Sergio Dahbar (ALN).- Paulo Coelho suele ser un autor caprichoso y exigente que busca vender millones de ejemplares y ser reconocido como un gran escritor. No lo había logrado hasta que la primera dama de Puerto Rico lo confundió nada más y nada menos que con Gabriel García Márquez.
Quizás resulte fácil y mezquino burlarse de un desliz, ocurrido en un programa de radio. La verdad es que nadie tiene por qué saber todas las respuestas. Mucho menos hacer gala de una cultura universal a tiempo completo, sin fisuras ni titubeos. Pero la equivocación de la primera dama de Puerto Rico, Beatriz, una joven de 32 años, esposa del gobernador Ricardo Rosselló, se convirtió en un asunto viral.
Hay quienes se lo han atribuido a los tiempos turbulentos que vive la isla después del paso devastador del huracán María. Quién sabe. Lo cierto es que, invitada a un programa de la emisora WKAQ, Beatriz Rosselló comentó la iniciativa “Unidos por Puerto Rico”, programa de ayuda a la isla que tiene una canción pegajosa.
Cuando le consultaron si esa canción también sería traducida al inglés para que más gente apoye la causa, respondió lo siguiente: “Igual que Paulo Coelho hace su libro de Cien años de soledad, verdad, en inglés, y llega a más personas, entendemos que sí, que la vamos a estar haciendo en inglés, con artistas de Estados Unidos también”. A veces las buenas intenciones se tropiezan con calles ciegas inesperadas.
Hay que reconocer que en ningún país, por lo menos del ámbito de la lengua española, una primera dama saldrá ilesa si comete un error de esta magnitud al aire
Hay que reconocer que en ningún país, por lo menos del ámbito de la lengua española, una primera dama saldrá ilesa si comete un error de esta magnitud al aire. Por diferentes razones.
En el mundo cada vez más los ciudadanos se asumen como víctimas de diferentes abusos y maltratos desde el poder. Las empresas y los políticos advierten cómo su reputación se deteriora. Le gente pone en entredicho el conocimiento de las figuras públicas. Y la democratización de la comunicación abre las puertas de la democratización de la protesta y la crítica feroz.
A estos cambios en la sociedad hay que sumarles que la figura de la primera dama en el mundo ha mutado. Dejó de ser alguien que acompaña al hombre más poderoso, para convertirse en una compañía que motoriza acciones a fin de mejorar la sociedad que tiene enfrente.
De hecho, apenas Beatriz Rosselló tropezó en la radio, la escritora puertorriqueña Ana Teresa Toro, autora de Cartas al agua y Las narices de los perros, reaccionó en Facebook: “Hacemos bien en espantarnos porque la primera dama le atribuya la autoría de Cien años de soledad a Paulo Coelho. Y no, no es un desliz menor, ni es poca cosa. Sí, sí es un escándalo y es vergonzoso”.
Lo que le ocurrió a Beatriz Rosselló, ya le había sucedido a muchas celebridades antes. En Venezuela, hacia 1982, una miss Venezuela, Ana Teresa Oropeza Villavicencio, fue consultada por un periodista, Rómulo Rodríguez, sobre sus gustos. Ella respondió con enorme ingenuidad: “Me gusta la música de Shakespeare”. Fue leyenda.
Pero quizás el lado más curioso de esta historia tiene que ver con la confusión que se produjo en la mente de la primera dama de Puerto Rico. Confundir a Gabriel García Márquez con Paulo Coelho no es cualquier cosa. Sin duda que en el inconsciente hay zonas oscuras.
Más confusiones
En el magnífico libro de Xavier Ayen, Aquellos años del boom (RBA, 2014), con el que ganó el premio Gaziel de Biografías y novelas, este gran periodista español revisa lo que significó la llegada de los escritores latinoamericanos a España en los años 60. Allí hay una anécdota que leída a la luz de esta confusión boricua resulta extraordinaria.
Ya había salido a la calle Cien años de soledad en Buenos Aires por Editorial Sudamericana y Gabriel García Márquez comenzó a recibir dinero por los derechos de un libro que se vendía sin parar. Entonces se compró un auto deportivo italiano color rojo, deslumbrante, en la Barcelona de los años 60, que era muy pobre y pueblerina.
Gabriel García Márquez escribía con un mono de mecánico, porque su trabajo era el de un obrero de la palabra
Gabriel García Márquez escribía con un mono de mecánico, porque su trabajo era el de un obrero de la palabra. Y salía en la madrugada por una ciudad adormecida a pasear en su deportivo italiano, como un personaje absolutamente inesperado.
A veces se detenía a echar gasolina. Y el empleado de la estación siempre lo miraba y no se cansaba de repetir que qué bríos tendría el dueño de aquel automóvil para dejarlo en manos de un colombiano. No podía ser el propietario de aquel vehículo, menos aún el escritor que había cambiado la literatura latinoamericana.
No tengo ninguna duda de que le hubiera causado risa conocer el dislate de la primera dama de Puerto Rico. Al que no logro imaginar cómo le habrá caído enterarse de que lo han confundido con Gabriel García Márquez es a otro personaje inverosímil, el brasileño Paulo Coelho.
Ha hecho todo lo posible no ya para vender muchos ejemplares, que lo ha logrado, sino para convertirse en un autor reconocido. No sólo creó una agencia literaria que sólo atiende sus asuntos editoriales y derechos en todos los idiomas, sino que suele volver locos a los editores que asumen la distribución de sus nuevos lanzamientos, porque les exige que negocien un premio que lo convierta en un nuevo referente de América Latina. Un disparate que nadie puede ayudarlo a conseguir.
Lo que me hace pensar entonces en una idea que no había pensado hasta ahora: tal vez Coelho le pidió a Beatriz Rosselló que se confundiera en radio, para vivir una epifanía que de otra manera no hubiera tenido el placer de vivir.