Pedro Benítez (ALN).- En Colombia el líder izquierdista Gustavo Petro no solo continua al frente de todos los sondeos de intención de voto de cara a la primera vuelta de elección presidencial del próximo 29 de mayo, sino que también sigue marcado la agenda de esa disputa comicial.
Hace una semana sostuvo un polémico choque, nada más y nada menos, que con el Comandante del Ejército colombiano, general Eduardo Zapateiro. Ahora vuelve a atraer los focos de atención con la denuncia que su equipo de campaña ha hecho de un atentado criminal que contra su persona estaría tramando una banda conocida como La Cordillera.
La denuncia ha obligado al presidente Iván Duque y al director general de la Policía, general Jorge Luis Vargas, a pronunciarse públicamente, condenar el presunto plan y a comprometerse con “el máximo de seriedad” en reforzar la seguridad del candidato presidencial del Pacto Histórico con todas las capacidades tanto de la Policía, como de la Fiscalía General de la Nación, pese a que el mandatario asegura que que su gobierno no dispone de elementos que la sustenten.
No es la primera vez que Petro denuncia supuestas amenazas a su persona y ademas en un tono de mesianismo. Ya lo hizo hace cuatro años, en la elección de 2018 que arrancó siendo el favorito, aunque al final perdió en segunda vuelta con Duque.
Petro reaparece pese a las amenazas
En esta ocasión, luego de suspender sus actividades proselitistas durante dos días, reapareció anoche en un acto público en Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander, fronteriza con Venezuela, extremando sus medidas de seguridad con dos guardaespaldas que lo cubrían visiblemente con chalecos antibalas mientras se dirigía a su auditorio.
Sin embargo, lo cierto del caso es que, dado los antecedentes de la violencia política que sacudió a Colombia durante la mayor parte del siglo XX, las amenazas presuntas o reales contra el aspirante presidencial de la izquierda, y amplio favorito en los venideros comicios, vuelven a despertar uno de los viejos fantasmas del pasado de ese país: el magnicidio político.
Colombia es el país con más candidatos o excandidatos asesinados presidenciales asesinados. Cinco entre 1987 y 1995, en la que probablemente fue su etapa de mayor violencia política de tiempos recientes.
El 11 de octubre de 1987 fue asesinado Jaime Pardo Leal quien un año antes, postulado por la Unión Patriótica (UP), había sido el aspirante que más votos hasta ese momento había alcanzado desde la izquierda. Él fue uno de los 4.000 activistas vinculados a la UP que se estiman fueron asesinados en una autentica campaña de exterminio que los paramilitares y el narcotráfico emprendieron contra esa parcialidad política.
¿Pablo Escobar?
Otra de las víctimas de ese macabro proceso fue el siguiente candidato presidencial de la UP para las elecciones de 1990, Bernardo Jaramillo, asesinado por un sicario de apenas 16 años de edad en el aeropuerto El Dorado de Bogotá el 22 de marzo de aquel fatídico año.
Aunque la autoría intelectual de los dos crímenes se atribuyeron en su día tanto a Pablo Escobar como a Carlos Castaño, ninguno de los hechos pudieron aclararse permaneciendo en la impunidad.
En esa misma elección presidencial, la más sangrienta de toda la historia del continente, con el narcotráfico en su momento de mayor ofensiva criminal contra las instituciones colombianas, también cayó ultimado Carlos Pizarro líder del M-19, grupo que había abandonado la lucha armada para incorporarse a la vida civil como partido político en un acuerdo de paz con el entonces presidente liberal Virgilio Barco. Fue en esa agrupación donde Gustavo Petro comenzó su carrera política.
Pizarro se postulaba como candidato presidencial de la Alianza Democrática M-19, nombre con que se presentó el pacificado grupo guerrillero, cuando fue asesinado el 26 de abril de 1990 en un vuelo hacia Barranquilla.
La violencia política, sin ideología
Pero el que piense que la violencia política se dirigía exclusivamente hacia los aspirantes de izquierda se equivoca. Unos meses antes, el 18 de agosto de 1989 había sido asesinado el favorito de esa elección y líder emblemático del partido Liberal, Luis Carlos Galán, tiroteado en medio de un mitin por unos sicarios en la plaza del municipio de Soacha, cercano a Bogotá, en presencia de cientos de sus partidarios. Las imágenes de su asesinato han pasado a la posteridad como una de las más impactantes y dramáticas de la historia política contemporánea.
Y en noviembre de 1995 fue abatido, a la salida de la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá, Álvaro Gómez Hurtado, tres veces candidato presidencial del partido Conservador en 1974, 1986 y 1990, hijo del expresidente conservador Laureano Gómez y al momento de su crimen férreo opositor de entonces mandatario Ernesto Samper. Laureano Gómez también había sido uno de los tres presidentes que tuvo la Asamblea Nacional Constituyente en 1991, junto con el liberal Horacio Serpa Uribe y el izquierdista Antonio Navarro Wolff. Su asesinato tampoco fue aclarado.
Pero de todos los magnicidios ocurridos en Colombia el más recordado y el que mayores consecuencias tuvo fue el del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, ocurrido el 9 de abril de 1948. Su asesinato fue el detonante del “El Bogotazo” que sacudió la capital colombiana dejando un número indeterminado de víctimas y sería el inicio de una etapa de violencia política que perduraría por muchos años en ese país.
Por lo tanto, con estos antecedentes, hay motivos de sobra para encender las alarmas antes cualquier amenaza, real o aparente, en contra del primer candidato presidencial de la izquierda colombiana con reales oportunidades de alzarse con la Presidencia.
Petro o jugar con fuego
Esto ha venido a ser un nuevo elemento de creciente crispación en la actual campaña presidencial colombiana que se desarrolla bajo dos miedos que están condicionando esta elección: el regreso de la violencia política y seguir los pasos de su vecina Venezuela.
Esto en un marco en el cual las disputas por los acuerdos de paz de 2016 sigue presente, con disidentes de la FARC, así como el ELN, aun armados y activos.
Hasta el único candidato (según las encuestas) con algún chance de disputarle la Presidencia a Petro, el ex alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, no solo ha condenado cualquier amenaza contra su contrincante, sino que él mismo ha denunciado la intimidación por parte del ELN, las disidencias de las FARC y el del Clan del Golfo contra sus activistas y potenciales votantes.
En la despiadada lucha por el poder, siempre esta presente la tentación de valerse cualquier cosa con tal de alcanzar el supremo objetivo. Pero muchas veces, cómo está pasando en Colombia en estos momentos, es muy delgada la línea que se puede cruzar hacia el desastre. Jugar con fuego, en este caso con los fantasmas del pasado, siempre es peligroso.