Sergio Dahbar (ALN).- Una idea de Juan Domingo Perón en 1947 desembocó en una trama que parece una película de Hollywood: un panadero argentino, agregado sindical en la Unión Soviética, descubre el horror comunista e intenta salvar a dos españoles en valijas diplomáticas. Según reporte de la ministra del Interior de Portugal, en ese país un policía pasa muy poco tiempo en la calle. Hay 15 sindicatos que aglutinan a 22 mil funcionarios de la Policía de Seguridad Pública. Una población con más caciques que indios. “Hay sindicatos donde 95% de sus asociados son dirigentes sindicales”. Para mí el desprendimiento más fascinante de estas 15 asociaciones es el Sindicato de Personal con Funciones No Policiales de la Policía.
Al leer la noticia, recordé una de las historias más rocambolescas del sindicalismo argentino. Corría 1947 y Juan Domingo Perón llega al poder. Quiebra las instituciones a su antojo. Tiene sombrero de mago populista. Decide que las embajadas deben contar con un agregado sindical.
El más notorio de los candidatos que aspiraban al cargo se llama Pedro Conde Magdaleno. Es grandote y cabezón. Tiene 34 años, nació en Madariaga, su familia profesa ideas socialistas, y desde que tiene 15 años trabaja en el horno del pan. Se convierte en Secretario General del Sindicato de los Panaderos. Una asamblea de 10 mil hombres lo escoge para que represente a Argentina en la Unión Soviética.
Conde es grandote, cabezón y panadero de provincias. Tiene 34 años, nació en Madariaga y su familia profesa ideas socialistas
Así lo cuenta en ¿Por qué huyen en baúles? (Buenos Aires, Editorial Ñandubay, 1951). Pedro Conde viaje con su esposa Alicia y sus tres hijos. Lo acompañan las familias de los otros agregados.
La patria de Koba
La comitiva desembarca en Odessa y la primera impresión resulta impactante: descienden en el puerto de un país destruido por la guerra, con escenas dantescas en las calles. Sin anestesia, tropiezan con una hemorragia de gente que pasa hambre, que deambula como locos en harapos, que apenas pueden tener en la boca un pedazo de papa cruda, que duermen en las calles y prefieren morir a seguir en ese estado.
Pedro Conde necesita hacer el trabajo para el que ha sido encomendado: visitar fábricas, hablar con la gente común y corriente, y revisar documentos que comienzan a llegar a sus manos. Como no conoce el idioma, se relaciona con un grupo de españoles exilados que lleva tiempo en Moscú.
Llegaron en el año 1939, de la mano de La Pasionaria, Dolores Ibárruri, quien sacó a los niños de las familias comunistas de España para protegerlos del franquismo. Huyendo de una pesadilla que intentaba aniquilarlos, al final quedaron atrapados en los laberintos de la dictadura del Stalin.
Conde contrata a dos españoles para que traduzcan documentos en la embajada: Pedro Cepeda y José Antonio Tuñón. Uno es músico. El otro piloto. Se hacen amigos. Le cuentan sus dramas personales. Los han obligado a renunciar a la ciudadanía española. Conde se conmueve y decide sacar a sus amigos de Moscú en la valija diplomática.
El viaje se llevará a cabo el 2 de enero de 1948, por las ciudades de Kiev, Lvov y Praga. De ahí viajarían a París y finalmente a Buenos Aires. Conde le envía un telegrama al presidente Juan Domingo Perón y le exige la evacuación de su familia.
Maletas con gente
Conde llevaría en su baúl a Tuñón. Y el secretario de la embajada, Antonio Bazán, escondería a Cepeda en el suyo. En el aeropuerto Vnukovo todo parece sencillo, pero no toman en cuenta los imprevistos: el sobrepeso que presenta uno de los baúles. Deben pagar por los kilos de más. No tienen rublos, sino dólares.
Conde toma la decisión más difícil: montarse en el avión con Tuñón. Bazán deberá esperar el próximo vuelo. En ese momento desesperado las decisiones resultan claves: Tuñón se lleva el pasaporte de Cepeda, para evitar una traición.
En el aeropuerto Vnukovo todo parece sencillo, pero no toman en cuenta los imprevistos: el sobrepeso que presenta uno de los baúles
El avión Douglas, siglas GBF, despegó a las 9:30 de la mañana, con dos horas de retraso. A las 12:15 del mediodía un golpe insistente comenzó a inquietar primero a Pedro Conde, después a la azafata, y finalmente al capitán Piotr Mijailov. Revisan la cabina y no encuentran nada. Se dirigen a la sección de carga: descubren a un polizonte.
José Antonio Tuñón ha quedado boca abajo en el baúl, se ha comenzado a marear y ha entrado en pánico. De ahí que haya pateado el baúl para pedir auxilio. El avión descendió en una localidad de la Unión Soviética. Conde y Tuñón se observan por última vez. Nunca más sabrán el uno del otro.
Trabajos forzados
La suerte de Antonio Bazán y Pedro Cepeda, detenidos en el aeropuerto Vnukovo mientras conseguían rublos para pagar el sobrepeso, se puede adivinar. Con el pasaporte de Cepeda en las pertenencias de Tuñón, los funcionarios de inteligencia desmontan el plan. Los españoles entran en los sótanos de la Lubyanka, donde son interrogados como espías.
Sergio Dahbar es escritor, periodista y editor nacido en Córdoba, Argentina.
Así nace la causa 837. Lo que comenzó como una ocurrencia más del presidente Juan Domingo Perón, al designar a un panadero como agregado sindical en la embajada argentina de la Unión Soviética, derivó en una condena a 25 años de trabajos forzosos en Siberia.
Pedro Conde volvió a ser panadero a secas por algún tiempo, y después conductor de autobuses públicos. Falleció cuando intentaba regresar a sus orígenes socialistas.