Pedro Benítez (ALN).- Alejandro Andrade fue uno de los tentáculos de la corrupción, porque el otro fue Rafael Ramírez. Pero en este caso la institucionalidad del chavismo-madurismo no empezó a “investigar” a Andrade hasta que cayó en desgracia. La razón es muy sencilla: los dos fueron parte de la misma estructura corrupta y corruptora que edificó Hugo Chávez para mantener y extender su poder personal. Condenarlos a ellos es condenar a Hugo Chávez.
El fiscal general designado por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Tarek William Saab, acaba de anunciar la solicitud de extradición del extesorero nacional de Venezuela y expresidente del Banco de Desarrollo Económico y Social (Bandes), Alejandro Andrade, a las autoridades de Estados Unidos. Asimismo, informa el inicio de una investigación formal por la supuesta venta irregular de bonos a la banca privada por parte del exfuncionario.
Es un hecho curioso (y revelador) que el fiscal Saab anuncie justo ahora esta investigación y no antes, cuando la obscena exhibición de la fortuna de Andrade hacía obvia la necesidad de investigar el enriquecimiento personal de alguien que no hizo otra cosa en la vida que ocupar un cargo en la administración pública.
También llama la atención que ni el fiscal, ni las autoridades del régimen de Nicolás Maduro, hayan dicho absolutamente nada de la situación de testigo protegido que desde 2016 tenía Alejandro Andrade en el estado de Florida.
Es un hecho curioso (y revelador) que el fiscal Saab anuncie justo ahora esta investigación y no antes, cuando la obscena exhibición de la fortuna de Andrade hacía obvia la necesidad de investigar
Repentinamente y gracias a las diligencias del sistema judicial de los Estados Unidos (el mismo que entre otras cosas investigó, detuvo, enjuició y condenó a los sobrinos de la pareja presidencial Maduro-Flores), el fiscal en cuestión decide solicitar la extradición de quien fuera hasta 2015 directivo del Banco de Venezuela (nacionalizado por el expresidente Hugo Chávez en 2008).
Esto, pese a que desde por lo menos desde mediados de la década pasada el tren de vida de Alejandro Andrade lo hacía uno de los más connotados boliburgueses, junto con Diego Salazar, el principal beneficiario de los contratos de seguros y reaseguros de la estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), de la que su primo hermano, Rafael Ramírez, era el presidente, además de ministro de Petróleo y Energía entre 2003 y 2014.
Los intocables del chavismo
Contrariamente a lo que se esperaría en la conducta del “hombre nuevo” socialista, los dos han tenido una gran debilidad por la ropa, los relojes y los autos caros. Los dos han tenido gustos costosos. Uno por los caballos de raza y el otro (Salazar) por la música, lo que lo llevó a tener su propio estudio de grabación en Caracas y editar un disco de salsa donde canta como solista.
Cada minuto del extesorero de Hugo Chávez se medía en miles y miles de euros
Era evidente que ninguno de los dos había sido afortunado heredero de algún pariente rico. Los dirigentes chavistas, revolucionarios, socialistas, antiimperialistas y anticapitalistas lo sabían y lo callaron. Ante los caballos, los inmuebles, los relojes y los autos miraron hacia otro lado. ¿Por qué? Porque Andrade y Salazar eran intocables. Los dos eran protegidos directa (caso de Alejandro Andrade) o indirectamente (caso Diego Salazar) de Hugo Chávez.
Decir que el expresidente no sabía de la fortuna repentina que estos personajes atesoraron bajo su gobierno sería subestimarlo. Luego de tantos años a Chávez la historia lo podrá acusar de todo menos de estúpido. Sabía perfectamente lo que hacían sus subordinados y no sólo los protegió, además los alentó.
Porque desde la época de Joaquín Balaguer como presidente de la República Dominicana ningún gobernante latinoamericano había usado la corrupción como la usó Chávez para corromper y controlar. Era parte de su estrategia de poder.
Ante él los Kirchner y Lula Da Silva palidecen. Chávez contaba con dos ventajas que no tenían sus colegas: controlaba completamente la institucionalidad en Venezuela y era el señor de la industria petrolera, justo en la época del mayor auge de precios del petróleo de toda la historia. En este reglón Rafael Ramírez era su operador. Desde allí montó la internacional de la corrupción latinoamericana.
El chavismo originario
Pero dentro de Venezuela su amigo íntimo, uno de sus compañeros en la conspiración que culminó en el intento de golpe militar del 4 de febrero de 1992, el teniente Alejandro Andrade, fue uno de sus operadores principales. Primero como tesorero nacional entre 2007 y 2010, y luego en el cargo de presidente del estatal Bandes, adscrito al Ministerio de Finanzas.
Chávez ordenaba y Andrade ejecutaba. Movía millones de dólares de una cuenta a otra sin ningún control administrativo. Sólo le rendía cuentas al comandante supremo.
No desperdició la oportunidad de depositar ingentes cantidades de recursos públicos en bancos privados, estableciendo relaciones económicas y sociales con los operadores financieros y nuevos burgueses que surgieron y se enriquecieron al amparo del poder chavista. Y de paso acumulando una inmensa fortuna personal que no intentó disimular. Todo lo contrario.
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Es notable que los principales jerarcas del chavismo nunca hayan podido controlar la necesidad de exhibir a los cuatros vientos su poder y su dinero.
Hace 25 años, a raíz de la intentona golpista de febrero de 1992 contra el presidente Carlos Andrés Pérez, en Venezuela se publicó un libro titulado La Rebelión de Ángeles, escrito por la exguerrillera Ángela Zago. El texto capta un sentimiento generalizado en esos días en buena parte del país: un grupo de jóvenes e idealistas oficiales del Ejército habían arriesgado sus carreras y sus vidas insurgiendo contra la desprestigiada democracia venezolana. Todo en nombre de los ideales bolivarianos.
Uno de esos idealistas oficiales del Ejército venezolano era Alejandro Andrade. Ese es el chavismo originario.
A raíz del golpe de Estado del 12 de abril de 2002 que sacó a Chávez del poder por 24 horas, este razonó ante sus subalternos la necesidad de apropiarse de la mayor cantidad posible de fondos públicos, no fuera a repetirse una circunstancia parecida. Ese dinero serviría para continuar financiando la revolución y volver al poder.
Esa fue la justificación moral de lo que a continuación vendría, un masivo saqueo de las arcas públicas del principal exportador de petróleo del continente americano, en unas magnitudes que cuando se conozcan en detalle sorprenderán al mundo.
Alejandro Andrade está en medio de esa trama. No extrañe que las cifras acumuladas por los boliburgueses coincidan con la actual deuda externa de Venezuela.
Los pecados de Andrade y Rafael Ramírez
Desde el punto de vista del régimen de Maduro el pecado de Andrade no fue haber expoliado y malversado recursos públicos, sino haber roto el pacto de silencio. Haber intentado transarse con los gringos.
El de Rafael Ramírez fue haber intentado disputarle el poder. Cuando los diputados opositores en la Asamblea Nacional (AN) señalaron a este por sus manejos irregulares en PDVSA la justicia chavista lo protegió, empezando por el Tribunal Supremo (TSJ). Hasta que Maduro decidió apuntar el dedo pulgar derecho hacia abajo. Mientras tanto, reinó el pacto de silencio e impunidad. Hoy el primo de Ramírez, Diego Salazar, paga cárcel bajo la justicia que controla Maduro, aunque debe envidiar mucho a Andrade.
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Estos casos nos revelan la temprana descomposición del chavismo como proyecto político, cuyas consecuencias hoy padecen los venezolanos de pie en medio de la ruina económica y la migración masiva. Porque aquellos polvos trajeron estos lodos.