Pedro Benítez (ALN).- El poco edificante espectáculo de fin de año mediante el cual la mayoría de los diputados de la Asamblea Nacional electa en 2015 (AN2015) se disponen a cesar la figura del autodenominado Gobierno encargado, que ha encabezado Juan Guaidó desde enero de 2019, es el primer anuncio del ambiente en el cual se efectuarán las primarias que ese sector opositor ha anunciado a fin de seleccionar a su candidato presidencial.
Todos los involucrados son parte de los partidos que conforman la Plataforma Unitaria (PU) que convocan esa consulta. Sería muy ingenuo desligar un tema del otro. Para decirlo de otra manera: lo que el cese del Interinato busca es que Guaidó compita en condiciones de igualdad con el resto de los precandidatos, quitándole la ventaja que le da su actual posición.
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De modo que estamos ante otro episodio de la interminable lucha por el liderazgo dentro de la oposición venezolana que esas primarias pretenden resolver. Eso es todo.
La Salida en 2014, la reyerta por ejercer el primer año de la presidencia de la Asamblea Nacional en enero de 2016, y luego la decisión de abstenerse de participar en las elecciones presidenciales de 2018, respondieron más al descontrolado deseo de neutralizar al competidor dentro del campo democrático que a la necesidad de presentar una alternativa de poder real frente a Nicolás Maduro. Es decir, determinar quién quedaba mejor posicionado en la pista de la carrera partiendo de la premisa según la cual el régimen chavista caería por su propio peso. Esa ha sido, y por lo visto sigue siendo, la lógica.
Las acusaciones que desata el posible fin del interinato
Vista así las cosas no parece que estemos siendo testigos de la rectificación poco presentable (por decir lo menos) de una política por parte la PU/Asamblea2015, sino de una lucha por, lo que muy probablemente sea, una botella vacía (dejemos de lado por hoy el tema del manejo de los activos en el exterior que es mucho menos de lo que se dice que es). Eso explica la ausencia de argumentos y el uso, en cambio, del macartismo en las redes sociales como táctica para destruir ante el público a los que hasta ayer eran compañeros de ruta haciendo del “tú eres más corrupto que yo” el eje del discurso. Eso es lo más fácil y siempre termina siendo un búmeran. Entre acusaciones de corruptos, traidores y alacranes, todos terminan siendo corruptos, traidores y alacranes.
Los dirigentes políticos de los principales partidos de ese grupo nos tienen acostumbrados, por lo general, a no dar la cara en este tipo de situaciones y más bien dejan saber de manera pública sus criterios por persona interpuesta, casi siempre en Twitter, que tiene varios años siendo la arena del circo romano de las peleas de los opositores venezolanos. Ellos podrían perfectamente argumentar que la política abstencionista en la que se embarcaron, de manera irresponsable y por razones subalternas, desde diciembre de 2017, ha sido un error que ha llevado al campo democrático venezolano al actual espectáculo de divisiones y reproches mutuos que suelen acompañar los intentos cuando se quiere retroceder de un callejón sin salida. Como se sabe, la derrota es huérfana. Sin embargo, admitir eso implica dar explicaciones que nadie quiere dar y recordar situaciones que la mayoría prefiere olvidar.
Exhibición circense por el fin del interinato
Se ha optado en cambio por usar el eufemismo “se ha agotado” refiriéndose al Gobierno Interino, como si no fuera público y notorio que desde abril de 2019, por lo menos, esa política no tenía ningún destino. El Interinato ha logrado mantenerse desde entonces por la inercia sustentada en dos circunstancias; la política exterior de los Estados Unidos (concretamente del ex presidente Donald Trump) y el descrédito en el que Maduro y su gobierno cayeron ante los ojos de la comunidad democrática internacional. Pues bien, los intereses prioritarios de la política exterior de los Estados Unidos han cambiado.
No importa cuántos profesores eméritos del derecho constitucional venezolano aleguen como inconstitucionalidad la decisión que estarían por tomar la mayoría de los diputados de la AN2015, el Interinato puso su destino en manos de la Casa Blanca y ésta decide cuándo quitarle la respiración asistida. Es probable que esa decisión ya se tomó como parte de sus acuerdos privados con Maduro y estemos presenciando, sencillamente, la exhibición circense.
Sin embargo, queda en pie el problema; porque, sin restarle nada a su propia responsabilidad personal, lo cierto del caso es que Guaidó ha sido una consecuencia y no la causa. Ésta la podemos identificar en la pelea que por una década han protagonizado Henrique Capriles y Leopoldo López, a quienes se les puede aplicar aquella frase que Ramón Díaz Sánchez puso en boca de Antonio Leocadio Guzmán luego de la Guerra Federal: “si ellos hubieran dicho Federación, nosotros hubiéramos dicho Centralismo”.
Ambición personal
En esa disputa ha privado la ambición personal de ser el nuevo Mesías salvador de la patria por encima de las diferencias políticas de fondo como votar o no votar. Por ejemplo, la verdadera razón por la cual la mayoría de la oposición venezolana se abstuvo de participar en la elección presidencial (abusiva y ventajista) que Maduro convocó en 2018 fue porque, estando inhabilitados, ninguno de los dos quiso prestar su capital político a un tercer candidato. Al renunciar al voto como herramienta de lucha y resistencia civil había que inventar algo. Así fue como se llegó, por medio de los hechos cumplidos, al Interinato en enero de 2019.
¿Hay alguien en la dirigencia política opositora dispuesta a decirle a los venezolanos: nos hemos equivocado, pedimos perdón y debemos rectificar? ¿Hay voluntad de dar una explicación mínimamente decente?
Paradójicamente la actual situación podría darle un nuevo aire político a Juan Guaidó de cara a esas primarias. Después de todo, la mayoría tiende a identificarse con la víctima. Por supuesto, eso siempre y cuando no atienda a los que le están aconsejando que se alce con el santo y la limosna.
Se agudizan las contradicciones
De modo que este es el ambiente en el cual se va a unas elecciones primarias que, como se podrá apreciar, su sola convocatoria ha agudizado todas las contradicciones y disputas de ese sector político que, aunque desgastado, ha sido, hasta ahora, el más importante núcleo opositor del país.
Por cierto, todo esto se da en medio del naufragio de la precaria estabilidad económica por la que ha apostado Maduro. Un desplome del bolívar y un salto de los precios son nuevas olas de empobrecimiento para una población castigada por años. El drama de Venezuela consiste en que no hay hoy una alternativa política al reiterado fracaso del Gobierno.
No obstante, este es el tipo de situaciones que le abre la puerta a las inesperadas terceras vías. Después de todo el 70% de la población venezolana, al menos, sigue manifestando el deseo de cambio de Gobierno por razones que son perfectamente comprensibles. Como dice en un viejo y conocido adagio: no hay mal que por bien no venga.