Rafael Alba (ALN).- Las emisoras especializadas en el pop comercial dan la espalda a los nuevos ídolos juveniles. La presión de las marcas y el éxito en la red de los nuevos estilos bailables pueden precipitar el cambio.
Tiempo al tiempo. Y mucha paciencia. Esos son los dos consejos recurrentes que reciben las principales figuras de la llamada escena de la música urbana española cuando se quejan de la indiferencia con que tratan su trabajo los directivos de las grandes cadenas de radio. Son los dirigentes de esas radiofórmulas, tan poderosas antaño, cuyo star system actual no tendría mucho que ver con las verdaderas tendencias de moda entre el público más joven. O eso creen los aficionados más modernos. Y muchos de los artistas que están en esa onda. En estos ambientes, se suele asegurar también que son los intereses económicos de algunos grupos de poder (llámenlos establishment, si quieren) los que mantienen vivo, artificialmente, un entramado que aún se nutre de la exposición en las ondas y de anacronismos como las listas oficiales de discos más vendidos, para jugar con ventaja en las verdaderas ligas del dinero. A saber: los contratos publicitarios, los concursos de talentos de las televisiones, los festivales veraniegos y los conciertos conseguidos en todo el territorio a golpe de popularidad.
El granadino Dellafuente, uno de los nuevos iconos juveniles que han surgido al calor del movimiento, consideraba inaudito que los hits de la música urbana no sonaran en los 40 Principales, que es quizá la radiofórmula más emblemática
Una popularidad falsa, basada en una realidad paralela en la que no se contabilizan ni los clicks en YouTube ni las escuchas en las plataformas de streaming. Justo lo único que hoy por hoy cuenta de verdad. Y tal vez sea falso, o tal vez sea cierto. Pero hay algunos hechos objetivos. Por ejemplo, la escasa importancia real que tiene el negocio de la venta de discos, siempre que aún entendamos por discos los viejos formatos físicos como los CD o los vinilos. Este verano, el portal especializado Odiomalley.com publicó una información exclusiva que aportaba algunas cifras escalofriantes al suministrar al público en general los números que sólo suelen estar al alcance de las discográficas integradas en Promusicae, la patronal del sector. Según esta exclusiva, para ser número uno en España bastaría con vender en una semana 1.480 copias de un álbum, una cifra raquítica. Pero no tanto como las 59 copias que permitieron en ese mismo mes que un conocido grupo internacional entrase en el puesto 85 de la lista. Con estos antecedentes, es comprensible que las nuevas generaciones no den demasiado crédito a los viejos hit parades.
Y si hay algo más incompresible todavía para muchos aficionados millennials son los criterios utilizados por las cadenas de radio para decidir quién suena y quién no en sus emisoras especializadas. A no ser que busquemos los motivos en el proceloso mundo del reparto de los derechos de autor y el negocio de las editoriales ligadas a empresas audiovisuales. Pero eso sería otro artículo. La frustración de los artistas de la escena urbana es creciente. Y ya no tienen demasiados problemas para expresarla en público. Hace sólo unos días, el granadino Dellafuente, uno de los nuevos iconos juveniles que han surgido al calor del movimiento, consideraba inaudito que los hits de la música urbana no sonaran, por ejemplo, en los 40 Principales, una cadena del grupo Prisa que es quizá la radiofórmula más emblemática. “Tienen miedo al cambio. A que a la gente no le guste esto. Pero lo que no les gusta es lo que estás poniendo”, afirmaba en una entrevista concedida a Alicia Álvarez y Daniel Madjady en El Bloque, un recomendable programa de actualidad musical que puede verse en YouTube.
El uso doméstico de las nuevas tecnologías
La irrupción de Rosalía, de la que ya hemos hablado mucho aquí, puede haber significado también el primer atisbo de visibilidad masiva para ese cocktail de propuestas sonoras que surgió del reggaetón o el rap y en el que se agrupan otros estilos contemporáneos como el dancehall o el trap. Músicas de raíz digital, surgidas de la mezcla entre la nueva tecnología doméstica y el latido de las calles, que llevan casi un lustro sumando seguidores gracias a su capacidad de convertirse en virales e infectar la red. Un fenómeno cuyos rasgos básicos, convenientemente rebajados, ha sido empleado ya con éxito en productos comerciales de laboratorio como las divas telegénicas fabricadas por la discográfica Universal en el criadero de Operación Triunfo. Pero, al parecer, las versiones originales todavía asustan. Aunque esa puede ser precisamente la base de su innegable atractivo para las nuevas generaciones. La capacidad acreditada por muchos de estos muchachos y muchachas para provocar sarpullidos a sus padres o a sus hermanos mayores. Lo mismo que pasó con Elvis. O con The Beatles. O con Bowie. O con Nirvana…
Vende 59 CD en una semana y entrarás en la lista de los discos más vendidos
Nada nuevo bajo el sol, en definitiva. Pero antes de que los árboles nos impidan ver el bosque, quizá convenga recordar que la primera vez que la ahora omnipresente Rosalía consiguió ser popular entre esos millennials sobre los que ahora ha plantado los cimientos de su éxito mundial, fue gracias a su participación en un tema de Antón Álvarez, el compositor cuyo nombre artístico es C.Tangana, y otro de los grandes aspirantes al trono comercial de los años venideros. La canción, publicada en julio de 2016 y producida por el músico barcelonés Cristian Quirante (también conocido como Alizzz), se llama Antes de morirme. Un tema pegadizo de estribillo poderoso, cuyo vídeo acumula ya casi 32 millones de visualizaciones en YouTube. Y que, además, se ha visto favorecido en los últimos tiempos por su inclusión en la banda sonora de Élite, una serie de Netflix, de producción española que aspira a repetir el éxito internacional alcanzado por La casa de papel, una ficción nacional que ha llegado muy lejos en las pantallas globales.
Antes de morirme, quizá una de las mejores canciones que ha dado el pop español en el siglo XXI, puso los cimientos de una colaboración artística y sentimental entre C.Tangana y Rosalía que ha durado hasta hace nada y ha sentado las bases de El mal querer, el multilaureado disco de la diva que puede cambiarlo todo. Y, además, fue un éxito viral desde el principio. Su repercusión, que incluyó versiones bajas en calorías de youtubers románticas, especializadas en covers, como la muy popular Bely Basarte, alcanzó tal magnitud que hasta las envejecidas filiales españolas de las multinacionales discográficas se vieron obligadas a reparar, prácticamente por primera vez, en una música perturbadora e incómoda por su lenguaje pero de innegable gancho para las nuevas generaciones de compradores y perceptible impacto en la red y fuera de ella. Un rastro que ha seguido, sobre todo Sony, la multinacional que parece haber tomado la delantera al resto de la competencia en este segmento del negocio en el que se intenta rentabilizar este movimiento.
Sonar y Primavera Sound
La discográfica japonesa ya se atrevió a correr el riesgo de poner su sello en piezas tan arriesgadas como Tu coño es mi droga, el primer hit nacional de PxxR Gvng, la banda con la que, probablemente, muchos viejos rockeros despitados, como el que esto suscribe, escucharon hablar por primera vez del trap español. Un colectivo liderado por Yung Beef, otro de los nombres importantes de la escena urbana que, a diferencia de sus enemigos íntimos, Tangana y Dellafuente, aspira a mantenerse en la independencia y lucha por sacar adelante el negocio sin pactar con ninguno de los presuntos poderes establecidos. Aunque eso no le ha impedido ejercer de modelo para el dominical del diario El País, o participar en Sonar o Primavera Sound, dos festivales que han apostado fuerte por la escena urbana y por acoger en los carteles a artistas muy críticos con el sistema capitalista, a pesar de la presencia en sus accionariados de los terribles fondos de inversión estadounidenses, paradigmas de la devastación social impulsada por Wall Street.
La irrupción de Rosalía puede haber significado también el primer atisbo de visibilidad masiva para ese cocktail de propuestas sonoras que surgió del reggaetón o el rap
¿Una contradicción? No necesariamente. Los nuevos artistas urbanos no destacan por el compromiso social o los mensajes políticos. Al contrario. Muchas de las letras de sus canciones son auténticas celebraciones del poder que concede el dinero, las marcas de lujo y el atractivo sexual que brinda el triunfo. Y ni siquiera están de acuerdo con el presunto machismo que impregnaría las letras de los temas de más éxito del reggaetón o el trap reciente. La explicación a esta tendencia no tendría que ver con la influencia de los nuevos ideólogos del patriarcado. O, por lo menos, eso es lo que opinan las componentes de este movimiento. Para mujeres como La Zowi, Bea Pelea o Tomasa del Real, el problema es la falta de voces femeninas que se atrevan a hablar de estos asuntos con la misma franqueza y el mismo grado de sinceridad en sus pensamientos que el que se han atrevido a desarrollar los chicos. Ellas, desde luego, sí lo han hecho y eso habría marcado un antes y un después.
De modo que sus planteamientos vitales o sus posiciones ante la realidad social quizá sean radicales, pero no suelen contener intencionalidad política. Una característica que les separa de los raperos veteranos, con quienes han llegado a mantener sonados enfrentamientos públicos. Quizá por eso los mensajes de las principales figuras de la escena urbana no incomodan a las marcas. Más bien al contrario, ellos y ellas pueden llegar a ser una elección lógica para las empresas que buscan asociarse con artistas de éxito para ganar reputación entre el público millennial. No hace demasiado tiempo, C.Tangana aseguraba en una entrevista concedida a Tentaciones, que esas barreras invisibles que impiden que los músicos de la escena urbana estén en los grandes medios no van a durar ya demasiado, porque “cuando los jefes de los medios de comunicación empiezan a ver que hay pasta de por medio”, el trato recibido cambia. Y justamente eso es lo que puede haber empezado a pasar ahora. Pero, incluso en esta época vertiginosa, hay negocios en los que la velocidad de los cambios no es del gusto de todos. Parece que las radiofórmulas se siguen resistiendo a los encantos de estos iconos generacionales emergentes. Lo que no sabemos precisar es cuánto tiempo más van a poder mantener esa actitud indiferente. Hagan sus apuestas.