Sergio Dahbar (ALN).- Después de fundar Uber y convertirse en un millonario de ‘Forbes’, Travis Kalanick se ha dedicado a destruir la gallina de los huevos de oro. Prepotente y destemplado, sin capacidad para entender las emociones y necesidades de la gente que tiene enfrente, dueño de una egolatría imparable, se dejó ganar por el éxito fácil.
El mundo ya no es lo que era. Diferentes encuestas muestran que vivimos bajo el signo de la insatisfacción. En todas partes, en las instancias personales e institucionales, el reclamo es la más frecuente de las definiciones. La sociedad experimenta deseos que solo en ocasiones logran satisfacción. Individuos, comunidades, ONGs, dirigentes políticos y sociales, se definen ante las empresas más por las demandas que por los aportes ofrecidos.
Hoy la mayoría se propone como víctima. En el mundo entero las empresas viven procesos de deterioro de su reputación y operan en ambientes cada vez más dispuestos a ponerlas en entredicho. Se multiplican las causas de lucha social. La democratización de los medios de comunicación implica la democratización de la protesta y el aumento de su eficacia.
En medio de semejante panorama, las empresas deben repensar su camino. Poner la mirada y el pensamiento de cara al futuro. Con una visión privilegiada para escoger y analizar entre la cantidad de información disponible. Y disposición para el establecimiento de relaciones con las más diversas tipologías personales y grupales.
Hay que reconocer que Uber cambió el mundo del transporte urbano, cuando ya parecía que en ese terreno el ser humano había inventado todo
Para crecer, para dar el salto necesario, para asumir los retos que propone este mundo complejo hay que sentirse insatisfecho con lo que se sabe y abierto a reconocer que el mundo cambia segundo a segundo.
No deja de impresionar entonces que en un mundo con enormes desafíos y complejidades, surjan empresas exitosas que sin embargo practican culturas del pasado. Una de reciente y triste actualidad es Uber, en la figura de uno de sus creadores, Travis Kalanick.
Este hombre de 40 años, que nació en Los Ángeles (Estados Unidos) bajo el signo de una juventud dorada que se ha vuelto millonaria en pocos años con aplicaciones tecnológicas que han cambiado el mundo de un día para otro, es un fenómeno curioso. Pareciera haber llegado demasiado rápido a la cima, sin digerir la experiencia, y con una enorme incapacidad para ponerse en el lugar de los otros. El abismo lo ha tentado de muchas maneras.
Hay que reconocer que Uber cambió el mundo del transporte urbano, cuando ya parecía que en ese terreno el ser humano había inventado todo. La aplicación fue pensada para aprovechar los tiempos muertos de las limosinas de lujo, para llevar pasajeros de un punto a otro de la ciudad, con una calidad de servicio VIP y al menor costo posible.
La pequeña startup se convirtió en una corporación que está presente en 300 ciudades del mundo, con recaudaciones de 6.000 millones de dólares. Hoy Uber está valorada en 41.000 millones de dólares y Travis Kalanick es el millonario 188 de la lista de Forbes.
El lado oscuro de Travis Kalanick
Fue tan descomunal el éxito que rápidamente aparecieron los problemas con los sindicatos formales e informales de taxis de todo el planeta, que pusieron el grito en el cielo por competencia desleal. Con automóviles destruidos, con un servicio atrasado y malencarado, entendieron que el fin de sus días estaba muy cerca. Y estallaron en protestas.
Hasta surgieron actos vandálicos, para presionar un acuerdo que dejara a todos los involucrados conformes. Pero este problema curiosamente era el menor. Nadie sabía entonces que lo más peligroso que atentaba contra Uber era el creador, Travis Kalanick.
Prepotente y destemplado, sin capacidad para entender las emociones y necesidades de la gente que tenía enfrente, dueño de una egolatría imparable, se dejó ganar por el éxito fácil. Se convirtió en asesor de Donald Trump. Se tomó a la ligera una acusación de acoso sexual de uno de sus gerentes más altos. Solicitó que sus programadores crearan una aplicación para espiar a los periodistas que eran críticos con Uber. Malas decisiones.
Kalanick tiene el perfil de la gente talentosa, con una gran capacidad de trabajo, pero con un cable que se desconectó de los afectos
Kalanick tiene el perfil de la gente talentosa, creativa, con una gran capacidad de trabajo, pero con un cable que se desconectó de los afectos y lo ha convertido en un profesional frío.
No es el único. De una u otra manera, Steve Jobs, Mark Lazaridis, David Neeleman, Audrey McClendon son emprendedores geniales, que fueron apartados de las empresas que crearon porque no pudieron tramitar la vida y los negocios: entonces la empresa se les fue de las manos.
También está el caso de Mark Zuckerberg, que tuvo problemas con amigos con los que desarrolló inicialmente una aplicación que cambió la forma de entender las relaciones con la tecnología. Al igual que otros jóvenes de Silicon Valley, fue demandado por quienes eran sus compañeros de estudio en la universidad.
El futuro de Travis Kalanick está en veremos. Aparentemente, se tomará unas vacaciones. Debería buscarse un psicoanalista, pero cabe suponer que la prepotencia es mala consejera en cuestiones de terapia. Lo malo es que está a un paso de perder un negocio genial por no entender el mundo en el que vive.