Redacción (ALN).- La inflación de agosto por el descalabro en el tipo de cambio dejó a muchos venezolanos en «dieta forzosa». Tal es el caso de Luz María Pineda, una venezolana de 54 años, tiene 10 hijos en casa. Su esposo, vigilante en turnos de día y noche, gana 100 bolívares (unos 12,5 dólares) a la semana, que apenas alcanzan para alimentarles. A veces, se quedan cortos.
“Está difícil la situación para todos y, para el que tenga hijos, más”, afirma la señora, wayuu, mientras camina tomando de la mano a uno de sus pequeños, de tres años, en un centro comercial de Maracaibo, una de las principales ciudades del país. Nunca se esperó “el golpe” de agosto, dice, cuando la moneda se devaluó y la inflación volvió a galopar.
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Venezuela registró en agosto la inflación mensual más elevada de los últimos 12 meses, de un 17,3 %, según el Observatorio Venezolano de Finanzas, de tendencia opositora. La cifra triplica la inflación en Colombia y duplica la de México, Uruguay y Chile en todo 2021.
El país suramericano, gobernado por el dirigente socialista Nicolás Maduro, acumula un alza de precios del 153 % en el último año, de acuerdo con el mencionado Observatorio.
La canasta alimentaria aumentó 21,66 % en comparación con agosto de 2021 y el salario mínimo cubre un 4,3 % del costo de los alimentos básicos para una familia (unos 371 dólares), indicó ese organismo. Pero en ciudades del interior, como Maracaibo, la crisis se siente con particular acento: la canasta alimentaria aumentó en agosto a 517 dólares, según su Cámara de Comercio.
“El alimento es lo que más me preocupa”, admite Luz María. Da a sus niños chicha [bebida de maíz fermentado] y “arepitas” de harina para “sostenerlos”, precisa. El kilo de arroz que suele comprar cada tanto pasó de costar 5 bolívares a 8,5 en apenas días. “¿Cómo compro el ‘salado’, la carne, el queso? Lo que puedo llevarme a veces es un atún, una sardina”.
Si bien la comida es prioritaria, le preocupan los uniformes y los útiles que deben usar sus niños en el año escolar por comenzar. “No se puede ni preguntar” precios, expresa, parada frente a una tienda que ofrece “textos” para el colegio, globos, repostería y obsequios.
El factor que disparó los precios hace semanas fue la devaluación en 37 % del bolívar venezolano ante el dólar estadounidense, explica el economista, diputado electo en 2015 y miembro del Observatorio Venezolano de Finanzas, José Guerra, hoy en el exilio.
Esa devaluación “se traspasó” a los precios con un alza de poco más de un 17 %, detalla. “En los meses subsiguientes, probablemente a un menor ritmo, se va a seguir ese efecto del traspaso de la devaluación de agosto hacia los precios”, asegura a la Voz de América.
Venezuela salió de un ciclo hiperinflacionario de más de cuatro años al hilo apenas en febrero pasado. Hoy, se encuentra en una “fase de alta inflación”, comenta Guerra.
Su augurio no es optimista. “Ese proceso va a continuar. Esto va a persistir. [Lo vivido en agosto] disolvió el poder adquisitivo de los salarios y pensiones a la mitad”, puntualiza.
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