Pedro Benítez (ALN).- El primer round de las elecciones presidenciales de Ecuador son un buen ejemplo de cómo la expectativas creadas pueden derrotar a los hechos. Tal como ha ocurrido en las últimas dos décadas, los comicios se caracterizaron por la fuerte polarización entre los partidarios y detractores del ex presidente Rafael Correa.
En ese sentido, el anticorreismo, esta vez encabezado por el presidente titular y aspirante a la reelección Daniel Noboa, obtuvo su mejor resultado en primera vuelta desde el año 2006.
En las elecciones extraordinarias de agosto de 2023, convocadas por Guillermo Lasso a fin de completar su mandato constitucional, Noboa se coló contra todo pronóstico para la segunda instancia al reunir el 23,4% de los sufragios, en medio del impacto provocado por el asesinato del periodista y también candidato presidencial Fernando Villavicencio.
El pasado domingo incrementó su votación en más de dos millones con respecto a aquella elección, consiguiendo un apretado primer lugar, el 44,7%. Y, según los datos disponibles al momento de redactar esta nota, su partido, Movimiento Acción Democrática Nacional (ADN), pasó de 14 a 67 diputados en la Asamblea Nacional, empatando en fuerza parlamentaria con el correísmo.
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Un resultado extraordinario tomando en cuenta la terrible crisis de seguridad que azota al país y, también, al hecho de que ninguna encuesta le daba al hoy joven mandatario alguna oportunidad seria hace dos años.
Por el contrario, en esa ocasión, Luisa González, candidata de Movimiento Revolución Ciudadana (RC), es decir, de Correa, era la clara favorita. No solo porque eso indicaban los estudios de opinión pública, sino que esa era la tendencia. En los comicios municipales previos los candidatos de RC habían obtenido el control de Quito y Guayaquil, y el fracaso del gobierno de Lasso hacía pensar que la mayoría del electorado votaría por la estabilidad y el regreso a los buenos años que representaba el correísmo.
Pero, tal como le pasó a este sector en las presidenciales de 2021, se quedó con un tercio del electorado en primera instancia, y en la segunda vuelta la mitad del país se movió en su contra.
Sin embargo, las expectativas en esta oportunidad eran totalmente distintas. Noboa pensó que obtendría una fácil victoria en primera vuelta gracias al efecto del método Bukele.
La mano dura contra el crimen. Hace poco más de un año declaró el estado de excepción y sacó al Ejército a la calle para enfrentar la arremetida del crimen organizado. Según los datos el shock habría funcionado con los asesinatos por día bajando de 40 a 12, mientras que la popularidad presidencial saltó a más del 80%.
No obstante, el número de secuestros y las extorsiones siguieron incrementándose, en particular en Guayaquil que, según las cifras de la policía, se encuentra entre las ciudades más inseguras del continente.
Lo cierto del caso es que ha resultado aterrador la manera tan veloz con que la violencia del narcotráfico se ha expandido en Ecuador. Lasso, un presidente débil, que con apenas 12 diputados de los 137, sobrevivió de milagro a dos intentos de destitución y a 18 días seguidos de protestas, que dejaron ocho fallecidos, más de 300 heridos y paralizaron la industria petrolera, tiró la toalla ante la incontenible ola criminal.
De modo que, elegido para gobernar solo 18 meses, pues completará el período constitucional que culmina en mayo de 2025, el gobierno de Noboa ha sido, en realidad, una larga campaña presidencial, en la que ha copiado el estilo, el discurso, el uso de los lentes oscuros, y hasta las propuestas de su controversial colega salvadoreño, Nayid Bukele. Por ejemplo, hace unos meses dio inicio a la construcción del centro penitenciario de máxima seguridad Santa Elena, diseñado para recluir a las bandas criminales.
Pero las cosas no están resultando como se esperaba. El pasado mes de enero fue el más violento desde que se llevan registros, a lo que hay que sumar la gravísima denuncia de cuatro adolescentes asesinados por una patrulla militar en diciembre. Esto, entre otras acciones polémicas propias del método importado, puedan explicar el ascenso de Luisa González que, en la práctica, consiguió un empate que sabe a victoria.
Una parte del electorado le ha votado, no tanto por simpatizar con ella o su mentor, sino como rechazo a Noboa. Paradójicamente, su estilo inclinado a polarizar y de desprecio a las formas institucionales les recuerda a muchos ecuatorianos a Correa. Esto los sondeos no lo vieron, tal como ocurrió en la elección presidencial de agosto de 2023. Probablemente esta sea la razón por la cual la campaña oficialista cometió un error clásico: se confió.
El correísmo ha barrido en toda la costa ecuatoriana y hoy siente la victoria al alcance de la mano. El optimismo está de su lado, aunque hay que decir que no es la primera vez que eso pasa.
De aquí a la segunda vuelta prevista para el 13 de abril, los competidores necesitan conquistar el 5% de votos de diferencia que se repartieron entre otras candidaturas, principalmente los 500 mil sufragios que se inclinaron por el combativo movimiento indigenista Pachakutik.
Lo que se viene en Ecuador es una lucha voto a voto donde la campaña de Noboa ha apostado al uso intenso de las redes sociales, en detrimento del activismo de calle donde el correísmo ha demostrado ser más eficaz.