Daniel Gómez (ALN).- En Brasil se producen siete asesinatos cada hora. La tasa de homicidios está en máximos históricos. El crimen organizado pulula a sus anchas en el corazón de las grandes ciudades. Por eso no es de extrañar que el expresidente Fernando Henrique Cardoso diga que los brasileños tienen miedo. Y tampoco sorprende que un exmilitar retirado que promete mano dura contra los delincuentes sea el próximo presidente del país.
– En Haití la población estaba de nuestro lado. En Río de Janeiro no, le dijo un jefe militar de las fuerzas de cooperación del Ejército al expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso.
– ¿Cuál es la diferencia?
– La gente sabía que, si nosotros nos marchábamos de Río, los que iban a seguir mandando eran los capos del crimen. La gente tiene mucha más lealtad hacia el crimen que hacia la sociedad.
Cardoso estuvo este miércoles en Madrid, en la Conferencia Internacional de la Banca invitado por el Banco Santander. Allí contó la anécdota con el militar brasileño. La historia le marcó, pues refleja hasta qué punto la violencia forma parte del día a día de Brasil. Esto también explica por qué el ultraderechista Jair Bolsonaro ocupará el 1 de enero de 2019 el Palacio de Planalto.
Cabe recordar que Cardoso fue presidente entre 1995 y 2002. Después de eso, se volcó en la lucha contra el crimen organizado. Sus estudios sobre el narcotráfico le llevaron a ser uno de los pensadores más influyentes del mundo en 2009, según la prestigiosa revista estadounidense Foreign Policy. En la actualidad, sigue comprometido con la causa, pues es uno de los jefes de la Comisión Global sobre Políticas de Drogas.
“En Brasil el crimen está al lado. La diferencia geográfica entre ricos y pobres es mínima. Para mirar realmente a un pobre sólo hay que caminar 10 kilómetros desde mi casa”
Hoy el crimen organizado es un problema en Brasil. “La gente tiene miedo”, comentó. El expresidente no exagera cuando habla. La ONG Fórum Brasileño de Seguridad Pública reportó este agosto que la violencia está en máximos históricos. En 2017, se contabilizaron 63.880 homicidios en el país. Esto quiere decir que cada hora se producen siete asesinatos.
“En América Latina tenemos una crisis que no se siente con tanta fuerza en Europa. Lo he visto en Colombia, en México y también en Brasil. Aquí el crimen está al lado. La diferencia geográfica entre ricos y pobres es mínima. Para mirar realmente a un pobre sólo tengo que caminar 10 kilómetros. Para sentir realmente una sensación de inseguridad, sólo tengo que caminar 10 kilómetros…”, explicó.
Este clima de inseguridad hace que la vida de muchos brasileños se mezcle con la policía, con el crimen, un crimen al que hacen caso por miedo a la supervivencia. Y también, matiza Cardoso, este panorama hace que la gente se encomiende a la Iglesia Evangélica, que está buscado fieles en las zonas de inseguridad.
Este es un punto clave, y está relacionado con el triunfo de Bolsonaro. La Iglesia Evangélica, que suma más de 40 millones de fieles en Brasil, fue uno de los impulsores la campaña del futuro presidente. Y como advierte Cardoso, hoy “los brasileños conocen mejor el nombre de los pastores de la Iglesia Evangélica que el nombre de los fiscales”.
Un factor para tener en cuenta, como también lo es el mal momento económico que vive el país. “Hay estancamiento”, apuntó. Y eso también “genera miedo”. Por eso, ante la falta de oportunidades, la gente busca respuestas, y ahí triunfa el demagogo “en el sentido griego de la palabra”, aclara el expresidente. “El demagogo es quien sabe hablar”.
Bolsonaro, cuya hemeroteca está plagada de comentarios fuera de lugar, es un exmilitar retirado que promete mano dura contra los delincuentes y oportunidades de progreso a los más jóvenes. Este discurso, amplificado con el altavoz de la Iglesia Evangélica, le llevó a la Presidencia. Habrá que ver qué le depara el futuro. Ya Cardoso le advirtió que no podrá pasa por encima de la ley, y que el éxito de su gobierno dependerá de algo que no está en sus manos: la suerte.
Cardoso cree que Bolsonaro no podrá pasar por encima de la democracia brasileña
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