Juan Carlos Zapata (ALN).- Chávez protegía a Alejandro Andrade por la tarea que le había asignado –de elevada confianza– en la estructura de financiamiento de la revolución. Lo que se suma a la risa. Al ojo. Andrade lo divertía. Andrade derrochaba simpatía, y no lo hacía enojar. Nunca. Por el contrario, siempre tenía a mano un chiste para el comandante quien, por lo demás, en el cuerpo a cuerpo también era simpático y chistoso. La anécdota de Andrade mostrando las heridas de balas de FAL, y casi desnudándose, arroja una idea del personaje espontáneo y a quien la gracia le brotaba por los poros. Andrade siguió riéndose, convertido en inversionista ecuestre, propietario de caballos pura sangre, de rango nacional e internacional. Más aún, a dos años de la muerte de Chávez y en pleno gobierno de Maduro, mantenía su puesto de director principal del Banco de Venezuela.
El caso Andrade. El caso del extesorero Nacional no es uno cualquiera. No tiene igual significación que Diego Salazar, ni Roberto Rincón, ni Nervis Villalobos. El caso de Alejandro Andrade es un caso bisagra en el chavismo. Del poder chavista como totalidad. Desde Hugo Chávez hasta Nicolás Maduro. Porque con Alejandro Andrade se elabora un entramado que parte desde los tiempos de Chávez y termina –¿o no termina todavía?- con Maduro. Y ello implica:
-El escandaloso monto del dinero saqueado.
-La formación de varios grupos boliburgueses.
-La impunidad con la que reinó ante los ojos de Hugo Chávez.
-La información que maneja.
-El exhibicionismo.
El mundo bisagra con Raúl Gorrín
Andrade reinó en la Tesorería Nacional. Pero ya había pasado por el Fondo Único Social. En el FUS aprendió con asesores y operadores financieros a saltarse la ley porque Chávez también así lo quería, empeñado como estaba en gastar, en derrochar, en usar el dinero a manos llenas para propósitos de clientelismo político. Es en el FUS donde Anfrade comienza a entenderse con Chávez en estos oficios. Teniente, subalterno. Uno de los golpistas de 1992. Miembro del anillo de seguridad del Chávez candidato de 1998. Un anillo conformado, entre otros, por Diosdado Cabello, Nicolás Maduro, Pedro Carreño, el empresario y excadete, Rafael Sarría. Todos progresaron. Todos alcanzaron el poder. Andrade es uno de los militares que compartieron prisión con Chávez en la cárcel de Yare, estado Miranda, después del fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1992. Allí los presos analizaban el país, recibían visitas –Maduro conoció a Chávez en ese sitio-, practicaban la ouija, recelaban entre ellos, discutían y solían jugar al beisbol con chapas de botellas. En uno de aquellos encuentros, una de las chapas impactó en el ojo izquierdo de Andrade, dejándolo tuerto. El responsable del lanzamiento fue Hugo Chávez. Desde entonces se dijo que esto generó un sentimiento de culpa que se convirtió en apego y solidaridad. De allí también devino una relación que resultó más que cómplice en múltiples aspectos.
Y ya aquí cabe el aspecto bisagra que representa Andrade. Pues si bien es cierto que desde más atrás, desde 2005 y 2006, el apellido Gorrín aparecía en el radar de los operadores del Poder Judicial, es con Maduro que aparece adquiriendo Globovisión y Banco Plaza. ¿A cuánto asciende hoy la fortuna de Gorrín?
Cuando Andrade alcanza la Tesorería Nacional en 2007 ya ha ocupado varios cargos en la administración chavista, como el Fondo Único Social. Sale en 2010 de la Tesorería Nacional salpicado por una serie de escándalos, pero en vez de castigo, recibe como premio la presidencia del Banco de Desarrollo, Bandes. Y deja allí a Claudia Díaz, la exenfermera de Chávez. La misma que hoy señala que si es extraditada de España a Venezuela por el gobierno de Maduro corre el riesgo de ser aniquilada. Y de Andrade, hereda contactos, operadores, entre ellos el que hoy también aparece involucrado en el caso Andrade que se ventila en Florida: Raúl Gorrín, el jefe de Globovisión, el jefe de Banco Plaza y Seguros La Vitalicia, empresas que conforman el primer grupo boliburgués estructurado en tiempos de Maduro. Es el mismo Gorrín que entró al Palacio de Miraflores, a las reuniones de empresarios convocadas al Palacio de Miraflores, y lo hizo de la mano de Maduro, de Cilia Flores, a pesar de que Maduro decía que no quería boliburgueses en el entorno, en su entorno. Pero ese es el mismo Gorrín que viene de atrás. También de los tiempos de Chávez. De cuando el Poder Judicial recomponía parcelas de control, tribus, grupos, y allí apareció Gorrín al frente de lo que se llamó «la banda de los enanos», cuya influencia aun se mantiene y llega, incluso, a lo más alto, a la cúpula del Tribunal Supremo.
Y ya aquí cabe el aspecto bisagra que representa Andrade. Pues si bien es cierto que desde más atrás, desde 2005 y 2006, el apellido Gorrín aparecía en el radar de los operadores del Poder Judicial, es con Maduro que aparece adquiriendo Globovisión y Banco Plaza. ¿A cuánto asciende hoy la fortuna de Gorrín? La medida ni siquiera es la cifra, 150 millones de dólares, que según el tribunal pagó en sobornos. La medida no son las empresas, devaluadas en una Venezuela en bancarrota donde los activos valen nada, o casi nada. La medida la llevan los que también estuvieron cerca de Andrade, algunos de ellos que han estado cerca del mismo Gorrín. Y el cálculo se ubica en los 1.000 millones de dólares. Aunque un amigo suyo salta y señala: Nooooo. 500 millones. ¡Solo 500! El empresario José Antonio Cordido Freites señalaba que en Venezuela hay la costumbre de agregarle muchas ceros a las cifras. ¿Será así con Gorrín? Él lo sabe. Lo que saben los otros es que es de los pocos que acumularon dinero y conoce la dimensión exacta del poder del dinero. De allí toda su exposición. El lobby en los Estados Unidos. Y la inclinación al juego del poder en varios tableros. Con la oposición, el Gobierno, en el Poder Judicial. Con las finanzas y el alto poder. De allí que se le vea como un factor que integra a otros factores. Y hasta llegó a hablarse de sus aspiraciones presidenciales. A Gorrín le debe causar ilusión que alguna prensa se refiera a él como el magnate cuando en realidad el origen de la fortuna determina lo que es: un boliburgués.
Andrade hacía reír a Chávez
Andrade se crio en la barriada de El Valle de Caracas. Transcurría el año seis de la revolución chavista y ya se le vinculaba, 2005, a los excesos y los lujos, el que menos, aficionado a los caballos, y a la gran acumulación de capitales. Andrade desarrolló el gusto por los caballos en el Ejército. Es un elemento simpático, entrador. En Caracas, antes de refugiarse en Florida, no le acomplejaban ni los apellidos más añejos ni el dinero de los otros. Caía bien y se metía en el bolsillo a cualquiera, fuera banquero, político, empresario, abogado. Por ello Chávez lo prefería a su lado. Por ello sus nuevos amigos del dinero lo protegían y apuntaban: Andrade es pana. A Chávez lo hacía reír, y a Chávez le gustaba reírse. Y a Chávez le gustaba que fuera él quien se encargara de ciertos trabajos. Andrade sabe mucho. Un trabajo de Fabiola Zerpa y Laura Helena Castillo publicado en El Nacional el 21 de julio de 2013, arranca con este párrafo, demasiado gráfico: «Cuando no hay puesto en el estacionamiento del Country Club de Caracas, Alejandro Andrade siempre encuentra un lugar para sus carros y las motos de los escoltas. Eso dice un socio y jinete que ha visto cómo le cierran las puertas mientras se las abren a Andrade». Hasta tanto, por ejemplo, no llegó Diego Salazar, a pesar de que este sí se hizo socio del Caracas Country Club. Cosas de boliburgueses.
¿No supo nunca Hugo Chávez de las andanzas de Andrade? Claro que sí. Le reclamó y no lo castigó. De nuevo se impuso la lealtad sobre la evidencia del delito. La risa. El ojo. Las tareas. Los encargos secretos. Todo se mezcla en esta relación. Chávez-Andrade.
El hombre que se desnuda
Una vieja anécdota retrata al Andrade de 1998. Ocurre en la casa de Danilo Díaz Granado, uno de los primeros financistas de Hugo Chávez. Díaz Granado ya lo era de Francisco Arias Cárdenas, el otro comandante golpista de 1992 que al contrario que Chávez, sí logró coronar con éxito la operación de aquel día, tomando el bastión militar y la gobernación del Zulia. Fue preso, igual que Chávez, pero salió antes para formar parte del gobierno de Rafael Caldera –dirigió el Programa de Alimentación Infantil– y ganar luego la gobernación de Zulia, donde no hizo una mala gestión. Fue Arias Cárdenas el que estableció el puente entre el financista y Chávez. En resumen, la anécdota remite al primer desayuno en casa de Díaz Granado. Está también allí Umberto Petricca, el rey del asfalto, que ya había pavimentado las principales vías del Zulia. En ese encuentro Díaz y Petricca conocen a Hugo Chávez, y resulta que el personaje es simpático, reparte besos a la servidumbre, le toca la barriga a la mujer del anfitrión que está encinta y augura que allí se gesta el primer bebé bolivariano. Y allí con Hugo Chávez se encuentra un tímido, humilde y reservado Pedro Carreño haciendo las veces de chofer. Después aparece Alejandro Andrade, quien casi desnudándose, atrae la atención, mostrando las heridas de balas FAL, recuerdo del golpe del 4-F. Y no se sonroja. Y los otros sonríen y le celebran la ocurrencia. Y él también sonríe. Y es el mismo Andrade que reinará por años en la Tesorería Nacional y las finanzas públicas, y al que los banqueros comienzan a estimar una fortuna sideral. Que tampoco puede medirse por la cifra, 1.000 millones de dólares, del caso por el que se ha declarado culpable.
Vuelven a hablar los amigos de Andrade, y algunos exasesores de los tiempos de la Tesorería, y lo montan en cifras mínimas de 2.000 millones de dólares, pero acotando que hay que tomar en cuenta lo que acumuló ese grupo, lo que llevan a cuenta los testaferros, lo cual sube la apuesta hasta los 3.000 millones de dólares, y ello confirma la sospecha de aquellos banqueros que se atrevían a hablar de cifras siderales y no se podía creer porque cómo, imposible, sí, es casi imposible acumular tanto en tan poco tiempo. Y esa medida supone que hoy Andrade posea más que Gustavo Cisneros, que Oswaldo Cisneros, que Lorenzo Mendoza, que Umberto Petricca, que han trabajado por años las empresas que heredaron o formaron, consolidando paso a paso lo que se tiene. Petricca suele decir: Yo tengo lo que no gasto. Andrade parece decir lo contrario: Yo tengo lo que gasto. En lujos de toda especie. Y aquí está el exhibicionismo. ¿No le llegaban los rumores a Chávez? ¿No se lo comentaba la inteligencia cubana? No le interesaba a los cubanos, en verdad. Porque Andrade era quien por órdenes de Chávez transfería recursos. O era uno de los que lo hacía. Un exasesor del Ministerio de Finanzas, en el remoto 2008, cuenta que estando en la oficina de Andrade llamó Hugo Chávez y le solicitó 300 millones de dólares para los “hermanos” de Cuba. Andrade atendió, obedeció y comentó el encargo. Y la contabilidad fue un papelito en el que anotó la cifra que guardó en una gaveta.
El destape de los boliburgueses
Andrade tuvo esa época. La de 2009. Un periodo de oro. Cuando la boliburguesía está enloquecida comprando bancos, empresas, compañías de seguros, y también acumulando poder. Chávez entonces corta por lo sano. Decreta la muerte de quien fuera su aliado -lo ayudó a romper el cerco alimenticio- en el paro empresarial de 2002-2003. Cae Ricardo Fernández Barrueco porque ahora le resultaba un personaje incómodo para los propósitos del proceso. El grupo había crecido. Era un pulpo, un conglomerado agroindustrial y financiero. Y Chávez quería un proceso libre del factor capital que perturba e influye en las relaciones de poder. Su línea de acción era no compartir el poder. Tumba a Fernández Barrueco y después vino el efecto cascada que le costó al país 8.000 millones de dólares, en lo que se dio en llamar la “minicrisis financiera”. Destapada la olla, se destaparon otras, unas que cocían a fuego lento y otras a presión. Pero Chávez sabía el origen de los fondos de los boliburgueses. Venían de allí. Buena parte de la Tesorería.
Andrade desarrolló el gusto por los caballos en el Ejército. Es un elemento simpático, entrador. En Caracas, antes de refugiarse en Florida, no le acomplejaban ni los apellidos más añejos ni el dinero de los otros. Caía bien y se metía en el bolsillo a cualquiera, fuera banquero, político, empresario, abogado. Por ello Chávez lo prefería a su lado. Por ello sus nuevos amigos del dinero lo protegían y apuntaban: Andrade es pana. A Chávez lo hacía reír, y a Chávez le gustaba reírse. Y a Chávez le gustaba que fuera él quien se encargara de ciertos trabajos. Andrade sabe mucho.
Entre 2008 y 2009, el secretario general de Acción Democrática, Henry Ramos Allup (después presidente de la Asamblea Nacional) llevaba seis meses recabando información de la lista de los boliburgueses y el caso Fernández Barrueco le vino como anillo al dedo. Había tela que cortar. Los boliburgueses estaban desatados. Ricardo Fernández Barrueco y su grupo cometieron el error de confiar en los ingresos y el cobro oportuno de las facturas gubernamentales de Mercal y PDVAL. Sin embargo, al trancarse el flujo de pagos se pensó en otra solución, estimulados por figuras del chavismo: la oportunidad de adquirir bancos apalancados con los recursos del gobierno. Aquí es cuando se establece el juego de Andrade. En el mecanismo de Fernández Barrueco, tanta liquidez en las empresas, tanto manejo de efectivo, imponían en la práctica contar de manera directa con los mecanismos de crédito. Reconocidos analistas del mercado ya habían adelantado esta opinión, en reuniones privadas: en ese grupo lo que se ha montado es una voladora. Los bancos son una corrida hacia adelante. Es así como se contagia la fiebre bancaria. Porque muchos quieren ser banqueros. Ser banquero brinda prestigio. No es lo mismo ser atunero que banquero. El dueño de banco ingresa en otra liga. Primero es la compra del Confederado, Bolívar y Banpro por parte de Ricardo Fernández y su grupo. Luego es la compra de Banorte por parte de José Zambrano, cuya ocupación anterior era vender trajes en una tienda de Barcelona, estado Anzoátegui, y de golpe se desata en gastos de suntuosidad de magnate oriental. Después la compra de Banco Real y Central por parte de Pedro Torres Ciliberto. Más tarde, la compra de Mi Casa e Inverunión por parte de Gonzalo Tirado, quien antes manejaba los negocios de Allen Stanford en Caracas. Por último, la compra del Canarias y los intentos de fusión con los otros bancos adquiridos previamente por parte de Fernández Barrueco. Casi en simultáneo, Torres Ciliberto adquiere Seguros La Previsora, Seguros Los Andes y Seguros Premier. Hay un revuelo de operaciones entre 2008 y 2009. Los nuevos actores toman confianza, y el dinero fluye desde Banfoandes, desde el Bandes, desde el Banco del Tesoro, desde la Tesorería Nacional, donde reina el teniente Alejandro Andrade; también mana el dinero desde PDVSA, y chorrea dinero de las emisiones de deuda y operaciones cambiarias de PDVSA, donde reina Rafael Ramírez. Alrededor de 20.000 millones de dólares en emisiones de bonos entre 2005 y 2009. En una de sus primeras intervenciones, el domingo 29 de noviembre de 2009, en el ojo de este torbellino endemoniado, Chávez habla de la necesidad de investigar la banca estatal, a Banfoandes en particular, por los altos montos de dinero colocados en la banca privada.
Cada minuto del extesorero de Hugo Chávez se medía en miles y miles de euros
–Eso es contrarrevolucionario porque en vez de dar el dinero en forma de préstamos para el pueblo, lo tienen ganando intereses. Eso es una irregularidad administrativa que vamos a combatir con todas las armas posibles.
A Chávez le gustaba tronar. Para el público. Pero todo seguía su curso. A menos que el individuo o el funcionario en cuestión se metiera a conspirar. O a creerse muy poderoso. O hablar mal de Chávez. O a perturbar las relaciones de poder.
Caen todos pero Andrade sigue en pie
La compra de bancos por parte de Fernández Barrueco conduce a una primera interpretación: que se estaba corriendo hacia delante, ganando en masa crítica y ganando niveles de apalancamiento y, a la vez, sorteando el asunto legal de quién compra qué. Lo que dispara las alarmas es el monto que se anuncia va a desembolsar Banpro por el Banco Canarias: 2.500 millones de dólares oficiales. ¿Cómo? Si el gobierno había pagado por el Banco de Venezuela 1.650 millones de dólares, incluyendo los dividendos no repatriados por el Grupo Santander; y Julio Herrera Velutini iba a pagar casi 300 millones de dólares por el BNC de José María Nogueroles. Y el Canarias era un banco de mediano tamaño. Modesto, más bien. Otra versión la arrojaba la defensa de Fernández Barrueco, el abogado Antonio Guerrero. Declaraba que de la misma Superintendencia de Bancos salió el clamor de que Fernández le metiera el hombro al Canarias, «en el que había problemas». Según el abogado, Fernández no tardaría en responder que él tenía la plata. De manera directa, sería el ministro de Finanzas Alí Rodríguez –ahora fallecido- quien los exhorta a seguir adelante, según dijo una fuente del grupo de Fernández Barrueco. La verdad es que era poco ortodoxo el esquema. El esquema de la autoridad y del mismo banquero, el boliburgués. Un esquema mantenido por más de un año. Los bancos flotaban no por el negocio bancario sino por los depósitos llegados de Banfoandes, Bandes y la Tesorería Nacional, por obra y gracia de Alejandro Andrade. El mercado no desconocía la situación. Tampoco las autoridades. De hecho, son Nelson Merentes (BCV) y Jorge Giordani (Planificación), quienes venían repicando las campanas; alarmas que también enciende el ministro Alí Rodríguez, pues ya el asunto se les había escapado de las manos, comentó entonces una fuente en el alto gobierno, y los tres se muestran dispuestos a anular el papel de Andrade, bajar la influencia de Andrade ante Chávez, puesto que el teniente parecía un ente autónomo en la estructura financiera del Estado, haciendo fiesta con los depósitos públicos, quemando, sin estrategia ni plan, bonos de la República, entorpeciendo el programa dirigido a bajar el dólar permuta.
Giordani estaba convencido, según versiones del mismo gobierno, de que no podía ir directamente contra Andrade por la protección que gozaba de parte de Chávez, y la única manera de bajarlo del trono desde el que reinaba, era tumbando primero las casas de bolsa y los bancos de los boliburgueses. Había que poner en evidencia el rol que desempeñaba en un esquema que terminaría afectando la revolución. A Andrade lo anulan, cierto; pero solo dos años después es cuando la alianza de Giordani, Alí Rodríguez y Nelson Merentes, logra sacarlo del cargo de tesorero nacional.
Chávez protegía a Andrade por la tarea que le había asignado –de elevada confianza– en la estructura de financiamiento de la revolución. Lo que se suma a la risa. Al ojo. Andrade lo divertía. Andrade derrochaba simpatía, y no lo hacía enojar. Nunca. Por el contrario, siempre tenía a mano un chiste para el comandante quien, por lo demás, en el cuerpo a cuerpo también era simpático y chistoso. La anécdota de Andrade mostrando las heridas de balas de FAL, y casi desnudándose, arroja una idea del personaje espontáneo y a quien la gracia le brotaba por los poros. Andrade siguió riéndose, convertido en inversionista ecuestre, propietario de caballos pura sangre, de rango nacional e internacional. Más aún, a dos años de la muerte de Chávez y en pleno gobierno de Maduro, mantenía su puesto de director principal del Banco de Venezuela.
Y Chávez lo siguió protegiendo
Lo cierto es que entre alarma y alarma, la Superintendencia de Bancos toma nota y es ahí, ante las evidencias apuntadas por Merentes, Rodríguez y Giordani que comienzan las actuaciones, se giran las comunicaciones exigiendo al grupo de Fernández Barrueco que aclare el origen de los fondos, que necesita el visto bueno de la autoridad para pasar operaciones en bolsa y que se ajuste a los requerimientos. Valga ilustrar el papel de Andrade con este detalle: al cierre de 2008 el 18% del volumen global de colocaciones públicas se concentra en los bancos de Ricardo Fernández pese a que la Superintendencia ya le ha advertido al Banco Canarias que baje la exposición, la dependencia. Esos fondos públicos, se supone, son los que apalancan la compra de Seguros La Previsora, Seguros Los Andes y Seguros Premier por parte de los dos grupos aliados, el de Fernández y el de Torres Ciliberto. De hecho, el ministro de Finanzas anunciaría que las averiguaciones se iban a extender hacia las aseguradoras y casas de bolsa. En ese sentido, allanan U21 Casa de Bolsa, firma relacionada con el Banco Canarias en el apalancamiento y captaciones de recursos, y el lunes 7 de diciembre el Sebin allana la sede de Seguros La Previsora. Tal volumen de depósitos es el que, demasiado tarde, lleva a Chávez a declarar y a requerir:
–¿Dónde está el presidente de Banfoandes? (Es Andrade). Estuve revisando este tema y me llamó la atención que una cantidad gigantesca de recursos están en bancos privados. Por cierto, Banfoandes es uno de los bancos que mantiene recursos en la banca privada. Eso es una irregularidad administrativa. Yo esperaré su llamada telefónica o que se reúna mañana conmigo… No podemos permitir que los recursos del pueblo terminen en manos de la burguesía. He pedido a la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, que investigue.
Eso también quedó en simple enunciado. ¿Qué hizo la fiscal? Nada. Después Chávez defendió a Alejandro Andrade, ubicándolo en el pedestal de los funcionarios leales a la revolución. Lo mismo hizo con Ramírez. Lo mismo con Adán Chávez, amigo y protector de Ricardo Fernández Barueco. Pagaron los funcionarios sin peso específico en el poder. Pese a que denuncias no faltaban, con nombre y apellido. El 29 de diciembre de 2009, el periodista de El Universal, Víctor Salmerón, escribió: “Hasta ahora, la Fiscalía General de la República ha obviado la complicidad de los funcionarios públicos en la gestación y exposición de la banca paraestatal”.
Lo que dijo Henry Ramos Allup
La rueda de prensa de Ramos Allup iba del mundo boliburgués y mucho más. El dirigente habló por espacio de hora y media. El país estuvo en vilo, esperando los nombres y las conexiones. Hacía tiempo que un político de la oposición no acaparaba la opinión nacional. Después se sabrá que dentro del gobierno la expectativa era mayor, y hasta Chávez quedaría sorprendido del nivel de detalles y de los nexos tejidos en cada nombre, en cada funcionario. Ese día, 30 de noviembre de 2009, Ramos Allup los bautizaría como los bolifuncionarios, precisando que la boliburguesía no era posible sin el apoyo de los bolifuncionarios.
Explota el caso Andrade y se confirman los números de la corrupción y la deuda externa
–Estos son delitos continuados, estos son los agentes principales, cómplices y cooperadores –señaló Ramos Allup–. Amasaron fortunas mediante la tramitación de licencias de importación de alimentos, compra y venta de divisas preferenciales, compra de bancos, aseguradoras, casas de bolsa, bonos de la deuda pública y otros papeles del Estado, sobreprecios en las pólizas de seguros, como la del Ministerio de Educación cuyo sobreprecio se ha calculado en 350 millones de dólares.
Ramos Allup apuntó directamente al entorno presidencial. Habló de la responsabilidad de Rafael Ramírez, presidente de PDVSA, y de su cuñado, Baldo Sansó –responsable del proyecto Carabobo de la Faja del Orinoco–, así como de su primo, Diego Salazar, a quien se le ha dado la potestad de intermediar los seguros y reaseguros de PDVSA. Habló, por supuesto, de Ricardo Fernández y Pedro Torres Ciliberto; de Omar Faría Luces, presidente de Seguros Constitución, de los hermanos Leopoldo, Gabriel y Juan Carlos Castillo Bozo, propietarios del Banco Banvalor y Seguros Banvalor, manejadores de la mencionada póliza del Ministerio de Educación cuando Aristóbulo Istúriz era el ministro (Es curioso que Istúriz dos semanas después sea el ponente ante el congreso del PSUV acerca de ética y banca. Ninguno de los delegados le inquirió sobre su relación con los hermanos Castillo Bozo). Ramos Allup incluyó a Arné Chacón, socio de Torres Ciliberto, hermano del ministro Jesse Chacón. Incorporó a George Kabboul, bajo cuya responsabilidad en Bariven, filial de PDVSA, estuvo importar con sobreprecio alimentos para PDVAL, incluyendo miles de toneladas de leche contaminadas compradas a China. Y apareció el nombre del tesorero Nacional, Alejandro Andrade.
Vuelven a hablar los amigos de Andrade, y algunos exasesores de los tiempos de la Tesorería, y lo montan en cifras mínimas de 2.000 millones de dólares, pero acotando que hay que tomar en cuenta lo que acumuló ese grupo, lo que llevan a cuenta los testaferros, lo cual sube la apuesta hasta los 3.000 millones de dólares, y ello confirma la sospecha de aquellos banqueros que se atrevían a hablar de cifras siderales y no se podía creer porque cómo, imposible, sí, es casi imposible acumular tanto en tan poco tiempo. Y esa medida supone que hoy Andrade posea más que Gustavo Cisneros, que Oswaldo Cisneros, que Lorenzo Mendoza, que Umberto Petricca
Entre los cómplices de los bolibanqueros el dirigente político incluyó a los funcionarios de la Superintendencia de Seguros, Superintendencia de Bancos y Comisión Nacional de Valores. La caída de Fernández Barrueco acarrearía también la destitución y detención del presidente de la Comisión Nacional de Valores, Antonio Márquez Sánchez, por hacerse la vista gorda ante las operaciones en bolsa efectuadas por el empresario en desgracia; de Fernando de Candia, presidente por cinco años de la Comisión Nacional de Valores –fungía como presidente del Banco Confederado, propiedad de Fernández Barrueco–; en cuya gestión, antes de aparecer vinculado a Fernández Barrueco, en Estados Unidos estalla el caso Rosemont que trajo como consecuencia que se congelaran cuentas de casas de bolsa venezolanas, lo cual originó su salida del cargo; habló de Luis Suárez Montenegro, exfuncionario del Banco Industrial de Venezuela, del Ministerio de Infraestructura, del Fondo de Edificaciones Penitenciarias, de Fundabarrios, quien al momento del escándalo era director de Baninvest y Banco Real, dos de los bancos de Torres Ciliberto. A Suárez Montenegro se le vinculó al entorno de Diosdado Cabello. Es Ramos Allup quien por primera vez señala la existencia del «barraganato», o amante presidencial, vinculadas a negocios y contratos. La barragana o amante, era un tema sensible desde que a Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi los afectó en el ejercicio de la presidencia, pero a Chávez no lo perjudicó, ni de lejos. La verdad es que tampoco era así. Tal vez una amiga de ocasión. Porque las barraganas de los expresidentes tenían poder, asumían el poder de manera pública, sin pudor, y hacían vida con ellos. Pero esta mujer hizo dinero acercándose a Chávez. Ramos Allup no la identificó con nombre y apellido, aunque aludía a una exMiss vinculada al presidente, hermana de un jerarca militar del entorno presidencial. Ramos Allup la bautizó con el mote de bolibarbie: y así comenzó a ser conocida.
Todo este entramado, en palabras de Ramos Allup, era responsable de buena parte de la «boliporquería», al tiempo que criticaba las medidas correctivas de Chávez, pues las mismas eran «como curar cadáveres: ya el daño está hecho y es irreparable». Esto no es corrupción, «es saqueo», insistirá, años más tarde, el analista Pedro Benítez, uno de los primeros en usar el término, igual que el exministro de Cordiplan Gumersindo Rodríguez. Y de saqueo habló el mismo Fernández Barrueco cuando le quitaron las empresas y terminaron destruidas. A Ramírez y a Andrade los colocaba Ramos Allup en el plano principal de suministrar los fondos para las distintas fechorías. «Andrade manda más que el presidente», señaló, «nadie lo toca», «pasa por encima de los ministros de área», al tiempo que recordaba lo del ojo. Remitía al accidente en que Chávez le había malogrado el ojo cuando ambos estaban presos.
–Nos salió carito ese accidente –apuntó Ramos Allup.
Y enseguida acotó que Andrade y Ramírez «son los grandes proveedores de fondos de los boliburgueses, y estos necesitan lavar sus fondos, mediante la compra de banquitos y así evitar que se prendan las alarmas en el sistema financiero extranjero donde no podrían acreditar el origen de esos fondos. Y la historia le dio la razón. De Ramírez y Andrade salieron elementos, cifras, fortunas, grupos. Todos aquellos nombres han sido confirmados. Desde adentro como desde afuera del chavismo. Desde adentro por las actuaciones del fiscal de Maduro, Tarek William Saab, y desde afuera, en el caso de Andrade, por las autoridades de los Estados Unidos, o en el caso de Ramírez, por las investigaciones en Andorra, en las que aparecen Diego Salazar y PDVSA como factores principales. Y las averiguaciones de afuera y adentro no remiten a cifras pequeñas. Remiten a las cifras siderales que sospechaban los banqueros cuando sumas de esa magnitud parecían cosas de locos. No puede ser. Remataba Ramos Allup con esto: “Qué curioso que los boliburgueses ponen sus dineros en países capitalistas y no se les ocurre enviarlos a los países de gobiernos mendigos como Ecuador, Bolivia o Cuba. Esos banquitos adquiridos por los boliburgueses, los compraron a muy buen precio ya que sus propietarios vendieron porque los ricos son asustadizos y los pusieron manos arriba». Ahora ese dinero es el que los delata.
Luego Andrade se fue. En 2016 el chavismo andaba nervioso. Sobre todo el chavismo militar. Por los secretos de Andrade. Por la información que maneja Andrade. De muchos. Del propio Chávez. La ida a Estados Unidos del exministro de Finanzas y exgobernador, Rafael Isea, también los puso nerviosos. Pero no tanto. La información de Andrade es mucho más valiosa. Y eso es lo que está en juego hoy. Información que vale fortunas. De muchos. De entramado. De grupos. De gente cercana al entorno presidencial de Chávez y Maduro. Ya a mediados de 2016 el poder chavista conocía del rol de Andrade en calidad de testigo protegido. Como ya no estaba Chávez para protegerlo, mejor Florida. Entonces Diosdado Cabello dijo que había gente que se hacía llamar revolucionaria y ahora vivía allá en Miami disfrutando de la buena vida. Para Andrade, será otra vida. Lo que decida la justicia.