Juan Lozano (ALN).- Tras un intento fallido del Papa en diciembre pasado para lograr una mitigación de la pugnacidad entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe, el anuncio de la visita papal a Colombia, prevista para septiembre, se enmarca dentro de una advertencia vaticana: se trata de una misión pastoral. “Ni el Papa logró el milagro de la reconciliación entre Santos y Uribe”, tituló Caracol. La foto le dio la vuelta al mundo: el Santo Padre en su escritorio, con el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el expresidente Álvaro Uribe, sentados codo a codo como cuando el rector del colegio llama a su oficina a dos díscolos alumnos que se enfrentan a trompadas en el recreo. Y también le dio la vuelta al mundo lo que ocurrió después, corroborando que más allá de unas declaraciones de protocolo, el propósito político del Papa no se había cumplido.
Mientras tanto, la mediación papal en Venezuela ha sido duramente cuestionada por sectores democráticos del continente cercanos a la oposición, por considerar que su intervención le ha dado oxígeno al cuestionado régimen de Nicolás Maduro y que se convirtió en un factor perturbador para la cohesión de los opositores al gobierno. Esos ecos retumban fuertemente en la política interna de Colombia, pues es bien conocida, pública y explícita, la cercanía entre la oposición venezolana a Maduro y la oposición colombiana a Santos.
No será fácil que la visita se sustraiga de debates amargos que han dividido a los colombianos, a los sacerdotes y a los fieles
Dentro de ese marco resulta explicable que el Vaticano, la Nunciatura en Colombia y la Iglesia colombiana insistan en que no es una visita política. Es pastoral. El Papa no viene a tomar partido, ni a fijar posturas políticas, ni a apoyar al gobierno, ni tampoco a la oposición. Recalcan, eso sí, que es una visita para la reconciliación nacional que va mucho más allá de Santos y Uribe.
El anuncio de la visita coincidió con importantes declaraciones del papa Francisco sobre sus dudas de fe, advirtiendo que es pecador, que no es infalible, que se siente agredido cuando lo idealizan, que ha conocido momentos de vacío y de oscuridad, pero que tales circunstancias constituyen una oportunidad de crecimiento. Las reacciones iniciales en Colombia no giraron en torno a estos asuntos tan importantes, sino que retornaron al tormentoso escenario de la polarización política nacional, hasta el punto que voces ciudadanas (no mayoritarias) se alzan para decir que es mejor que el Papa no viaje a Colombia si la visita corre el riesgo de ser usada por el gobierno para recuperar algo de prestigio perdido.
“Demos el primer paso”
La mediación papal en Venezuela ha sido duramente cuestionada / Foto: Kremlin
En esas circunstancias, no será fácil que la visita se sustraiga de debates amargos que han dividido a los colombianos, a los sacerdotes -así pocos lo reconozcan en público- y a los fieles. Y, en este caso, los temas álgidos no se agotan en la lucha contra los sacerdotes pederastas o el celibato sacerdotal. Se extienden a los terrenos del proceso de paz y la faena electoral. Como antídoto, el coordinador de la visita, Monseñor Fabio Suescún, Obispo Castrense, experimentado en el asunto pues también había coordinado la visita de Juan Pablo Segundo, ha lanzado una campaña promocional denominada “Demos el primer paso”, ilustrada con una imagen del Papa y un colorido diseño geométrico precolombino típicamente colombiano.
El obispo, al presentar la imagen institucional de la visita, explicó que la Iglesia propone a los colombianos ser misioneros de la reconciliación. “La visita del papa Francisco es un momento de gracia y alegría para soñar con la posibilidad de transformar nuestro país y dar el primer paso. El Santo Padre es un misionero para la reconciliación. Su presencia nos ayudará a descubrir que sí es posible volver a unirnos como nación para así aprender a mirarnos de nuevo con ojos de misericordia y esperanza”, dijo Monseñor Suescún.
Y fue más allá. Dijo que “dar el primer paso significa reconocer el sufrimiento de otros, perdonar a quienes nos han herido, volvernos a encontrar como colombianos, entender el dolor de los que han sufrido, sanar nuestro corazón, descubrir el país que se esconde detrás de las montañas y construir un país en paz”.
Inmediatamente después se anunciaron los destinos de la visita. La capital, Bogotá, en el altiplano montañoso; Medellín, la segunda ciudad del país, en la pujante región paisa; Cartagena, “La Heroica”, amurallada en el Caribe, y Villavicencio, capital del Meta y puerta a la media Colombia llanera y amazónica, con una inmensa riqueza ambiental, escenario fértil para insistir en los contenidos de su encíclica “Laudato sí”, su gran carta en defensa de la naturaleza, “Nuestra casa común”.
El anuncio de las ciudades generó nuevas polémicas. Las gentes abandonadas y empobrecidas del Pacífico chocoano reclaman su presencia. En el Valle del Cauca, gobernadora incluida, piden una escala en esa tierra. Los boyacenses consideran que no está completa la visita sin una escala ante la Virgen de Chiquinquirá.
Se han iniciado los pulsos para definir en cada lugar con quién se reunirá el Papa
Simultáneamente se han iniciado los pulsos para definir en cada lugar con quién se reunirá el Papa. Preguntas: ¿Habrá espacio para los desmovilizados de las FARC en Villavicencio? ¿Habrá cupo en Cartagena para las víctimas de las FARC del sur de Bolívar? ¿En Bogotá se reunirá con las madres de los jóvenes aniquilados en la operación de los denominados falsos positivos? ¿En Medellín habrá actos donde concurran dirigentes del gobierno y dirigentes de la oposición?
Por ahora la respuesta genérica responde las inquietudes: “La visita no es política”. Pero a medida que se acerquen las fechas, la logística y la precisión de la agenda terminarán resultando determinantes para establecer en estas zonas convulsionadas, con un complejo posconflicto en marcha y con la campaña presidencial calentando motores, si la visita del Papa podrá en la práctica sembrar semillas de reconciliación o si se convertirá en fuente de nuevas controversias en la vida nacional. Que Dios lo ilumine.