Juan Carlos Zapata (ALN).- Nicolás Maduro se prepara para un segundo mandato. En Venezuela, los segundos periodos nunca fueron buenos. Pero Maduro ya tiene un récord: su primer gobierno, el que está por concluir, tampoco lo es. No lo ha sido. Y si el primero ha sido malo, el segundo será peor. Maduro termina seis años con este inventario:
La hiperinflación más alta del mundo.
Caída del PIB por 4 años consecutivos.
Destrucción de Petróleos de Venezuela.
Represión, tortura y muertos.
Presos políticos.
Ruptura del hilo constitucional.
Violación de los derechos políticos.
Inseguridad personal y jurídica.
Corrupción.
Hambre.
Crisis de salud.
Éxodo de venezolanos.
Una Venezuela aislada de la escena internacional.
Una Venezuela en discordia con todos los vecinos.
Un país endeudado y en default.
Dolarización de facto.
Hay más. Es mayor el inventario. Lo que demuestra el fracaso de Maduro como presidente, y lo que confirma el fracaso del chavismo como modelo y propuesta.
Así encontró Maduro la economía en 2013 y así la hundió en sólo 5 años
Pero Maduro quiere seguir. Porque en algo sí que ha sido exitoso Maduro. En cómo sostenerse en el poder. Y en cómo ha logrado purgar a los adversarios internos en el chavismo, y cómo ha logrado derrotar a la oposición. Maduro ganó por la mínima diferencia unas primeras elecciones en 2013. En mayo de 2018, el régimen chavista organizó otras elecciones de las que resultó ganador. Son estos comicios los que no reconoce la oposición ni buena parte de la comunidad internacional. Aun así, Maduro se considera un presidente reelecto. El 10 de enero comenzará ese segundo mandato.
¿Lo hará mejor? No hay elementos que así lo indiquen. Desde el propio chavismo surgen voces que lo apuran a que levante la economía, ataque el problema de la corrupción, recupere la producción petrolera y la capacidad de compra del salario. Maduro se ha hecho aprobar un presupuesto público para 2019 por la Asamblea Nacional Constituyente, la entidad que hace las veces de Parlamento paralelo a la legítima Asamblea Nacional que controla la oposición. Pero ese presupuesto no ha sido debatido, por lo tanto el país desconoce su alcance. Voces del propio chavismo lo llaman el presupuesto clandestino. En la Asamblea Constituyente aseguran que es un presupuesto con énfasis en lo social. Pero con qué recursos se financia, esa es la pregunta. Con cuáles, a menos que sea con dinero inorgánico. De hecho, el exministro de Maduro y del propio Hugo Chávez, Elías Jaua, uno de los dirigentes del chavismo con mayor claridad política, declaró hace poco al diario ruso, Sputnik, que “tiene que haber una disposición para que el año 2019 en vez de un año de hecatombe, como se vaticina, podamos efectivamente encontrar los mecanismos que nos permitan emprender el camino del crecimiento económico con superación de la pobreza, con inclusión social, como lo veníamos logrando durante la Revolución Bolivariana”.
Ni equipo ni propuestas
Pero más allá del presupuesto, el problema de Maduro es crítico. Y es que no cuenta con un equipo de gente ni de propuestas que arrojen señales de que el segundo mandato va encaminado a resolver los problemas de Venezuela. ¿Qué gabinete va a presentar Maduro el 10 de enero? ¿Qué líneas maestras pondrá en ejecución? Lo que se asoma como plan es el mismo que aprobó el 20 de agosto, y que no le ha funcionado, por lo que se desprende de la cita de Jaua, quien, puntualicemos, reconoce que 2019 se vaticina como el año de la hecatombe. Maduro dijo este martes que el segundo mandato sería el de la construcción del socialismo. Maduro ha propuesto entre las directrices a seguir en 2019: “Profundizar el Plan de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Económica, es la segunda línea, con la cual se espera potenciar cada uno de los sectores productivos del país, elevando así la producción de petróleo, gas, oro y diamante”. Pero esto es más de lo que viene repitiendo desde que la crisis golpea a Venezuela. Dijo “que el primer semestre del año 2019 va a ser el semestre definitivo de la recuperación, prosperidad y felicidad económica de todo el país”. ¿Quién se lo cree? Ni él mismo. En todo caso lo dijo y tiene que enfatizar en esas consignas. También Maduro reconoció que “Hay mucha corrupción, mucha indolencia, hay mucho bandido aprovechándose de los cargos para robar al pueblo que se disfrazan de rojo, rojito para robar al pueblo, y son los peores enemigos que tiene la patria ahora”.
Pero Maduro quiere seguir. Porque en algo sí que ha sido exitoso Maduro. En cómo sostenerse en el poder. Y en cómo ha logrado purgar a los adversarios internos en el chavismo, y cómo ha logrado derrotar a la oposición
La verdad es que en materia económica no cuenta con economistas ni especialistas que destaquen. No hay un plan. Si se quiere, ya usó y hasta recicló los funcionarios que han pasado por los ministerios encargados de la economía y las finanzas. Ya los probó y los resultados están a la vista. Ya probó inclusive a asesores como el español Alfredo Serrano Mancilla, vinculado al partido Podemos de España. Por cierto, es de Pablo Iglesias, líder de este partido, la opinión de que la situación económica en Venezuela es “nefasta”.
Son fuentes chavistas las que se preguntan por quiénes integrarán el equipo económico. De usar las mismas caras, aunque enrocadas en puestos diferentes, Maduro, de entrada, estará lanzando un pésimo mensaje a los venezolanos.
Esas mismas fuentes también preguntan: ¿Y dónde está el equipo de la reconciliación? No se refieren sólo a que se emprenda una nueva etapa de diálogo con la oposición. La reconciliación es hoy un asunto complejo en Venezuela. Implica también a la Fuerza Armada, en la que se registran detenciones y pases a retiro de oficiales de alto y mediano rangos. Las disputas con la oposición se ven. Pero los marginados de la Fuerza Armada constituyen un tema silenciado. Sin embargo, existe, es cierto y es real. De modo que hacia la Fuerza Armada urge una política que desmonte las diferencias y la haga la Fuerza Armada del país y no la Fuerza Armada de una parcela de poder. Para ello se requieren propuestas. Y se requiere gente confiable. En los años 70 del siglo XX, Venezuela logró la pacificación guerrillera gracias una política y a un liderazgo confiable. Esta carencia convierte en un imposible las iniciativas de reconciliación y diálogo, de reencuentro y convivencia.
¿Qué esperanzas venderá?
¿Qué va a pasar con la infraestructura? ¿Y los servicios públicos? ¿El transporte? ¿La salud? ¿Las empresas estatales? Todo está en crisis en Venezuela. Y ya no bastan las palabras, las consignas, ni siquiera la hoja de ruta que se supone Hugo Chávez trazó en el llamado Plan de la Patria, y que Maduro heredó y del que Maduro ahora habla poco. El deterioro y la crisis del país llegaron a una situación en la que todo está por hacerse otra vez. Por lo que los planes tienen que diseñarse con la participación de un amplio consenso nacional. Y esto no lo ha hecho Maduro. Ni siquiera cuenta con el equipo que convoque. Él mismo no puede convocar, y a esto está llamando el exministro Jaua: a que haya un consenso para evitar la hecatombe. Y pocos, por no decir nadie, se hacen ilusiones sobre lo que dirá Maduro tanto en el mensaje de fin de año como en el discurso de inicio del segundo mandato. ¿Qué esperanzas venderá? Porque hace tiempo que Maduro y el chavismo dejaron de ser la referencia de una esperanza. Para empezar, tiene que generar credibilidad. Y le urge que le crean si quiere conseguir financiamiento internacional. Aunque esto también luce cuesta arriba. Ni siquiera los socios de Maduro, China y Rusia, parecen estar dispuestos a arriesgar un programa masivo de financiamiento. La cooperación ha llegado a cuentagotas, y en gran parte dirigida a recuperar la estratégica producción petrolera. Lo que no es suficiente ante los retos inmensos y extraordinarios. La verdad es que Maduro entrega un país hipotecado, quebrado, cuya deuda asciende a 150.000 millones de dólares. Un país en default. Acosado por demandas de factores internacionales. Aun así, Maduro quiere seguir gobernando. A todo evento. En contra de la opinión nacional y en contra de la opinión internacional. El empeño es en serio. Ese empeño, esa disposición, es el único activo que le resta. Este martes aseguró: “Estoy terminando este periodo constitucional que me dejó el comandante Chávez mandando, con el pueblo, la unión cívico-militar, y el 10 de enero empiezo seis años de construcción del socialismo”.