Ysrrael Camero (ALN).- Las negociaciones entre el PSOE y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) prosiguen, pero las posibilidades de formar gobierno antes de que suenen las campanadas del fin de año parecen escasas. Porque si bien el PSOE mira a Madrid, ERC está pendiente de lo que sucede entre Barcelona y Tarragona.
Mientras Pedro Sánchez parece urgido por ejercer plenamente como presidente, los representantes de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) tienen en mente consolidar su posición como fuerza dominante en Cataluña, con miras a unas elecciones autonómicas que ni siquiera están convocadas.
Queda claro que la figura de Quim Torra, junto con la de su gobierno, se desdibuja en el escenario catalán, manteniendo relevancia únicamente dentro del marco creado por los independentistas con el procés, siempre atado al menguante posicionamiento de Carles Puigdemont. Por esa razón unas elecciones autonómicas en Cataluña parecen inminentes, y la expectativa de una victoria mantiene a ERC incapaz de permitir la investidura de Sánchez en Madrid.
Los sectores más institucionales del independentismo se encuentran atrapados en la misma dinámica que alimentaron, que les da sustento para mantener el dominio de las instituciones autonómicas, al tiempo que les estrecha cada día su margen de maniobra, conduciéndolos al desastre de la impotencia política.
Así, la polarización de la sociedad catalana permite que grupos pequeños, como la CUP, y redes de brigadas de choque, como los CDR, mantengan bajo chantaje a los partidos centrales del independentismo, a Junts per Cat y a ERC, aumentando los costos internos para desescalar el procés y entrar en una negociación racional con otras fuerzas políticas españolas.
Los de ERC, a pesar de –o quizás por– proyectarse como la principal fuerza catalana, también se encuentran presionados, por un lado la presencia de la CUP los amenaza desde el flanco izquierdo, pero también los CDR han desatado una campaña en su contra por el hecho de sentarse a negociar con Madrid.
Cómo hará España para salir del dilema del prisionero
Encerrada en su propia trampa, Esquerra Republicana de Catalunya traslada la presión al PSOE, solicitando a Pedro Sánchez que contacte a Quim Torra, como un nuevo gesto simbólico. El independentismo pretende llevar al gobierno español a establecer con Cataluña un trato de equivalencia, que se distinga del que reciben las demás autonomías, y que se asemeje a unas relaciones de gobierno a gobierno.
Esto sería inaceptable para Moncloa, y sería un gesto que podría generar resquemor en los demás presidentes autonómicos. Por eso Pedro Sánchez decidió que el contacto con Torra sea realizado, junto con el de todos los demás presidentes de Comunidades Autónomas, por un orden de precedencia definido por la antigüedad del Estatuto, sin otorgarle ningún trato privilegiado. Los contactos empezarían con el lendakari del gobierno vasco, Íñigo Urkullu, y sólo después le tocaría el turno a Quim Torra, como president de la Generalitat catalana.
Este juego de posiciones no se puede mantener mucho tiempo. Cada reunión en esta ronda de negociaciones implicaría nuevas solicitudes, y quizás nuevos gestos, pero cada acción acerca las posiciones a un punto muerto, donde los actores se verán obligados a tomar decisiones, es decir, a ceder. El PSOE ha reconocido la existencia de un “conflicto político” en Cataluña, lo que era un punto en la agenda del independentismo, pero le será más difícil avanzar hacia cualquier reconocimiento de un derecho de autodeterminación catalán. No hay elasticidad política en la España actual para avanzar en ese sentido sin pagar un costo político muy alto a corto plazo.
La dirección política de ERC tiene en la mira las posibilidades de triunfar en unas futuras elecciones autonómicas, desplazando a JxCat. Ha crecido hasta hacerse dominante dentro del bloque independentista, pero lo ha hecho desdibujando los otros elementos de su identidad política, e incrementando el poder de influencia y chantaje de los grupos más pequeños e intransigentes. Una victoria en esas condiciones implicaría seguir girando la misma rueda hacia ninguna parte.
Hay una opción, con alto riesgo, que se abre en el horizonte, la posibilidad de avanzar sobre el espacio progresista catalán más allá de las fronteras que ha separado el procés independentista. Esto implicaría presentarse como una opción con vocación transversal superando la polarización inducida.
Así, la decisión de desbloquear la formación de gobierno en Madrid podría ser el primer paso para superar el bloqueo político en que se encuentra la misma Cataluña, deteniendo su carrera hacia el abismo. Esto implicaría para ERC ceder en términos de soberanismo, pero le permitiría ocupar la centralidad política que, en su momento, tuvo Convergencia i Unió.
Esta decisión recibiría los ataques de los grupos más radicales, pero facilitaría volver a tejer la convivencia dentro de una sociedad catalana que se encuentra hoy dividida y polarizada. Esta convivencia interna no se podrá recuperar sin reencontrarse con una España de la que la mitad de los catalanes se sienten parte.
Mientras ERC siga atrapada en el marco que contribuyeron a crear, con la deriva independentista, el costo de facilitar la formación de gobierno en España será muy alto en Cataluña para ellos. De esta manera no habrá gobierno en Navidad, ni en Nochevieja, y quizás ni en Reyes. Pero esta intransigencia tampoco les será rentable a mediano plazo, porque la ventana de oportunidad para desbloquear la política catalana podría cerrarse con unas nuevas elecciones generales. Imprescindible es ceder para avanzar.