Pedro Benítez (ALN).- Para que el apoyo militar ruso a Nicolás Maduro sea más que un gesto, el Gobierno tiene que pagar. Esto tiene un precio. Una fuente son los recursos mineros de la Venezuela profunda, al sur de río Orinoco. Pero hay un obstáculo: las comunidades indígenas. El operador ante los rusos y las minas de oro, es la misma persona, el ministro de la Defensa de Venezuela, el general Vladimir Padrino López.
La presencia de dos aviones militares (Cisnes Blancos) de la Fuerza Aérea Rusa en la pista del aeropuerto internacional de Maiquetía (el principal de Venezuela) ha llamado la atención de la prensa mundial. Ese ha sido el más reciente gesto de desafío de Vladímir Putin a Estados Unidos y de respaldo a Nicolás Maduro.
Esta historia que recuerda los acontecimientos de la Guerra Fría ha encubierto otra más dramática con la que está directamente relacionada: la resistencia (y represión) de las comunidades indígenas al sur del río Orinoco, concretamente del pueblo Pemón, contra la explotación minera que promueve el gobierno de Maduro.
En el medio de las dos situaciones se encuentra la misma persona, el general en jefe Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa de Venezuela.
Pero mantener ese interés ha implicado un esfuerzo. En tal sentido, el principal operador de esa relación ha venido siendo Padrino López, quien ha efectuado en los últimos dos años cuatro viajes de carácter oficial a Rusia (aparte de los otros donde ha acompañado a Maduro). Allí ha establecido una cordial relación con su contraparte y también general Serguéi Shoigú. Al parecer, a Padrino López se le tiene en alta estima en Moscú. Lo consideran un regular visitante de Moscú.
La cooperación militar con Rusia ha hecho de Venezuela su principal cliente en este lado del mundo. De hecho entre 2010 y 2016 Venezuela adquirió 80% de todas las armas que ese país le vendió a América Latina (Leer más:
En Rusia ya desconfiaban de la capacidad de pago del gobierno de Maduro).
Según el Instituto Internacional de Estudios para la paz de Estocolmo (SIPRI por su sigla en inglés), Rusia suministró 66% del armamento que llegó a Venezuela entre 2008 y 2012. Pero con el inició de la debacle económica venezolana las deudas impagadas se han acumulado con el aliado ruso.
Sin embargo, en medio del creciente aislamiento internacional para Maduro es fundamental ese apoyo, que Putin (por sus propias razones) le está dando.
Pero mantener ese interés ha implicado un esfuerzo. En tal sentido, el principal operador de esa relación ha venido siendo Padrino López, quien ha efectuado en los últimos dos años cuatro viajes de carácter oficial a Rusia (aparte de los otros donde ha acompañado a Maduro). Allí ha establecido una cordial relación con su contraparte y también general Serguéi Shoigú. Al parecer, a Padrino López se le tiene en alta estima en Moscú. Lo consideran un regular visitante de Moscú.
No obstante, todos saben que toda la operación no es ni puede ser gratuita. Los rusos esperan que se les pague para seguir suministrando material militar. ¿De dónde saldrá el dinero en un país donde la principal fuente de divisas (el petróleo) se ha venido a menos?
Hace dos años Nicolás Maduro puso sus ojos en otra mítica fuente de recursos al sur del país. Así fue como nació el polémico Arco Minero del Orinoco en febrero de 2016.
El más alto jefe militar chavista ha decidido ser el aliado de Rusia en el Caribe
Un proyecto de gran escala para explotar un área de 111.800 kilómetros cuadrados, 12% del territorio venezolano, correspondiente a buena parte del estado Bolívar y en menor proporción a los estados Amazonas y Delta Amacuro, que según las estimaciones oficiales cuenta con enormes de reservas de oro, cobre, diamante, coltán, hierro y bauxita.
Es curioso que un Gobierno que admite como su único fracaso no haber podido romper con “el rentismo petrolero”, insista en buscarse otra fuente de renta.
Pero esta no es la única contradicción. Desde que se promulgó la vigente Constitución, el chavismo asumió como una de sus banderas “visibilizar a los pueblos originarios” y dignificarlos.
Se les ha visibilizado, pero no porque el Estado nacional haya construido más escuelas o mejorado sus condiciones de vida, sino porque ahora las comunidades indígenas de esa zona de Venezuela se han convertido en el principal obstáculo para la explotación minera promovida desde Caracas.
La verdad es que hace tiempo ya que el general Padrino López decidió ser un doble factor. Ser aliado de los rusos y ser el sostén de Maduro.
Afectados como el resto de la población por la debacle nacional, muchos se han visto obligados abandonar sus tierras y cruzar hacia Brasil, otros se han dedicado a la minería artesanal.
Y así, lo que primero fueron advertencias, se han trasformado en denuncias bien sustentadas sobre la destrucción de un hábitat frágil y único en el planeta, así como los atropellos que se han venido cometiendo contra la población de la región.
El diputado opositor ante la Asamblea Nacional (AN) Américo De Grazia se ha erigido en el más visible crítico de las consecuencias de la política oficial, advirtiendo cómo la violencia en la región se ha disparado por las disputas por el control de las minas entre distintos grupos mafiosos y por las acciones del Ejercito.
El Gobierno concedió la explotación de los recursos de la región a la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (CAMINPEG), una empresa estatal controlada por los militares. O sea, por los subalternos del general Padrino López, quien por su parte ha asumido la responsabilidad de imponer el orden en un extenso territorio al que las decisiones del gobierno de Maduro, ha llevado a la anarquía. Esto ha puesto al jefe militar en el medio del conflicto.
El pasado sábado 8 de diciembre una incursión militar en el Parque Nacional Canaima (declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994) terminó con tres heridos y un fallecido, todos de la comunidad Pemón.
Los pemones señalaron a funcionarios de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) del asesinato y la agresión en un intento por ingresar en las minas de oro.
Al día siguiente quemaron un campamento de la empresa eléctrica estatal, cerraron una pista de aterrizaje e impidieron la realización de las elecciones locales en el municipio Gran Sabana (frontera con Brasil).
Tres días después el ministro de la Defensa admitió el operativo militar, pero atribuyó los heridos y el deceso a “un enfrentamiento”.
No obstante, un comunicado escrito y difundido por las redes sociales por el Consejo de Caciques del Pueblo Pemón desmintió su versión y le hace graves acusaciones directas.
Hay que indagar mucho en la historia latinoamericana para dar con el caso de un alto jefe militar a los que una comunidad indígena le haga tales imputaciones.
Por cierto, si lo que ocurre hoy al sur de Venezuela se diera en cualquier otro país de la región, la izquierda y la prensa mundial pondrían en grito en el cielo.
Así, sobre los hombros del general en jefe Vladimir Padrino López, quien en su doble cargo de ministro de la Defensa y Comandante Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (CEOFANB) desde julio de 2014, ha sido el principal apoyo militar que ha sostenido a Maduro en el poder todos estos años, cae la múltiple responsabilidad de controlar la explotación minera de la que se supone saldrá buena parte de los recursos para cumplir con los compromisos con los aliados rusos.
El general es para Maduro lo que Rafael Ramírez (hoy exiliado y perseguido) en la presidencia de Petróleos de Venezuela lo fue para Hugo Chávez por más de una década. La verdad es que hace tiempo ya que el general Padrino López decidió ser un doble factor. Ser aliado de los rusos y ser el sostén de Maduro.