Zenaida Amador (ALN).- Venezuela poco a poco desanda sus pasos en el desarrollo para sumirse en la precariedad y son pocos los atisbos de que haya una recuperación si antes no se produce un cambio político. En esta serie de entregas ALnavío analizará a fondo la paralización de una de las naciones más ricas del mundo.
Aunque Venezuela es el país con las mayores reservas petroleras del planeta, que recibió más de un billón de dólares en ingresos entre 1999 y 2012, hoy se encuentra sumergido en una crisis de dimensiones épicas que, entre otras cosas, ha implicado la pérdida de más del 50% de la economía en sólo 6 años y ha llevado a 90% de la población a vivir en la pobreza. Lo más grave de este cuadro es que el deterioro parece no cesar y, por el contrario, se agudiza más cada día debido al conflicto político, donde Nicolás Maduro se impone para seguir en el poder por vías írritas mientras crece la confrontación local e internacional para forzar su salida y restituir el orden democrático en Venezuela.
Aunque Venezuela es el país con las mayores reservas petroleras del planeta, que recibió más de un billón de dólares en ingresos entre 1999 y 2012, hoy se encuentra sumergido en una crisis de dimensiones épicas que, entre otras cosas, ha implicado la pérdida de más del 50% de la economía en sólo 6 años y ha llevado a 90% de la población a vivir en la pobreza
Según el discurso de Maduro, la crisis actual responde a la guerra económica que se ha desarrollado en su contra por parte de la oposición y por el cerco internacional a su gestión, cuya primera manifestación se dio en agosto de 2017 con la aplicación de sanciones por parte del Departamento del Tesoro de EEUU. Maduro intenta así eximirse de responsabilidades sobre lo que ocurre. Sin embargo, la crisis actual tiene antecedentes históricos que datan del gobierno de Hugo Chávez, su antecesor en el poder, y que descansan en el modelo económico impuesto en función de la ideología política impulsada por la llamada “revolución bolivariana”.
A partir de 2013, una vez que los precios del petróleo comenzaron a caer, quedó en evidencia el fracaso del modelo económico estatista aplicado por el Gobierno. Las expropiaciones, intervenciones y el cerco en general a la iniciativa privada pasaron una factura muy fuerte en términos de pérdida de capacidad productiva del país. Pero, sin duda alguna, es la destrucción de la industria petrolera el elemento de mayor peso en la crisis actual, ya que más de 90% de los ingresos de la nación dependen del negocio petrolero que ha retrocedido a niveles de hace 80 años.
En 2019 la crisis alcanza magnitud de abismo. Cálculos de Torino Capital indican que este año los ingresos en divisas podrían llegar a tan sólo 10.473 millones de dólares, es decir, 67% menos que en 2018 y 86% menos que cuando Nicolás Maduro inició su primer mandato en 2013.
Todos los barriles, cero barriles
Recientemente se cumplieron 17 años de lo que para muchos constituyó el punto de quiebre de la industria petrolera venezolana: el inicio de los despidos masivos en Petróleos de Venezuela (PDVSA) por parte de Hugo Chávez, sin importar los méritos profesionales del personal sino su filiación política. Esto dio lugar a un paro petrolero y, finalmente, se tradujo en la salida de 18.000 trabajadores de todo nivel.
Desde entonces a la fecha la principal industria del país ha sido un instrumento político y un ícono del modelo socialista que Hugo Chávez intentó imponer en Venezuela, primero por la vía de una reforma constitucional que, al ser rechazada por la población en las urnas, se convirtió en una línea de Estado. “PDVSA es roja, rojita”, llegó a afirmar en 2006 Rafael Ramírez cuando, como presidente de la petrolera, la declaró un aparato de campaña en favor de Hugo Chávez.
Al final la nómina volvió a crecer y PDVSA terminó captando a más de 40.000 empleados y no precisamente personal técnico o especializado, sino -mayoritariamente- grandes contingentes de articuladores políticos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y de otras organizaciones que le sirven al Gobierno en sus estrategias de propaganda y control social, como han denunciado líderes de la Federación Unitaria de Trabajadores Petroleros de Venezuela (FUTPV).
Esta decisión estratégica fue un golpe mortal en la evolución de PDVSA y del negocio petrolero en general, ya que Chávez había decidido cambiar las reglas de juego del sector para poner la renta petrolera al servicio de la expansión de su modelo político dentro y fuera de Venezuela. Avanzó en estatizaciones, que han generado demandas milmillonarias a la nación, y terminó desatendiendo las actividades medulares de PDVSA así como las inversiones requeridas para que la industria pudiera, al menos, sostener su actividad.
Aunque los planes de expansión previstos en el Plan Siembra Petrolera estipulaban que en 2019 la producción petrolera venezolana sería de 6 millones de barriles diarios, ese número se aleja cada día más en un país con 300.000 millones de barriles de reservas probadas de petróleo. Si bien las sanciones petroleras aplicadas por Estados Unidos en enero de este año tienen algún impacto en esto, la realidad es que el declive ya se venía registrando y sólo ha acelerado su paso.
En 2016 el bombeo de petróleo promediaba 2,5 millones de barriles diarios, en 2017 la cifra rondaba los 1,9 millones, en 2018 estuvo por debajo de 1,5 millones y en marzo de 2019 llegó a 830.000 barriles por día, según Argus. Ahora el cuadro se complica porque a todos estos problemas se añade el colapso del sistema eléctrico nacional.
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Se tranca la rueda
El pasado 7 de marzo ocurrió el primero de una serie de megapagones de carácter nacional que, en un primer momento, hizo que algunas localidades estuvieran más de 100 horas sin servicio eléctrico. Luego se han suscitado al menos otros dos de igual magnitud y numerosas fallas que marcan el día a día de los venezolanos, al punto de que Nicolás Maduro ordenó un racionamiento eléctrico a partir del 1 de abril y que, según su ministro de Energía Eléctrica, Igor Gavidia, pudiera extenderse de 30, 60, 90 días a un año.
La nómina volvió a crecer y PDVSA terminó captando a más de 40.000 empleados y no precisamente personal técnico o especializado, sino -mayoritariamente- grandes contingentes de articuladores políticos del Partido Socialista Unido de Venezuela y de otras organizaciones que le sirven al Gobierno en sus estrategias de propaganda y control social
Las causas de las fallas, según Maduro, responden a ataques de alta sofisticación tecnológica, cibernética y electromagnética, así como a ataques directos hechos por francotiradores a las instalaciones eléctricas y a la penetración de un virus en el sistema por acción directa de Estados Unidos, argumentos para los cuales no ha aportado evidencia alguna. Para los expertos en el área, como Víctor Poleo y Miguel Lara, con amplia trayectoria en el área, las razones radican en la desatención del sector por décadas, el cese del mantenimiento y la falta de continuidad en los proyectos, principalmente por decisiones políticas y por corrupción.
Al momento del primer apagón, cuyo origen estuvo en las líneas de transmisión de la Central de Guri en el estado Bolívar, el sistema interconectado nacional perdió 90% de la energía que llega por la generación hidroeléctrica y las 21 plantas térmicas de Venezuela no respondieron para compensar, dejando al país apagado, lo que puso en evidencia que no están generando electricidad.
¿Por qué razón en un país petrolero no hay generación termoeléctrica? Aunque la respuesta es multifactorial, hay un elemento que destaca y es la falta de combustibles para operar. Al cierre de 2018, según cálculos de algunos analistas, PDVSA sólo suministraba 25% de lo que las empresas térmicas requieren.
Dependientes de importaciones
La destrucción progresiva de PDVSA ha hecho que la industria dependa de las importaciones para el mejoramiento de crudo y para atender las necesidades del mercado interno, lo que en 2018 significó erogaciones por 3.200 millones de dólares, según la firma Ecoanalítica, lo que resulta contradictorio tomando en cuenta que los ingresos del país caen en la medida en que la producción petrolera se contrae.
Para finales del año pasado cerca de 50% de la gasolina suministrada en Venezuela era importada, al igual que una porción importante del menguado diésel surtido para la generación eléctrica e, incluso, del gas distribuido a los hogares vía bombonas. Aun con esto, PDVSA no logró nunca satisfacer plenamente la demanda.
Las fallas en el suministro de gasolina han llevado a fuertes racionamientos en el interior del país, una práctica que el Gobierno evita en la zona central y especialmente en Caracas, para bajar la exposición de la crisis. Sin embargo, el problema persiste y promete escalar.
En el caso del gas doméstico el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos calcula que 95% de los venezolanos depende de este suministro para cocinar, pero en la actualidad el 64% “de los ciudadanos de los principales centros urbanos del país manifiestan que no reciben la bombona de gas en sus comunidades”.
El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social contabilizó 3.716 protestas en 2018 por fallas en los servicios públicos, de las cuales 1.731 se debieron a los problemas con el suministro de gas doméstico.
El perro que se muerde la cola
La crisis eléctrica actual ha arrinconado todavía más a PDVSA. Datos de Reuters señalan que, tras los apagones, los mejoradores de petróleo de la Faja del Orinoco prácticamente no han operado y algunos preparan operaciones de mantenimiento que pueden prolongarse hasta finales de abril.
Según la agencia, las exportaciones petroleras venezolanas desde febrero están ligeramente por debajo de un millón de barriles por día, pero “para mantener estables las ventas al exterior con una capacidad limitada de mejoramiento, PDVSA necesitará importar diluyentes, crudo ligero o nafta pesada, que se pueden mezclar directamente con el aceite extrapesado de la Faja del Orinoco para obtener crudos exportables”.
De allí que la proyección hecha a inicios de año por la Administración de Información de Energía de EEUU de que la producción petrolera bajaría a 700.000 barriles en 2020 se aceleró. La firma Barclays ya habla de ese nivel de bombeo este año debido al problema eléctrico, con lo cual se acentuará la merma en los ingresos, ya que con un menor volumen exportable cada vez pesan más los barriles que se destinan a honrar obligaciones y acuerdos internacionales y que no generan caja. De continuar esta tendencia, el colapso petrolero terminará arrasando al resto de la maltrecha economía venezolana.