Pedro Benítez (ALN).- Es una vieja relación de amor/odio de los gobiernos argentinos con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Lo particular, en esta oportunidad, es que el presidente Alberto Fernández necesita un nuevo acuerdo con el siempre discutido organismo multilateral, pero no cuenta con el apoyo de su propia coalición de Gobierno. Concretamente, de su vicepresidenta y jefa política Cristina Fernández de Kirchner.
Desde hace más de un año, el ministro de Economía del Gobierno de Fernández, Martín Guzmán, viene buscando un acuerdo con el FMI que le permita extender los plazos de pago de 19.000 y 20.000 millones que, para 2022 y 2023, respectivamente, tiene comprometidos con esa institución.
Esos pagos son parte de los 44.000 millones de dólares de la deuda que el Estado argentino contrajo con el FMI en 2018, durante la presidencia de Mauricio Macri, y son tema de discordia de la política del país austral con la que el kirchnerismo ha venido atacando a los que hoy son oposición y ayer fueron Gobierno.
Sin embargo, la cuestión central es que el ministro Guzmán considera imprescindible posponer los mencionados desembolsos a fin de aliviar las ahogadas finanzas públicas argentinas. Pero a cambio, el FMI exige un ajuste fiscal que (aparentemente) el Gobierno de Fernández rechaza.
En un contexto de creciente inflación, y de repunte del precio del dólar en el mercado paralelo, el incumplimiento de esos compromisos sería un mazazo contra la confianza que precipitaría la nueva crisis económica que se está cocinando.
Aunque Argentina tuvo una impresionante recuperación del 10% de su Producto Interno Bruto (PIB) en 2021, viene de una caída de -9,9% en 2020, el año de la pandemia. Además, ese desempeño se ve opacado por el repunte de la inflación, superior al 50% (una de las más altas del mundo), y de la pobreza, que abarca al 40% de la población.
«Colapso del Estado»
En la reciente apertura del foro económico que anualmente se da en Davos, Suiza, se presentó un informe global con un extenso análisis donde se identifican los cinco principales riesgos para cada país. En el caso argentino, se detalla entre sus principales riesgos el posible “colapso del Estado”. Detrás de todos sus problemas económicos se encuentra el descontrolado gasto público.
Por lo tanto, para el Gobierno de Fernández es muy importante llegar a un acuerdo con el FMI. No obstante, a lo largo de los meses no ha sido posible; pero no porque no quiera; no porque el FMI sea demasiado inflexible; y tampoco porque la oposición (que desde diciembre es mayoría en el Congreso) se lo impida. El verdadero obstáculo es Cristina Kirchner.
Este es el verdadero telón de fondo de la situación económica de Argentina, la disputa entre el presidente Fernández y su vicepresidenta. Él despacha desde la Casa Rosada, pero ella es la que manda.
El presidente y su ministro reconocen la necesidad de un programa de reducción del déficit fiscal, pero alegan que debe ser sobre la base del crecimiento y no del recorte del gasto público.
Los cuestionamientos de CFK
Sin embargo, la vicepresidenta Kirchner, que ya ha hecho caer a varios ministros de Fernández, no ha dejado de cuestionar las políticas de “ajuste” del ministro de Economía. Además, es ampliamente conocido que ella ha hecho de la disputa con el Fondo un punto de honor. De cara a la galería, el ministro Guzmán mantiene un tira y afloja en sus negociaciones con el FMI. Una situación curiosa en la cual acusa, y hasta amenaza, a quien necesita le dé asistencia financiera.
Pero a quien realmente intenta persuadir es a la dueña del poder político, la señora Kirchner. En estas idas y venidas se han ido los meses para la Argentina agravando cada vez más su delicada situación económica.
En un intento por apuntalar su posición el ministro Guzmán buscó el apoyo de uno de los pesos pesados de la opinión pública mundial. El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, quién recientemente se refirió a “el milagro argentino” para describir la situación de país tras la pandemia y acompañó el elogio con fuertes críticas al FMI.
“El país disfruta de una recuperación notable”, afirmó el economista y académico estadounidense en un artículo publicado en la revista Project Syndicate, y que ha sido citado una y otra vez por el Gobierno.
Fernández, acosado por varios frentes
Aunque llama la atención que Stiglitz, un economista muy preocupado por la desigualdad y sus efectos, pase por alto que en América Latina, y en particular en la Argentina, ha sido la inflación la principal promotora de la desigualdad, favoreciendo a las rentas altas y perjudicando a los trabajadores y a la clase media, sus comentarios tienen, por lo visto, una destinataria muy concreta.
Hace una década, Stiglitz aplaudió las políticas económicas del kirchnerismo en Argentina y de sus aliados chavistas en Venezuela. Se podría suponer que su opinión sirva de respaldo, pero no ante el FMI, sino ante el propio kirchnerismo y su jefa espiritual, en ese juego de disimulo que caracteriza a la política argentina hoy, donde el verdadero adversario no es el que parece ser, sino el que está en otro lugar.
Acosado por varios frentes a la vez, Alberto Fernández no está bregando por salvar la economía de Argentina, sino a su propio Gobierno. Pese a los elogios de Stiglitz, la escalada inflacionaria es una de las razones, sino la principal, de los altos niveles de impopularidad presidencial y por lo tanto una pesada rémora para el kirchnerismo.
Significativamente, es la propia oposición congregada en la coalición de Juntos por el Cambio, del expresidente Macri, la más interesada en preservar la estabilidad institucional del presidente Fernández; porque si él cae lo reemplazaría su vicepresidenta.
Mientras tanto, el reloj de la bomba de tiempo económica sigue corriendo.