Rafael Alba (ALN).- Bruce Springsteen ha realizado 235 conciertos en el Walter Kerr Theatre de Nueva York y ha conseguido ingresar más de 100 millones de dólares. El espectáculo Springsteen on Broadway ha sido inmortalizado en un documental producido por Netflix y en una grabación en directo que se publicará en dos versiones: cuatro vinilos o dos CD.
Dicen que sus amigos de la infancia le llamaban El Jefe (The Boss, en inglés) porque pronunciaba mal la palabra autobús (the bus). Pero, incluso si fuera cierto que este es el origen remoto del apodo con el que todo el mundo conoce a Bruce Springsteen, uno de los pocos grandes cantautores que han utilizado el rock como medio de expresión, la verdad es que a lo largo de su dilatada carrera ha conseguido ganarse el apelativo por méritos propios. Ha construido un universo personal que, sin embargo, es también un territorio mítico que muchos aficionados a la buena música pueden compartir con él y ha puesto en funcionamiento una banda de acompañamiento (The E Street Band), considerada por los expertos la máquina rítmica mejor engrasada de la historia. Y sin necesidad de rodearse de instrumentistas especialmente virtuosos para conseguirlo. De modo que sus canciones y su personaje pueden gustar más o menos, claro. Sin embargo, las voces más críticas sobre la calidad del trabajo de la gran estrella de New Jersey no se atreverían a poner en duda dos hechos comprobados: ha creado un estilo único, mil veces imitado después, y ha marcado casi siempre el ritmo a todos los demás. Sus contemporáneos, sus predecesores y hasta algunos de sus antecesores, a quienes encontró varados en un recodo del camino y proporcionó un impulso decisivo para que volvieran a ponerse en marcha.
Bruce Springsteen es uno de los pocos grandes cantautores que han utilizado el rock como medio de expresión (…) y ha puesto en funcionamiento una banda de acompañamiento (The E Street Band), considerada por los expertos la máquina rítmica mejor engrasada de la historia
Quizá por eso, y por su necesidad de hacer siempre lo que le pide el cuerpo, los competidores están siempre pendientes de cada paso que da, conscientes de que no le tiene miedo al riesgo. Springsteen ha sido capaz de grabar discos luminosos y épicos, ideales para ser interpretados en la grandiosidad de los estadios abarrotados por multitudes, como Born in the USA o Born to run, y también de adentrarse en otros mundos más oscuros e íntimos en obras menos incandescentes y menos valoradas como Darkness on the edge of town. Aunque, hasta ahora, esa faceta no se había visto demasiado bien reflejada en sus conciertos. Hasta que hace dos años, después de despedirse temporalmente de su grupo de siempre al término de la gira mundial en la que celebraron el 35 aniversario de The River, el disco que le consolidó como una estrella internacional, decidió embarcarse en otro proyecto. Uno para el que necesitaba la intimidad y la cercanía que sólo pueden conseguirse en un teatro, un marco bien distinto al que siempre había sido habitual en él. Pero era justo el que necesitaba en este momento concreto.
Un tiempo para tomarse las cosas con calma, hacer balance y trabajar casi a diario, sobre las tablas, por supuesto, sin necesidad de viajar por medio planeta. Y todo gracias a un espectáculo, titulado Springsteen on Broadway, creado y dirigido por él mismo, que quizá surgiera en paralelo con el proceso de escritura de Born to run, el libro de memorias que publicó hace un par de años. Una pieza teatral en la que se combinan las canciones y los monólogos, en la que el artista se desnuda sobre el escenario casi en solitario. Acompañado sólo con un piano, una guitarra, un puñado de recuerdos y canciones y, por supuesto, de Patti Scialfa, la compañera con la que ha compartido ya 35 años de vida y escenarios. No era una apuesta fácil, a pesar de todo. Más de un comentarista expresó por anticipado sus dudas sobre el posible resultado final de este reto y sobre la capacidad de este acreditado rockero para sobrevivir a él. Para convertirse de la noche a la mañana en una mezcla de cantautor y comediante y ser capaz de mantener entretenido al público durante casi dos horas.
El precio de las entradas
Pero como ya sabrán, Springsteen estuvo a la altura de las expectativas generadas. Desde el minuto uno, por lo visto. Todo salió tan bien que un proyecto que iba a limitarse a durar un par de meses y una decena de funciones se ha alargado tanto que El Jefe ha realizado finalmente la friolera de 235 conciertos íntimos en el Walter Kerr Theatre de Nueva York, uno de los más pequeños de Broadway, con capacidad para 975 espectadores. Gracias a estas actuaciones ha conseguido ingresar más de 100 millones de dólares (88,50 millones de euros) en total, según las cifras hechas públicas por la revista especializada Variety. Y eso que los precios de la entrada no eran precisamente asequibles para todos los bolsillos. Oscilaban desde los 200 dólares (177 euros) que costaba la más barata a los 875 dólares (774 euros) que valía la más cara. Unas cifras un poco por encima del promedio habitual en los teatros de este barrio neoyorquino famoso en el mundo entero por acoger en sus salas grandes producciones de alto presupuesto, casi siempre relacionadas con el género musical.
Un proyecto que iba a durar un par de meses y una decena de funciones se ha alargado tanto que El Jefe ha realizado finalmente la friolera de 235 conciertos íntimos en el Walter Kerr Theatre de Nueva York, uno de los más pequeños de Broadway, con capacidad para 975 espectadores
Como era de esperar las localidades oficiales se agotaron pronto en los puntos de venta autorizados y en Ticketmaster, el portal on line autorizado. Además, las críticas favorables aumentaron el interés del público, que llegó desde medio mundo para no perderse el espectáculo, y la cotización de los tickets en la reventa llegó a situarse en cifras de hasta 6.000 dólares (5.310 euros) la unidad. Un negocio redondo, desde luego. Cierto que los ingresos totales obtenidos han supuesto sólo alrededor de un tercio de los que suele conseguir Springsteen en sus maratonianas giras mundiales con The E Street Band. Pero, por supuesto, esas actuaciones, míticas y añoradas por los fans, resultan mucho menos rentables que estos conciertos íntimos porque en este caso los gastos son mucho menores. Además, la capacidad de generar ingresos de estos shows no estaba tampoco limitada por la venta de entradas. También ha funcionado muy bien el merchandising, aunque de momento, el equipo financiero del artista no haya proporcionado datos al respecto. Y faltan por contabilizar otras ganancias, como las que se derivarán del documental sobre el espectáculo que acaba de estrenarse en Netflix o de las ventas de la grabación en directo de los conciertos que ha salido al mercado en dos formatos, un doble CD para el consumidor generalista, y una caja con cuatro vinilos, para el aficionado exquisito.
Un conjunto demasiado atractivo para que no llamara poderosamente la atención de la industria de la música en directo más pronto que tarde. Así que todo parece indicar que en muy poco tiempo otras estrellas del pop van a apostar por el formato. Y ya no se trata de simples rumores. Las opciones posibles empiezan a concretarse, en paralelo con las últimas actuaciones que El Jefe tiene programadas de momento. Hace unos días, The New York Post publicaba que un consorcio formado por tres de las grandes compañías del sector (Live Nation, CAA y Entertainment Benefits Group) había empezado a negociar con unos cuantos teatros de Broadway con la idea de promover en estos espacios una tanda de conciertos íntimos de varios artistas. Para empezar, cada uno de ellos probaría con un número limitado de funciones que se extenderían a lo largo de unas tres semanas. Un punto de partida muy similar al que tenía Bruce Springsteen cuando se lanzó a la piscina, como explicábamos al principio de este artículo.
La estela de Springsteen
Lo que no se sabe aún con certeza es la identidad de los valientes (y las valientes) que se atreverán a dar el paso y convertirse en estrellas de Broadway por una temporada. No es una decisión fácil, desde luego. El problema no sería, en principio, la venta de entradas, porque todos los nombres que se barajan, según la información publicada por el diario neoyorquino, tienen el atractivo suficiente para colgar con rapidez el cartel de ‘no hay billetes’. El verdadero reto está en ser capaz de crear un espectáculo de este tipo y de adaptar el estilo habitual de interpretación que tienen los divos acostumbrados a la lejanía y la sobreactuación necesaria en las galas de estadio a este formato minimalista y cercano. De momento, los rumores apuntan hacia divas con experiencia en el cine y el teatro como Barbra Streisand, Bette Midler o Diana Ross. Pero en las quinielas también aparecen otros nombres menos previsibles como los de Ariana Grande, Kelly Clarkson, James Taylor, The Eagles o Michael Bublé.
Lo que no se sabe aún con certeza es la identidad de los valientes que se atreverán a dar el paso y convertirse en estrellas de Broadway por una temporada (…) De momento, los rumores apuntan hacia divas con experiencia en el cine y el teatro como Barbra Streisand, Bette Midler o Diana Ross
Aunque los especialistas creen que se trata de una modalidad más adecuada para los veteranos y para aquellos artistas cuya personalidad siempre haya resultado natural y cercana. Porque ese sería otro de los secretos de Springsteen y el motivo por el que algunos artistas que lo intentaron antes, como Sting o Paul Simon, no lograron triunfar en Broadway. Ellos intentaron crear un espectáculo musical similar a los que suelen programarse en estos teatros y contaron con cantantes y orquestadores muy profesionales que se encargaron de traducir el lenguaje de estos compositores al idioma de las bambalinas y los oropeles. Pero no funcionó porque faltaba el peso del protagonista y de sus canciones. Al fin y al cabo, en Springsteen on Broadway, han sonado todos los grandes éxitos de The Boss, aunque fuera en versiones de andar por casa. Pero que contaban con el encanto y el valor añadido de la voz y el piano o la guitarra del hombre que las compuso y las convirtió en memorables. Y por eso, esas melodías conocidas y quizá mil veces tarareadas por el público asistente se disfrazaban con el atractivo de la novedad inesperada.
Springsteen no ha sido el primero, ni será el único, en cambiar la vestimenta de sus grandes canciones para aportarles un nuevo aspecto sonoro. Incluso ha habido artistas como Eric Clapton, o Revólver en España, que han logrado reflotar sus carreras gracias a las grabaciones de versiones acústicas de sus temas. En la década de los 90 del pasado siglo, la cadena MTV puso de moda este tipo de formato que también ha sido probado por estrellas hispanas como Miguel Bosé o Alejandro Sanz. Pero, de momento, entre los artistas de ámbito latino, no abundan aquellos que se han atrevido a llevar a escena estas relecturas minimalistas de su propia obra. Y que no se trate sólo de actuaciones ocasionales en pequeños locales. Mucho menos aún en el caso de cantantes y compositores relacionados con el rock. Pero incluso eso podría cambiar a corto plazo tras el éxito de Springsteen. Al parecer, Manolo García, el inolvidable fundador de El Último de la Fila, prepara para el próximo año una gira bastante distinta a las que son habituales en él. Piensa reducir sustancialmente el tamaño de su grupo de acompañamiento, apostar por un sonido mucho más acústico y abandonar los grandes recintos para apostar por los teatros. ¿Les suena de algo? Pues eso. Que cunda el ejemplo.