(EFE).- Mientras que los equipos de rescate apuran el tiempo para encontrar a más supervivientes, aumenta la desesperación y la ira entre parte de la población por la lenta respuesta del Gobierno turco.
El presidente de Turquía, el islamista Recep Tayyip Erdogan, prometió castigar a los saqueadores que han asaltado tiendas en las últimas horas y, aunque reconoció algunos errores en la gestión del desastre, pidió paciencia y unidad.
El número de muertos por los devastadores terremotos del lunes superan ya los 17.000 en Turquía. Aunque hay más de 100.000 miembros de equipos de salvamento y del Ejército movilizados para rescatar a los supervivientes, el tiempo invernal y la amplitud de la zona afectada complican los trabajos.
«La gente entra a las tiendas para robar lo que hay porque no queda otra, nada está abierto, no hay ayuda ni servicios básicos», explica a EFE Mehmet, que vive en una pequeña localidad a las afueras de Iskenderun.
Aunque su casa sigue en pie su familia no puede vivir en ella por miedo a derrumbes. Este conductor de excavadora de 40 años también está frustrado porque su empresa no tiene gasóleo y no puede usar esa maquinaria para ayudar en los trabajos de desescombro.
En la región es muy difícil encontrar combustible y los atascos kilométricos en las carreteras son moneda corriente. Para un corto trayecto de pocos kilómetros se necesitan horas.
«Erdogan solo sale en televisión a decir cosas, pero no ayuda a las zonas del interior y menos a esta provincia de Hatay, porque aquí hay muchos alevíes», sostiene Mehmet.
Los alevíes son una confesión cercana al islam aunque más abierta en el dogma y representan alrededor del 20 % de la población de Turquía, donde tienen un importante papel en los movimientos laicos y de izquierda.
Pese a que la tensión y el malestar se nota en el ambiente, no todos los turcos están dispuestos a hablar de política y prefieren centrarse en sobrevivir o en ayudar a los afectados.
La oposición, liderada por el partido socialdemócrata CHP, pero también numerosos usuarios en las redes sociales, critica la gestión de las autoridades tras los seísmos.
Después de que otro devastador terremoto en el noroeste de Turquía matase a más de 18.000 personas en 1999, se introdujo un impuesto destinado a acumular fondos para desastres como el actual.
«¿Dónde está ese dinero?», se pregunta el líder socialdemócrata, Kemal Kilicdaroglu, que acusó a la burocracia gubernamental de ralentizar las ayudas a los damnificados.
Erdogan afronta el próximo 14 de mayo unas elecciones cruciales que valorarán sus 20 años al frente de Turquía. La elevada inflación, de casi el 58 % en enero, había desinflado su popularidad, y la gestión de esta catástrofe puede sellar su suerte en las urnas.
«Vino con un terremoto y se irá con otro terremoto», vaticina el periodista opositor Can Dundar, que tuvo que exiliarse en Alemania tras ser condenado a la cárcel por sus reportajes en el diario Cumhuriyet.
«Erdogan llegó al poder con la destrucción del terremoto de 1999 y parece que irá con la destrucción del terremoto de 2023. Este terremoto, que costó miles de vidas, lo entierra entre los escombros de la política», señala el periodista en un análisis en vídeo