Pedro Benítez (ALN).- La jugada clásica de todo gobierno que tiene problemas internos es buscarse un conflicto externo. En ese sentido, el gobierno de Nicolás Maduro tiene sobradas razones, ampliamente conocidas, para intentar tapar su sucesión de fracasos y abundantes promesas siempre incumplidas desempolvado la histórica reclamación venezolana sobre el territorio Esequibo. Contencioso que, tanto él como canciller, así como su antecesor y jefe político, despreciaron cuando afirmaron que el Acuerdo de Ginebra, hoy glorificado por la propaganda oficial, fue suscrito entre “el viejo imperio británico y un viejo gobierno de adeco”. Incluso, se habló de una supuesta “preparación psicológica, a través del desprecio, el racismo, para invadir Guyana”, detrás de la cual estaría (cuándo no) el imperialismo estadounidense.
Por cierto, y como nota al margen, hubo una época en la cual Estados Unidos (por sus propios motivos, evidentemente) estaba del lado de Venezuela en ese asunto, puesto que detrás del gobierno de Guyana se encontraba la Cuba castrista. Pero en la política, como en la vida, las cosas cambian porque nada (ni nadie) es permanente. De unas semanas a esta parte un repentino fervor patriótico se ha apoderado del (des) gobierno venezolano, con una intensidad que haría palidecer a Eduardo Blanco autor Venezuela heroica.
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Para decirlo claramente: el propósito central del referéndum consultivo convocado para el próximo 3 de diciembre no es el reivindicar la reclamación venezolana sobre los 159 mil 500 km2 de la Guayana Esequiba, de la que el país fue despojado por el imperio británico mediante el fraudulento Laudo Arbitral de París de 1899. El propósito de los convocantes de la consulta popular no es otro sino el de buscar la manera de mantenerse en el ejercicio del poder político sobre Venezuela, recurriendo a una estratagema tan antigua como la civilización misma. No hay razones externas, son internas. El rey está desnudo, aunque la mayoría no lo quiera decir por razones de pudor y sabia prudencia.
La agenda política
En ese sentido, Maduro y compañía han conseguido retomar el control de la agenda política nacional, recuperando la iniciativa perdida en ocasión de la primaria convocada por la Plataforma Unitaria (PU). Pocos recuerdan por estos días la exitosa primaria del pasado 22 de octubre y, en cambio, Maduro ha puesto a hablar a la mayoría de lo que le interesa. Punto a favor, claramente.
Los expertos en campañas electorales insisten en decir que quién controle la agenda, gana la elección y el año que viene debería haber una en el país. Que se hable bien, o que se hable mal, pero que se hable. Durante casi un año el tema político principal en, y sobre, Venezuela era si habría o no primaria opositora. Siendo su protagonista María Corina Machado.
A lo largo de este 2023 una docena de precandidatos opositores recorrieron buena parte de la geografía nacional, mientras predicaban en mítines, medios y redes sobre la necesidad del cambio político y señalando las miserias del grupo en el poder. Mientras tanto, un chavismo impotente y acorralado observaba.
La primaria opositora
Mañana, tarde y noche esa fue la cuestión ineludible. El centro de la agenda nacional. Si la primaria era o no el mejor mecanismo mediante el cual la oposición podría elegir a su abanderado presidencial. Si era muy excluyente o demasiado sectaria. Si era de toda la oposición o sólo del denominado sector “extremista”. Si deberían participar o no los “inhabilitados”. Si la Comisión Nacional que la organizó la efectuaría con o sin el apoyo del CNE. O si el TSJ permitiría la participación de los vetados por la Contraloría General. Por supuesto, tal como se recordará, hubo un debate sobre las virtudes de la favorita y finalmente ganadora. No faltó quien se preguntará, con toda honestidad, si la candidatura de María Corina podría atraer a los ex votantes chavistas. La preocupante respuesta (para Miraflores) se recibió ese domingo 22 de octubre.
La participación popular fue tan contundente que aquella insidia según la cual la oposición se había hecho fraude a sí misma debió ser desechada.
Sin embargo, desde el mazazo recibido ese día, el “alto mando político de la revolución” ha buscado la manera de diluir el efecto de la primaria. Sepultarla en una montaña de noticias, programas de opinión, diatribas, bulos, cadenas de WhatsApp y debates jurídicos e históricos acerca de la reclamación venezolana sobre el Esequibo.
¿Hasta cuándo les va a durar eso? No sabemos. Lo que sí se puede vislumbrar es que, visto los resultados, ese asunto lo van a exprimir todo lo que puedan. Hasta la última gota. ¿Qué van a hacer el lunes 4 de diciembre una vez que se anuncien los millones de votos afirmativos a las preguntas planteadas? Seguirse peleando con Guyana, cuestionando a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y denunciando los macabros planes de la ExxonMobil. Parece previsible que todo el conflicto se dé sin que la sangre llegue al río (toquemos madera). Obsérvese, por ejemplo, que el festival musical Esequibo Fest (“¡Hagamos resonar la zona!”) se va a realizar este viernes 1ero en el Parque Los Caobos de Caracas, bien lejos de la isla de Anacoco. Las tradiciones guerreristas venezolanas quedaron en nuestro pasado, eso tiene su parte positiva.
La disputa con Guyana
Ahora, en ese orden de ideas, el gobierno guyanés se va a prestar a ese juego porque es el principal interesado en que el chavismo permanezca en el poder; después de todo esa es su mejor garantía de que Venezuela siga siendo un país pobre y arruinado, incapaz de pagarle a los maestros de escuela un sueldo razonable, alimentar adecuadamente a su población o ejercer la soberanía sobre el resto de los 916.445 km2. Una Venezuela próspera y potente sería su principal amenaza.
Otro logro atribuible a la genialidad política de quien ideó la consulta es el haber reagrupado a su propia gente. Un error muy común (y garrafal) entre la oposición venezolana es suponer que el chavismo no existe. Que “no les queda nadie”. Que sencillamente son un pequeño grupo armado que se las ha arreglado para someter al otro 95% de la población. Eso no es verdad. Lo que sí es cierto es que, al compás de la debacle nacional, el chavismo se ha achicado y, lo que todavía es más grave para sus dirigentes, Maduro, el único que ha mantenido unida a la coalición, tiene un importante rechazó entre los propios votantes chavistas. Así no hay manera ni forma, ni inhabilitación que valga, para ganar una elección presidencial, y Maduro necesita una a fin de legitimarse ante el chavismo y ante (pequeño detalle) la FANB. Tanto él como su antecesor respetaron el rito electoral de cada seis años. No hacerlo en 2024 es entrar en el territorio de lo desconocido.
Por ahora Maduro ha logrado dopar esa sensación propia de todo gobierno del que todo el mundo sabe que se le acaba su tiempo. Esos mandatarios a los que cada vez se les acata menos porque todos están pendientes del que viene. Decir que María Corina “no va” no es suficiente.
El referéndum sobre el Esequibo
En ese sentido, el próximo 3 de diciembre el Partido/Estado (el chavismo) se va a medir. Van a ver con cuánta gente cuentan. Se va a evaluar el desempeño desde sus gobernadores y alcaldes, pasando ministros, gerentes de las empresas estatales, todo tipo de instituciones, hasta los jefes y jefas de calle. Esa es la prioridad en estos momentos. Con esa información se van a tomar decisiones estratégicas que pueden ser cruciales; cambio en el Gabinete Ejecutivo y/o pegar la elección presidencial con las elecciones de gobernadores y alcaldes, cuyos correspondientes períodos constitucionales vencen a finales del 2025. Es decir, buscar una mega elección que obligue a todos a moverle los votos a Maduro (la estrategia de Alfaro Ucero en 1998) y que, de paso, le enrede las cosas a la oposición. O cambio de candidato presidencial. Ya veremos.
Lo único claro aquí es que todo, absolutamente todo, responde al único propósito de aferrarse al poder con lo que se pueda y cómo se pueda.
Pero si retomar la agenda ha sido su principal logro, en sus propósitos se encuentran las principales amenazas para la oposición.
Una es enfrentarla con la FANB, error en que no ha caído la abanderada del 22 octubre. Otra es el intento, que nunca cesará, por dividir a los opositores. Sembrar la duda y las discordias en el campo adversario. Poner a pelear a dirigentes y activistas contra gobernadores y alcaldes sobre si debe votar o no votar en el referéndum, o votar sí o votar no.
Ese también es parte del plan maestro de Maduro en el que la oposición, por los momentos, no ha caído.
Y el más importante de todos: resucitar el fantasma de la abstención. Esa es la operación que, previsiblemente, arrancará la noche del próximo 3 de diciembre cuando se anuncien los resultados de la consulta. A partir de ese momento se va a activar toda la maquinaria de mensajes destinados a sembrar la duda sobre la efectividad del voto. Veremos a muchas de las celebridades de las redes sociales que hasta hace un año proferían que con “este CNE” no se vota, volver a exhibir sus cualidades.
Esa es la celada y será el siguiente reto a superar por parte de María Corina Machado.
Así como para el Gobierno fue un error garrafal subestimarla a ella, como a la primaria, a las encuestas y al descontento popular, el peor error en el que la oposición, a su vez, puede incurrir es el de hacer lo mismo con Maduro.
Como se podrá apreciar la reclamación sobre el Esequibo es, en todo esto, otra carta que se usa en el interminable juego de la prestidigitación y el engaño.