Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- Esta semana varias encuestas han reflejado un importante decantamiento en las primarias del Partido Demócrata de EEUU. En la mayoría Joe Biden se ha colocado de forma nítida como el más sólido candidato. En 15 días Biden despegó hasta niveles del 45% según algunas encuestas. Biden fijó una línea muy clara con el vídeo de inicio de campaña. No compite contra los demócratas sino contra Donald Trump.
Hace dos semanas el exvicepresidente de los EEUU Joe Biden formalizó su entrada en la primaria demócrata con un extraordinario vídeo viralizado en las redes sociales.
En las primeras 24 horas después del anuncio su recaudación financiera alcanzó un récord de casi siete millones de dólares, y en 10 días las encuestas ya reflejan el impacto político de su decisión. Durante el tiempo que se esperaba su anuncio Biden lideraba las encuestas de forma competida con el senador de Vermont Bernie Sanders, ambos en el orden del 25-30%; y entre tanto surgían con fuerza pero distantes las senadoras Kamala Harris y Elizabeth Warren, con el exdiputado de Texas Beto O’Rourke, todos en un rango del 5 al 10%, alternando posiciones normalmente con la carismática senadora de California aventajándolos de forma igualmente competida.
Si bien es cierto que en 36 años de actividad parlamentaria puede haber lunares o controversias, el balance de Biden en el Congreso es muy positivo, pero sobre todo le acompaña el aura de sus ocho años como vicepresidente del inmensamente popular Barack Obama
Esta semana varias encuestas han reflejado un importante decantamiento. En la mayoría de las encuestas Joe Biden se ha colocado de forma nítida como un sólido “front runner”. En 15 días Biden despegó hasta niveles del 45% según algunas encuestas. De acuerdo al promedio de encuestas de Real Clear Politics, Biden se ubica en el 39%, pasando a más que duplicar la ventaja sobre Sanders, quien además se redujo a niveles del 15,5% ante el avance de la senadora Elizabeth Warren que intersectando en su audiencia electoral se ha ubicado en 7,7%, segunda por la senadora Harris con 7,2%, Pete Buttigieg con 6,8%, Beto O’Rourke con 4,3%, el senador Cory Booker con 2,5% y el resto de la larga lista de aspirantes en el margen de error de las encuestas con porcentajes inferiores al 1,5%.
En pocas palabras, se podría afirmar que el efecto Biden ha decantado muchas cosas; y que junto a la presencia de este gigante de la política estadounidense, el fenómeno que se veía en Beto O’Rourke ha sido eclipsado por la emergencia del nuevo y fresco liderazgo de Pete Buttigieg, quien ha sorprendido tanto por su ascenso en las encuestas como por las sólidas cifras de recaudación de apoyo financiero a su campaña. Viendo las tendencias en el promedio de encuestas podría incluso pensarse que Warren y Buttigieg, más que Beto O’Rourke, han terminado por socavar parte del apoyo que exhibía Sanders; mientras que Biden ha sumado cuantioso apoyo de los demócratas que seguían indecisos, quizás esperando por su anuncio, pero también muchos apoyos consignados a Sanders parecen haber migrado hacia Biden, identificado inconscientemente por buena parte del electorado progresista con su siempre favorito Barack Obama.
Otro detalle importante en los estudios de opinión (todavía muy prematuros pero indicativos) es que Biden es el candidato que mejor polariza contra Donald Trump, aventajándolo claramente en los promedios nacionales con 10 puntos; y destacando algo clave, que puede también derrotarle en Florida, además de mostrarse sólido como opción electoral en los bastiones demócratas de Pensilvania, Michigan y Wisconsin, por su imagen como defensor de los derechos de la clase trabajadora y la calidad de vida de la gran clase media americana.
Es preciso recordar que Trump logró la Presidencia sin el voto popular con una difícil combinación en la compleja matemática de los colegios electorales que sumó a la Florida con estos bastiones demócratas del llamado cinturón industrial del mid-west norteamericano, también conocido como “rust belt”. Con tan sólo perder Florida y Pensilvania o Michigan, los demócratas retomarían el control de la Casa Blanca. Y algo más, los demócratas tienen al menos tres formas de sumar la magia de los 270 votos del Colegio Electoral para obtener la Presidencia, dos de ellas sin la Florida. Trump no puede llegar a la Presidencia sin ganar la Florida.
Las encuestas en 2016 (ante una hipotética candidatura de Joe Biden que no se concretó, tras el lamentable y doloroso fallecimiento de su hijo Beau Biden, abriendo paso a la de Hillary Clinton) favorecían a Biden sobre Trump en el llamado “Sunshine State”, con un promedio de más de 10 puntos porcentuales. En este momento, según la prestigiosa encuestadora Bendixen & Amandi, sólo el 40% de los residentes de Florida piensan que Trump merece la reelección contra un 53% que piensa que no debe ser reelegido (y 7% de indecisos), con el detalle de que 23% de los electores inscritos como republicanos piensan que no debe ser reelegido presidente. Este mismo estudio coloca a Biden claramente a la cabeza del electorado demócrata en la primaria en Florida, y con la mayor favorabilidad entre electores independientes. Sin duda un lugar privilegiado para polarizar y derrotar a Trump en este estado clave para resolver la lucha por la Presidencia en el 2020.
El vídeo viral de Biden
Hoy estoy anunciando mi candidatura para presidente de los Estados Unidos. Somos los Estados Unidos de America – y juntos no hay nada que no podamos hacer. Únete a nuestra campaña: https://t.co/9MBT8Qkyzd#Joe2020 pic.twitter.com/GhSYDci4dr
— Joe Biden (@JoeBiden) 25 de abril de 2019
Desde el punto de vista del mensaje, Biden fijó una línea muy clara con el vídeo de inicio de campaña. No compite contra los demócratas sino contra Trump. Su narrativa toma como la razón de su decisión los acontecimientos de Charlottesville, Virginia, en los que grupos supremacistas blancos y neo-nazis agredieron a ciudadanos con varias víctimas, incluyendo una joven que perdió la vida. Frente a dicha horrible reedición del racismo que azotó por décadas a los Estados Unidos, Trump normalizó la protesta de estos grupos supremacistas igualándolos con los ciudadanos que manifestaban pacíficamente contra su presencia en la ciudad, hasta el punto de decir que había gente buena y mala en ambos lados. A partir de ese episodio Biden centra su discurso en la defensa de los derechos civiles, la constitucionalidad y el valor de la igualdad ante la ley. Su trayectoria en esas lides, aunada a su estatura como hombre de Estado en materia de política exterior, le permiten perfilar una campaña que se ubicará en el centro-progresista, con un mensaje profundamente institucionalista; racional y práctico en lo económico, además de incluyente en lo social y político. Por si fuera poco, en todas sus apariciones Biden apela a la necesidad de construir consensos y un piso común que rescate la gobernabilidad en Washington, crispada por la polarización, con reiteradas referencias a su probada capacidad de diálogo bipartidista durante una dilatada carrera como parlamentario, donde desde el Senado destacó por iniciativas bipartidistas frente a temas críticos. Si bien es cierto que en 36 años de actividad parlamentaria puede haber lunares o controversias, el balance de Biden en el Congreso es muy positivo, pero sobre todo le acompaña el aura de sus ocho años como vicepresidente del inmensamente popular Barack Obama.
Obama no se ha pronunciado por Biden, expresamente a solicitud de este, que le ha pedido neutralidad para fortalecer la unidad partidista al cerrar el ciclo de las primarias. Obama por su parte, ya en un par de discursos, ha dicho que por los extremos no está la verdadera alternativa demócrata, colocando su preferencia no en alguna persona sino en un candidato capaz de correr con un mensaje y una campaña desde la centro-izquierda o el centro-progresista. Justamente el terreno donde se encuentra ubicado Biden.