Pedro Benítez (ALN).- Aun en la peor de las situaciones las sociedades siempre buscan una salida. Es lo que está intentando hacer la sociedad cubana en estos momentos. La que permanece dentro de la isla y la que vive en la diáspora. Los lazos consanguíneos son más fuertes que cualquier cálculo político. Por supuesto, el entorno geográfico y el cambio de las circunstancias históricas dan su aporte.
Pocas horas después de las sorpresivamente masivas protestas populares del 11 de julio, el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel se vio obligado a anunciar la importación libre de aranceles de alimentos, productos de aseo y medicamentos por parte de los viajeros que ingresen a ese país, con la sola limitación que imponga la aerolínea en la que viajen.
Esa medida fue la única válvula de escape efectiva, e inmediata, que el gobierno cubano tenía a la mano para intentar calmar el malestar popular y dar un bálsamo a la vida cotidiana de, al menos, una parte de la población.
Según la Aduana del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, desde que la referida excepción arancelaria entró en vigencia el pasado 19 de julio, a la Isla han ingresado 112 toneladas de los artículos autorizados. Una cifra considerable si se toma en cuenta que por ese aeropuerto solo operan de cinco a seis vuelos diarios.
EFECTO EN EL MERCADO NEGRO
La medida, que en principio estará en vigencia hasta el 31 de diciembre de 2021, ha tenido un efecto inmediato en el mercado negro que se alimenta de los productos que ingresan los viajeros o que envían los cubanos de la diáspora. Según distintos reportes, y por lo que se puede apreciar por medio de las redes sociales, en los últimos días las ofertas de alimentos, café y medicinas se han multiplicado como por arte de magia por toda La Habana.
Es de presumir que lo mismo ocurre en otras ciudades y provincias del país, ante la mirada esquiva de las autoridades que prefieren dejar hacer y dejar pasar, conscientes de la efectividad que ese mecanismo tiene para paliar la escasez.
Pero esta nueva situación es, en primer lugar, una señal de debilidad del gobierno de Díaz-Canel que ha tenido que admitir ante propios y extraños, que en Cuba no hay bloqueo alguno. Y si lo hay es el que su gobierno le impone al pueblo cubano. Pocas veces ha habido un ejemplo tan claro, para el que quiera ver.
Solo faltó una medida oficial para que ingresaran los alimentos y medicinas que el Estado cubano no puede proveer a su población. Algo demasiado evidente, que ni siquiera las alambicadas vueltas retóricas del régimen comunista pueden ocultar.
EL PODER DETRÁS DEL PODER
Esto, por supuesto, no implica negar la existencia de una política de sanciones económicas por parte del gobierno de Estados Unidos hacia Cuba. Política que como también demuestran los hechos no ha servido para el propósito de empujar la democratización de la Isla y que, como ha recordado recientemente el académico que mejor conoce la realidad económica de la Isla, el profesor Carmelo Mesa-Lago, no afecta a la cúpula del régimen sino a los cubanos de pie.
Eso, entre otras razones, porque el gobierno comunista ha desarrollado a través de los años una amplia estructura de negocios que le permite burlar las sanciones estadounidenses. Concretamente por medio de las 61 empresas que operan fuera de Cuba como parte de Grupo de Administración Empresarial, SA (Gaesa), el conglomerado controlado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba (FAR), que dirige el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja. El auténtico poder detrás del poder.
Y en segundo término, porque una vez más es el exilio, los denigrados “gusanos” de otros tiempos, el que vuelve a ir en rescate de la economía familiar cubana. Más allá de las declaraciones que, con intenciones electorales desde Miami o en el Congreso en Washington, se hacen para aparecer unos segundos en la televisión nacional de Estados Unidos, o en las redes sociales por parte del algún político ambicioso, el deseo de la diáspora cubana que mantiene sus lazos familiares es enviar remesas para ayudar a los suyos.
No hay bloqueo interno, o sanciones externas, que puedan modificar esa tendencia humana. Siempre estará allí. Es particular porque por cuestiones geográficas Cuba no es Corea del Norte.
GOBIERNO INCOMPETENTE
Los cubanos fuera y dentro de su país saben que la causa de todas sus carencias materiales se deben al incompetente gobierno comunista, que lleva más de una década prometiendo reformas económicas que no concreta, o si las concreta las aplica de manera tímida o las retira; como pasó en 2017.
Desde hace años Cuba comercia con más de 80 países; si ese intercambio no genera más riqueza es porque el gobierno lo impide. Si alguien tenía dudas al respecto la referida liberación temporal de aranceles se lo aclaró.
Desde que Fidel Castro comenzó la entrega por etapas de su poder en 2006, la actitud de la población cubana sobre su gobierno recuerda otros casos donde la gente se resignaba a esperar la muerte del dictador, con la esperanza de que el ciclo biológico permitiera la cristalización de ciertos cambios. Pero esos cambios no terminan de llegar a Cuba. He allí la fuente de la presión social de estas semanas.
Que el modelo económico de Cuba no funciona ni para los cubanos, es algo que el mismísimo Fidel Castro admitió hace una década. Lo demás son las piruetas propias de la propaganda oficial que propalan sus herederos y apologistas. Mientras tanto, la siempre denigrada Cuba del exilio le tiende una mano a la Cuba que resiste.