Nelson Rivera (ALN).- El ministro de la Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, y el coronel de la Guardia Nacional Vladimir Lugo, que expulsó a empujones al presidente de la Asamblea Nacional del recinto, son las dos vertientes de la neolengua militar del madurismo.
Hablo específicamente de la-neolengua-militar-del-madurismo, porque la que practican hoy los altos mandos militares de Venezuela es distinta, radicalmente distinta a la que usaba el teniente coronel Hugo Chávez. Veamos.
Chávez era un intérprete de la anécdota falaz. Ejercía su mendacidad de distintos modos: narraba como reales hechos que no habían ocurrido; distorsionaba los contenidos de los episodios para ajustarlos a sus intenciones; establecía conclusiones hiperbólicas y a su gusto, a partir de cuestiones que carecían de relevancia. Mentía de forma consuetudinaria. Envolvía sus falacias en anécdotas. Narrar era su método para escapar de la verdad.
Hablo específicamente de la-neolengua-militar-del-madurismo, porque la que practican hoy los altos mandos militares de Venezuela es radicalmente distinta a la que usaba el teniente coronel Chávez
Esto es fundamental: Chávez falseaba para obtener la recompensa del aplauso y sentirse menos inseguro. Sobre todo, inventaba para quitarse de encima el peso de las responsabilidades. Su técnica era la del paranoico: atribuir el mal a los demás: enemigos y conspiradores. Chávez era un experto en calumnias: peligroso, porque en sus relatos difamatorios no faltaban elementos reales. Hablaba y hablaba -horas, días, años enteros- para darle forma a su deseo de gloria. En la lengua de Chávez había una ficción llamada unión cívico-militar. Esa fue su idea fija: convencer al país del beneficio de someterse a la bota militar: bota de cuento y chiste, entre una difamación y la siguiente.
Vladimir Padrino López: el perfecto charlatán
La muerte de Chávez dejó el terreno despejado: unos militares de escasos atributos han intentado ocupar la escena. Se han propuesto hacerse con el protagonismo, dejar atrás el silencio de Chávez. Pero, a diferencia de la vocería que intentan remplazar, los dos más persistentes protagonistas de la neolengua militar del madurismo, el ministro de la Defensa, general Vladimir Padrino López, y el teniente y ahora diputado Diosdado Cabello tienen esto es común: carecen de narratividad. Les falta, nada menos, que el ingrediente del relato. Les pasa esto: uno y otro, aun cuando sus respectivas variantes son radicalmente diferenciadas, carecen de imaginación. Este es el rasgo esencial de la neolengua militar del madurismo: está despojada de vida, ajena al pálpito de la realidad.
La neolengua de Padrino López es la del charlatán: pretencioso que se propone esconder su mediocridad profunda bajo capas sucesivas de frases hechas, declaraciones ampulosas y la repetición incansable de fórmulas que oscilan entre lo cursi y lo falso. Que su propia falta de talento lo aturde, queda patente en esta declaración que acaba de dar, con el uniforme convertido en un batiburrillo de medallas y condecoraciones: “En la FANB no hay hombres mediocres; hay oficiales valerosos, estudiosos y enamorados de esta profesión”.
La charlatanería de Padrino López aspira a pontificar. Mientras sus tropas disparan balas, metras y tornillos; mientras sus soldados disparan de forma indiscriminada a edificios; mientras funcionarios asolan las calles y atracan, torturan, saquean y ejercen la violencia física en formatos de evidente desproporción, el general habla de paz, concordia, patria, valores y de otras veleidades, ajenas por completo a la realidad. Porque ese es, justamente, el otro rasgo de la neolengua militar del madurismo: su condición irreal. Su permanente faroleo: abstracta, inhumana, impasible ante el sufrimiento de las personas.
Esta neolengua que se ufana de su condición charlatana, y esto es lo medular, tiene un fundamento, debo decir, un sólido fundamento: los 6.000 millones de dólares en armas y equipos militares de los que la FANB dispone para reprimir a los ciudadanos demócratas. El desprecio irreversible que Padrino López exhibe por los hechos cometidos por los uniformados bajo su mando, es el de la impunidad: el hombre convencido de que, con tal cantidad de bombas lacrimógenas, balas y tanquetas, su poder será tan largo como su propia vida.
El coronel Lugo: la neolengua de la muerte
Que el coronel de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) Vladimir Lugo haya saltado hasta nuestro campo de visión por la ferocidad de su trato hacia el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, no debe conducirnos a equívocos: este coronel (recién señalado por Eligio Cedeño, empresario venezolano en el exilio, como hombre vinculado a la industria del secuestro) es una pieza menor de la otra vertiente de la neolengua militar del madurismo: la de la muerte.
Se trata de una neolengua que tiene carácter oficial, un espacio semanal en la televisión pública venezolana y una encarnación: un teniente, que todos los miércoles protagoniza dos horas o más de televisión, con este contenido: un lenguaje que apenas rebasa el centenar de palabras. Diosdado Cabello es el hombre que vive y piensa con un centenar de palabras.
Esta neolengua tiene un fundamento: los 6.000 millones de dólares en armas y equipos militares de los que la FANB dispone para reprimir a los ciudadanos demócratas
En ese espacio, el lenguaje tiende a cero. La realidad se aplasta. La facultad humana de la comunicación es liquidada por un encadenamiento de insultos, amenazas, denuncias, chismes, conspiraciones, acusaciones, infundios y el despliegue más amplio de vilezas que sea posible imaginar.
Esa precariedad, sostengo, es la pieza más emblemática, el summum de la neolengua que usan los excomandantes de la GNB Néstor Reverol y Antonio Benavides Torres, el mayor general Luis Motta Domínguez, el general Fabio Zavarce, los carceleros de Ramo Verde (la cárcel militar donde está preso Leopoldo López) y, por supuesto, el coronel Vladimir Lugo, hombre que en cualquier momento será condecorado: por su doble ocupación en el sector privado y en el sector público, donde hace uso de las palabras bajo una sola y exclusiva lógica: la de hago-lo-que-quiero-porque-vivo-bajo-la-garantía-de-la-impunidad-de-la-FANB-revolucionaria.