Leticia Núñez (ALN).- A menos de dos semanas para los comicios presidenciales en Costa Rica, el populista Juan Diego Castro y Antonio Álvarez Desanti (Partido Liberación Nacional) están empatados, aunque ninguno se acerca al 40% necesario para llevarse el triunfo en la primera vuelta. Juan Carlos Hidalgo, analista sobre América Latina en el Cato Institute, advierte que Castro “es un tipo peligroso para la democracia” y que guarda “muchas similitudes con Trump”. Entre ellas, una relación hostil con la prensa y “un autoritarismo de no soportar las críticas”.
Dice Juan Carlos Hidalgo, analista de políticas públicas sobre América Latina en el Cato Institute, que no le gusta pegar la etiqueta ‘Trump’ cuando surge algo negativo. Sin embargo, hace una excepción con Juan Diego Castro, el candidato populista de derechas que encabeza las encuestas de cara a las elecciones del próximo 4 de febrero en Costa Rica, empatado con el candidato del Partido Liberación Nacional, Antonio Álvarez Desanti. En su opinión, Castro y Donald Trump comparten “muchas similitudes”.
En una entrevista con el diario ALnavío, Hidalgo apunta que la mayor coincidencia entre el presidente de Estados Unidos y el político costarricense, quien fue ministro de Seguridad en 1994 en el mandato de José María Figueres, es la hostilidad con la que tratan a la prensa. “Han establecido un canal directo con su gente brincando a los medios de comunicación. Trump lo hace con Twitter y Castro a través de Facebook”, señala el analista, para agregar que ambos comparten “un autoritarismo de no soportar la crítica, de no soportar los señalamientos en su contra”.
Según Hidalgo, Castro “es una figura populista del mismo molde que Trump”. Subraya que el costarricense “viene con un discurso de que hay una élite política que es corrupta, muy similar al del mandatario de EEUU” y que es un outsider que no utiliza una formación política tradicional, sino el Partido Integración Nacional (PIN), que sólo ha obtenido dos diputados en más de 20 años de existencia.
Por ahora, lo que parece claro es que habrá balotaje en Costa Rica. Ni Castro ni Desanti se acercan al 40% de los votos necesarios para llevarse el triunfo en la primera vuelta. Según la última encuesta, realizada por la firma OPol Consultores y publicada por la agencia Reuters, el populista de derechas obtendría un 20,7% de apoyos frente al 22% del candidato del Partido Liberación Nacional. En tercer lugar, se sitúa el evangélico Fabricio Alvarado, de Restauración Nacional, con un 18,4% en el sondeo, realizado entre el 15 y el 18 de enero con 2.800 entrevistas y un margen de error de 1,9%.
“Va a haber segunda ronda. La discusión es quién va a ir”, sostiene Hidalgo, apostando por Castro y Desanti. Al primero lo califica como “un tipo peligroso para la democracia” y al segundo como “un candidato terrible que se contradice cada cinco segundos”. Sobre Desanti también señala que se ha lanzado para presidente varias veces, que “no tiene principios” y que su partido cada vez más “es percibido como corrupto, añejo y mercantilista”.
Se trata de un panorama “desolador” para el analista del Cato Institute, que advierte: “Cuidado con este escenario. Desanti despierta tal repulsión en una parte del electorado, principalmente los jóvenes, que es posible que Castro gane. Es el equivalente Hillary-Trump. Una Hillary que generaba tal repulsión que mucha gente prefirió un populista o se quedó en casa”. (Leer más: El populismo amenaza con llegar al poder por primera vez en Costa Rica).
“Castro tiene una vena autoritaria muy marcada”
Preguntado entonces si Costa Rica debe estar alarmada por un posible triunfo de Castro, Hidalgo se muestra rotundo: “Totalmente, totalmente”. Defiende que “estamos ante un candidato con una vena autoritaria muy marcada”. En este sentido, recuerda que ha sido el único ministro en recibir un voto de censura por parte de la Asamblea Legislativa por rodear el Parlamento con policías armados con fusiles, algo que para un país con una amplia tradición democrática como Costa Rica y sin Ejército “fue una afrenta mayúscula”.
“Mucha gente añora esa figura autoritaria, de mano dura, porque dice que sólo así se va a arreglar el país”
Hidalgo también alerta que Castro “es un tipo que guarda rencores” y no duda en señalar que, si llega a la Presidencia, en sustitución de Luis Guillermo Solís, “utilizaría el aparato estatal para saldar cuentas con sus enemigos”. Lo ejemplifica con una anécdota que sirve para ver por dónde va el discurso del candidato populista. “En Costa Rica hay un empresario liberal, Andrés Pozuelo, que tiene una empresa de snacks. Es un tipo que critica fortísimo a la clase política, no tiene empacho. Resulta que empezó a criticar a Castro. Entonces, el día de la candidatura cuando preguntaron a Castro cuáles serían sus prioridades, contestó que una de ellas sería combatir el consumo de snacks en la niñez y especificó los productos de este empresario”.
Pero si algo explica el fenómeno Juan Diego Castro es la corrupción. El populista ha hecho de la lucha contra este problema su principal bandera. En el país hay un gran nivel de malestar por distintos escándalos, como el Cementazo (una compleja trama de influencias políticas que afecta a los tres poderes de la República y a varios partidos), que han salpicado al propio presidente. El desencanto contra la clase política se ha venido acumulando hasta el punto de que muchos ciudadanos perciben que todos los políticos son corruptos. Una situación de la que se alimenta el populismo.
“Mucha gente añora esa figura autoritaria, de mano dura, porque dice que sólo así se va a arreglar el país, que esto sólo se arregla votando por alguien que promete una limpieza del sistema”, apunta Hidalgo. El analista diferencia dos vertientes en el discurso de Castro. Por un lado, la lucha contra la corrupción: “Dice que las élites son corruptas e inútiles y que hay que refundar el país. Habla de que toda la Corte Suprema de Justicia debe renunciar, que se necesita una Asamblea Constituyente…”.
Y, por otro, está el discurso contra el crimen y la ya citada mala relación con la prensa. “Habla de mano dura contra los criminales y amenaza con querellas a los medios de comunicación que le hacen una cobertura poco favorable”.
Pero, en definitiva, Hidalgo recalca que “el gran problema que representa Castro es de personalidad, de carácter”. En su opinión, el político “deja ver que es un tipo autoritario que llevaría la institucionalidad costarricense a una presión inusitada”.