Pedro Benítez (ALN).- El de Nicolás Maduro no es el primer gobierno latinoamericano que, mediante una (no muy bien disimulada) operación de distracción política e inflamada retorica nacionalista, pretende que pasé bajo la mesa los acuerdos de mutuo interés que viene tejiendo con esos símbolos vivientes del denostado imperialismo, etapa superior del capitalismo según Lenin, como lo son las compañías petroleras internacionales.
Mientras que, de cara al referéndum consultivo del próximo 3 de diciembre, toda la maquinaria oficial y oficiosa de (des) información y propaganda a su servicio señala a la ExxonMobil como el auténtico enemigo a derrotar en la redescubierta disputa por el Territorio Esequibo, casualmente se cumple un año de aquella licencia expedida por la Oficina de Control de Activos (OFAC) del Departamento de Tesoro de los Estados Unidos, con el beneplácito de las autoridades venezolanas, a la Chevron; hermana de aquella, hijas las dos de la mítica Standard Oil Company, propiedad de la siempre vilipendiada familia Rockefeller.
El 26 de noviembre del 2022, la OFAC “emitió la Licencia General (LG) 41 sobre Venezuela, por la cual se autoriza a Chevron Corporation a reanudar operaciones limitadas de extracción de recursos naturales en Venezuela”. Aunque el permiso expresamente impedía que PDVSA obtuviera lucro de las ventas de la petrolera, hubo cierto debate en los medios y redes sociales vinculados al país con respecto a los verdaderos alcances de la medida y su impacto en la economía nacional.
Misterio con las cifras del bombeo petrolero de Venezuela
Sin embargo, algo quedó meridianamente claro: el ganador era la gigantesca multinacional estadounidense una vez que comenzará las operaciones de producción y exportación de crudo venezolano que le permitieran cobrarse deudas que su socia PDVSA le había incumplido desde hacía tres lustros. Esto, una vez que se diera el siguiente paso, el acuerdo suscrito el 8 de diciembre por todo lo alto, como correspondía, entre el entonces ministro de Petróleo (hoy caído en desgracia) Tareck El Aissami y el presidente de Chevron Venezuela, Javier La Rosa, en la que designaron a un ejecutivo de esa corporación energética como gerente general de la empresa mixta Petropiar.
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Según trascendió a los medios, la compañía asumiría el control operativo de ciertas instalaciones que le facilitaran el procesamiento de crudo que se enviará a las refinerías estadounidenses en el golfo de México en virtud de la citada exención de sanciones.
Aunque con las cifras de producción petrolera de Venezuela ocurre lo mismo que con los datos del INE y BCV, es decir, todas están envueltas en la bruma y el misterio, los aportados por fuentes como la OPEP y agencias especializadas indicaban que por esos días (hace un año) los niveles estarían alrededor de los 650 mil barriles día (b/d).
La apertura petrolera de Caldera
Tomando en cuenta el país llegó a producir más de tres millones de b/d y por mucho tiempo fue el principal exportador de hidrocarburos del hemisferio, sirvan las cifras a modo de ilustración de la magnitud del desastre ocurrido con la industria petrolera nacional. De esos 650 mil, 50 mil los aportaban cuatro proyectos conjuntos de PDVSA y Chevron (que nunca se fue de Venezuela). En los siguientes meses de haberse emitido la licencia ocurrió “el milagro” y con sus operaciones la producción de esta última alcanzó los 120 mil b/d.
Las voces más radicales del chavismo que empezaron a cuestionar los términos del acuerdo (al final del día Venezuela tiene el gobierno que tiene) fueron rápidamente acalladas, o se les olvidó el asunto; mientras que los apóstoles del falso nacionalismo petrolero de venezolano, varios de cuales se rasgaron las vestiduras por la transparente y exitosa Apertura petrolera de la segunda administración Caldera en 1995, y que años después defendieron muchas de las peores ideas del expresidente Hugo Chávez para con el sector, esta vez colocaron el órgano muscular móvil, normalmente situado en el interior de la boca, en la parte más escondida de sus respectivas humanidades.
Como sabemos, aquella licencia del 26 de noviembre del 2022 fue el Juan Bautista de otras, como la que se lo otorgó a la Shell (otro símbolo histórico del capitalismo triunfante) a fin de operar el campo Dragón, ubicado en el Golfo de Paria, y exportar así el gas vía Trinidad en un proyecto de colaboración energética con PDVSA.
ExxonMobil y Conoco acuden a arbitraje
Shell invierte, extrae el gas, lo vende y luego les paga a los dos países. Y, por supuesto, la más reciente licencia general de seis meses “que autoriza temporalmente” las exportaciones del sector de petróleo y gas venezolano a los Estados Unidos, “en respuesta a la firma de un acuerdo de hoja de ruta electoral entre la Plataforma Unitaria de Venezuela y representantes de Maduro…”.
De modo que, en medio de una guerra interminable y con sanciones por parte de las potencias occidentales al segundo exportador mundial de petróleo, Chevron y Shell cobran por adelantado la actitud muy pragmática que tuvieron en 2006 cuando, en ocasión de la nueva la Ley Orgánica de Hidrocarburos de ese año, el gobierno de Chávez obligó a las compañías petroleras a migrar de los convenios de servicios operativos originales a empresas mixtas en participación minoritaria (60% PDVSA / 40% los socios). Decisión que ExxonMobil y Conoco consideraron arbitraria, razón por la cual se fueron al arbitraje internacional.
De ahí a conectar un asunto con el otro, construyendo un relato en el cual ExxonMobil, en litigio pendiente con el país, se ubica como el enemigo que está detrás del enemigo, suena bastante redondo. Sin embargo, resulta que ExxonMobil no es la única compañía petrolera que participa en la licitación de los 14 bloques para la exploración y producción de petróleo y gas en la plataforma continental que se proyecta desde la zona en reclamación del Esequibo, muy cerca del Delta.
ExxonMobil, otro cliente del petróleo venezolano
Hacen lo propio Petrobras (del hermano Lula Da Silva), Chevron y Shell (en sociedad con la china National Offshore Oil Company). Por cierto, el gobierno de la República Popular China, al que se visitó recientemente con espectáculo de drones incluido, pero sin recibir crédito financiero alguno, es el mismo que les promete a los guyaneses ampliar sus inversiones en infraestructura, precisamente en el Esequibo.
En este punto es pertinente recordar la presencia y apoyo histórico de la hermana república de Cuba, cuya dictadura ya puso sus ojos de parásito en el auge petrolero que se espera ocurra en Guyana. De modo que, si Exxon es el enemigo, todos los demás también lo son por razones similares. ¿O no?
Otro dato que puede ser de interés, desde hace algunos meses ExxonMobil se ha convertido en uno de los clientes del petróleo venezolano que Chevron suministra a las refinerías estadounidenses, mientras que a su vez ésta es el principal comprador del crudo extraído por la ExxonMobil y sus asociados en el campo Stabroek, frente a las costas del Esequibo. Todo queda en familia.
Retroceso de 100 años en materia petrolera
Aunque ahora se pretende reescribir la historia por todos conocida y tratar de persuadir que no se dijo lo que se dijo, lo cierto del caso es que es público, notorio y comunicacional que durante años el gobierno chavista se hizo la vista gorda con los negocios que Guyana hacía con todas esas empresas, en particular con la Exxon, en el territorio en reclamación. Y cualquier venezolano que haya seguido el tema sabe perfectamente cuál fue el motivo: la perniciosa influencia de Fidel Castro.
Dicho lo cual, nadie se extrañe que una vez superado y olvidado este capítulo, Exxon llegue a un acuerdo razonable con el gobierno chavista. De la misma manera como se levantó el control de cambio, se ha hecho el loco con las fiscalizaciones de precios, se aceptó una dolarización parcial de la economía, facilitado las importaciones, acercado a Fedecámaras y hasta se ha permitido anunciar la apertura a la inversión privada de ciertas empresas emblemáticas en manos del Estado.
Después de todo, en materia petrolera Venezuela ha regresado a donde todo empezó; hace justamente 100 años la Shell y las hijas de la Standard Oil Company se encontraban enfrascadas en una carrera por explotar los hidrocarburos que atesoraba el subsuelo de la patria de Bolívar.
Sirva todo lo anterior para recordar que el chavismo es otro catastrófico ejemplo de cómo el socialismo es siempre el más largo y tortuoso camino del capitalismo al capitalismo.