Pedro Benítez (ALN).- En los 18 meses de gobierno de Alberto Fernández hay tres millones de nuevos pobres en Argentina. Hoy, 19,2 millones de argentinos, de una población de 47 millones, son pobres, y de ellos, 4,5 millones son indigentes. Una consecuencia, sin duda, de la crisis provocada por la pandemia. Pero hay otro motivo más de fondo que explica estas dramáticas cifras: El otrora granero del mundo sigue atrapado en el círculo vicioso del populismo donde se aplican políticas para combatir la pobreza que terminan generando más pobreza.
En lo que va de mes, los conflictos laborales, los cortes de carreteras, puentes y vías del tren se han incrementado en Argentina. La semana pasada, miles de piqueteros (movimiento de trabajadores desocupados) y organizaciones de izquierda tomaron las calles del centro Buenos Aires. Reclamaron más planes de empleo y más recursos para los comedores populares de donde millones de argentinos obtienen su sustento diario.
Estos son claros síntomas del creciente descontento social que se cocina en el país austral y que, pese al creciente gasto social, el gobierno de Alberto Fernández no logra contener. Así, por ejemplo, el presidente argentino ha duplicado (según sus propios datos) los planes de empleo desde que comenzó su administración hace 18 meses.
Una consecuencia, sin duda, de la pandemia y de la manera en que esta se ha manejado. Para justificar las duras medidas de confinamiento que adoptó en marzo del año pasado, a fin de frenar la propagación del COVID-19, el presidente Fernández llegó a decir: “Prefiero 10% más de pobres y no 100 mil muertos”.
LAS TERRIBLES CIFRAS OFICIALES
Pues bien, en cifras oficiales Argentina acaba de confirmar 90.281 fallecidos por causa del coronavirus en medio de 4.3 millones de contagios. Muy lejos de las expectativas iniciales del gobierno.
Mientras que por otra parte, el índice de pobreza alcanzó al 42% de la población en el segundo semestre de 2020, el nivel más alto desde 2006, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) de ese país.
Un incremento de 6,5% con respecto a la segunda mitad de 2019 (al final del gobierno de Mauricio Macri) donde la pobreza se ubicó en 35,5% de la población.
Pese a sus promesas y afirmaciones casi diarias, los programas sociales del gobierno de Fernández no han impedido que el 10,5% de la población argentina se encuentre hoy por debajo de la línea de indigencia. Es decir, pase hambre. El dato es 2,5 % por encima del segundo semestre de 2019.
Este último número es revelador, pues pone de manifiesto el fracaso de las tradicionales políticas del kirchnerismo por acabar con la miseria.
Luego del fuerte crecimiento que la economía argentina experimentó entre 2003 y 2007, la caída de la pobreza se desaceleró drásticamente a partir de este último año (igual, por cierto, que en Venezuela) como consecuencia, según los expertos, del regreso de la inflación. Durante las dos presidencias de Cristina Fernández de Kirchner la metodología para medir este indicador fue modificada y luego, desde 2013, se dejó publicar.
Recién en el gobierno del ex presidente Macri se volvieron a divulgar datos que mostraron que a fines de 2016 la tasa de pobreza alcanzaba al 32,2% de la población.
GASTO SOCIAL NO ATAJA LA CRISIS
Luego de una disminución en el segundo semestre de 2017 que la ubicó en 25,7%, la crisis cambiaria de 2018 (que le costó la reelección a Macri), más la pandemia y su manejo, dispararon los indicadores de pobreza en Argentina, sin que el abundante gasto social, tanto con Macri como ahora con Fernández, los hayan logrado contener.
Porque contrario a lo que afirma el relato kirchnerista el gobierno macrista intentó comprar paz social aplicando una versión light de la tradicional política peronista, obteniendo el mismo resultado. Y por su parte, Fernández, que no pasa un día sin responsabilizar a su antecesor de todos los males del país, ha aplicado, en lo fundamental, la misma política de endeudamiento externo para tapar los huecos de las finanzas públicas.
Ninguno de los dos pudo derrotar las principales causas de la pobreza argentina, la inflación y desempleo. Contra estos dos factores no hay planes sociales que valgan.
No obstante, la gestión de Fernández ha resultado ser mucho más catastrófica.
El cierre casi total de la actividad productiva, empaquetado en un discurso en el cual no oculta sus prejuicios hacia los empresarios, provocó una caída del Producto Bruto Interno de 9,9 % en 2020 combinado con una inflación de 36,1%. Esta es la peor crisis argentina desde el colapso de la Convertibilidad en 2001.
VEINTE MILLONES DE POBRES
De modo que a estas fechas se estima que de 47 millones de argentinos alrededor de 20 millones no tienen ingresos suficientes para alimentarse adecuadamente y pagar servicios básicos. Un hecho insólito en el que fue, durante buena parte del siglo XX, uno de los países más ricos del mundo. Estas cifras no se pueden atribuir a esta crisis en particular, sino que son el resultado de políticas públicas fallidas aplicadas durante muchos años.
El incremento de hogares con programas sociales que pasaron de 33,4% en 2019 a 47,3% en 2020 no es un indicador de éxito, sino de fracaso.
Significativamente las zonas del país donde más se ha incrementado la pobreza son aquellas donde el peronismo ha gobernado ininterrumpidamente desde hace tres décadas, el conurbado del Gran Buenos Aires y Noreste argentino.
Así que el resultado de la estrategia kirchnerista ha sido crear legiones de personas cuyo sustento depende del Estado.
Esta es la gran lección que deja la experiencia de los gobiernos de corte populista en los casos de Argentina y Venezuela, los dos países que más se beneficiaron del enorme auge de las materias primas de la década pasada.
Sin inversión privada ni estabilidad económica no hay forma ni manera de sacar a la gente de la pobreza, por más abundantes programas sociales que se apliquen y subsidios se repartan. Por el contrario, estos se pueden convertir (como está pasando en Argentina) en el círculo vicioso que perpetúa la miseria.