en 6.000 dólares y terminó vendida en 27.000 dólares, una cantidad menos llamativa que las altísimas cifras que exhibían sus obras solo tres años atrás.
En fin, Murillo ahora es un personaje en medio de una tormenta mediática, nada malo si ya tiene en su cuenta bancaria lo suficiente y, conociendo el mundo del arte, quizás en poco tiempo se vuelva a montar en la cresta de la ola.