Daniel Gómez (ALN).- El escritor español fue profesor en Alemania. Allí dio clase al venezolano Christian Santos, hoy delantero del Deportivo de La Coruña en segunda división. Fernando Aramburu recordó este detalle en su columna de El Mundo porque, mientras navegaba por internet, se topó con un golazo de su exalumno al Espanyol. Le emocionó.
A Christian Santos, de 30 años, le está costando triunfar en España. Este delantero venezolano llegó a La Liga en 2016. Lo fichó el Alavés. Le avaló un estupendo periplo en Holanda. Allí jugó en el Nijmegen de segunda división. En 71 partidos anotó 41 goles. No tuvo tanta puntería luego. Hasta la fecha sólo ha anotado 10.
Este detalle le dio igual a Fernando Aramburu. El escritor español, en la columna que escribe los domingos en El Mundo, se puso nostálgico. Rememoró su etapa de profesor. Recordó a los alumnos. Pero antes comentó cómo se distrae por las redes sociales.
“Una posibilidad de deleite infalible proviene de las escenas de partidos de fútbol con goles bellos, raros, fraudulentos, ridículos… Fue así, durante un breve alto en el trabajo, como descubrí un gol fastuoso que le supuso la victoria al Alavés contra el Espanyol en la jornada undécima de la temporada 2017-18 de la Liga Santander”.
El adjetivo de Aramburu fue preciso. Medio minuto de juego. El Alavés, tras un córner, frena el contragolpe del Espanyol. El balón regresa al área y la defensa es incapaz de despejar la pelota. Esta finalmente cayó llovida al punto de penalti. Allí apareció Santos. De volea, con la pierna izquierda, le quitó las telarañas a la red. Fue, efectivamente, un gol “fastuoso”.
Ese tempranero tanto le dio la victoria al Alavés. Fue el único de ese encuentro. Santos lo celebró con rabia. A Aramburu le hizo recordar. “Había sido dos décadas atrás alumno mío en un colegio de la ciudad alemana de Lippstadt”, escribió.
Santos es venezolano y alemán. Nació en Ciudad Guayana, pero pronto migró a Alemania. Allí creció. Allí estudió. Allí jugó al fútbol. Jugaba mucho al fútbol. Se perdió algunas clases por ello
Santos es venezolano y alemán. Nació en Ciudad Guayana, pero pronto migró a Alemania. Allí creció. Allí estudió. Allí jugó al fútbol. Jugaba mucho al fútbol. Se perdió algunas clases por ello.
“Recuerdo asimismo a su madre, quien con frecuencia venía al colegia a disculpar la ausencia de su hijo por causa de un entrenamiento, un partido, un viaje con el equipo”, apuntó el escritor.
Aramburu agregó que Santos ha sido internacional con Venezuela. “A sus nietos podrá contarles que hizo un gol con el muslo a Brasil”. Este fue su único gol. De poco sirvió. Quizá inyectó algo de esperanza a la Vinotinto para soñar con ganar a la canarinha, que hasta ese tanto iba 2-0 por delante. Sin embargo, el partido lo acabó resolviendo por 3-1.
El escritor rememoró más alumnos suyos que ahora “son señoras y señoras respetables”. No todos. También tuvo la desgracia de ver a algunos morir de forma prematura, o de sumergirse en el abismo de las drogas. Pero Aramburu mira el lado positivo: “Los veteranos de la docencia conocen bien el pinchazo de orgullo que se siente al constatar que un antiguo alumno suyo ha salido adelante en la vida”.
De Christian Santos se sintió orgulloso. Hasta el punto de citarle por nombre y apellido en el artículo. Con ningún otro lo hizo. Hasta tal punto se sintió orgulloso que incluso recordó su periplo futbolístico, recordando ese gol con el Alavés, su gol ante Brasil, y también advirtiendo que ahora juega en segunda división con el Deportivo de La Coruña.
No se le escapó un detalle. Ni siquiera cuando en clase, hace dos décadas, jugaban a “la patata”. Si los alumnos se comportaban bien, Aramburu organizaba una partida. Consistía en formar una pelota con papel de periódico. Para Santos eso servía como balón. Hasta lo remataba con la cabeza.
“Obediente como era, Christian dio un brinco y le arreó un vistoso testarazo al baloncito de papel. No es mi intención arrogarme méritos ajenos; pero tampoco quiero callar que en internet puede verse un hermoso gol de cabeza de mi exalumno y que el cabezazo al balón se parece al que le dio a una bola de papel en una lejana aula del pasado”.