Daniel Gómez (ALN).- El presidente de Nicaragua ratificó que la construcción del Canal Interoceánico sigue en pie. Que las obras de este faraónico proyecto -más costoso que la presa de las Tres Gargantas y la misión Apolo juntas- se paralizaron porque falta una medición ambiental. Daniel Ortega insiste, aun a sabiendas de que el canal también agitó las protestas contra su gobierno.
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, actúa como si todo anduviera bien. Esa es la sensación que da. Porque su pasmosa tranquilidad contrasta con el país. El más pobre de América Latina. Fracturado internamente. Agitado por la violencia. Repudiado el régimen por la comunidad internacional. Y mientras la gente pide a gritos que renuncie, o al menos, que anticipe las elecciones, él sigue ahí. Amarrado al poder. Y empeñado en construir ese monstruoso canal que parece un cuento chino.
Ortega le dijo a la agencia EFE esta semana que la construcción del Canal Interoceánico sigue en marcha. “Está pendiente la medición del impacto medioambiental para comenzar los trabajos de construcción”.
En 2013, Ortega entregó el proyecto en una concesión por 100 años a Wang Jing, un empresario al que llamaron en Nicaragua “el aventurero chino”. Un aventurero ya que prometió liderar “la obra de infraestructura más grande de América Latina”, como la bautizó el Gobierno.
Dijeron que el proyecto estaría listo para 2030, y que partiría desde el Pacífico hasta el mar Caribe a través de un canal de 278 kilómetros de largo y 270 kilómetros cuadrados de superficie.
Dijeron también que el proyecto costará 50.000 millones de dólares, cuatro veces el Producto Interior Bruto de Nicaragua. Porque además del canal, el aventurero chino levantará hoteles, zonas de ocio y parques industriales a su alrededor.
Un canal que ridiculizará al resto
El Canal de Panamá, la mayor obra de ingeniería de la historia, se verá ridículo al lado del canal de Ortega. La ampliación, dirigida por la constructora española Sacyr, ‘apenas’ costó 5.673 millones de dólares.
Ridículo también lucirá el Corredor Bioceánico que promociona el presidente boliviano, Evo Morales. Un proyecto ambicioso, de grandes dimensiones (tiene un costo estimado de 10.000 millones de dólares) y respaldado por empresas y gobiernos de Alemania, Suiza, España, Brasil y Reino Unido.
Otro megaproyecto opacado por la magnitud del de Ortega es el aeropuerto del magnate mexicano Carlos Slim, en Ciudad de México. Su presupuesto de 13.000 millones de dólares parece muy poco al lado de 50.000 millones de dólares.
Pero es que el presidente nicaragüense quiere entrar en la historia. Primero, como el héroe que convirtió a la economía más pobre de la parte continental de América Latina en una de las más grandes de la región. Con las obras del canal, dice que impulsará la economía a ritmo de 10% anual.
Y luego el canal. Esos 50.000 millones de dólares y 278.000 kilómetros de longitud. Tales números son para figurar en los grandes libros de ingeniería. Porque el canal costará lo mismo que la megapresa de las Tres Gargantas en China y el programa espacial Apolo juntos. Estos costaron 25.000 millones de dólares cada uno.
Los campesinos protestan contra Ortega
¿Pero de verdad Ortega, un joven guerrillero sandinista, de izquierdas y ropas humildes, quiere hacer historia como el impulsor del gran canal, como el líder de una iniciativa tan capitalista? ¿O es que acaso sus ambiciones son más modestas?
Los campesinos no dudan. “Canal no hay, lo que hay aquí es expropiación de tierras”. Eso dijo al diario La Prensa Rafael Bermúdez, un conocido exguerrillero sandinista, que forma parte del movimiento anticanal de Nicaragua. Un poblado grupo de activistas que se oponen al proyecto de Ortega.
Buena parte de la superficie contemplada para el proyecto se ubica en una de las zonas más ricas del país. Son los terrenos que colindan con el Gran Lago Cocibolca, los cuales dan trabajo a 100.000 familias, la mayoría campesinas.
Cuando Ortega entregó el proyecto, Wang Jing obtuvo todo tipo de consentimientos. Por supuesto, no compitió contra ninguna empresa pues no hubo licitación alguna. Wang Jing está libre de pagar impuestos, y es libre también de tomar cualquier terreno, sea de quien sea, para desarrollar el canal. Y qué casualidad, las tierras que necesita son las de los campesinos.
De ahí surgió un movimiento anticanal que ha movilizado al país en más de 90 ocasiones. En la reciente oleada de protestas -en la que murieron 481 personas, la mayoría a manos de seguidores de Ortega, según la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos– líderes campesinos salieron a protestar contra el Gobierno y contra el canal.
“Canal no hay, lo que hay aquí es expropiación de tierras”
No entienden cómo el proyecto sigue en pie cuando se ha demostrado que es un fiasco. El aventurero chino es un magnate venido a menos. Su fortuna es de 1.400 millones de dólares, cuando hace tres años era de 6.400 millones, según la revista Forbes.
Aunque la fortuna de Wang Jing siga siendo importante, su experiencia en obras e ingeniería es bastante limitada. Dirige Xinwei, una multinacional de telecomunicaciones que jamás levantó un muro. Aun así, Wang Jing fundó Hong Kong Nicaragua Canal Development. Más conocida por las siglas HKND, esta empresa se constituyó como una firma especializada en construcción e infraestructura para desarrollar el canal.
Entonces HKND arribó a Nicaragua. Era el 22 diciembre de 2014. Ortega y el aventurero chino se dieron la mano e inauguraron las obras del canal ante una ferviente multitud de seguidores sandinistas.
La euforia se desvaneció al día siguiente porque esa inauguración fue un acto simbólico. Ni entonces ni hoy, el Gobierno nicaragüense ha movido un dedo para iniciar el proyecto. En las costas del Pacífico y del Caribe no hay una sola excavadora. Allí, pescadores y bañistas pasan las horas como si con ellos no fuera la cosa.
Mientras, HKND se borró del mapa. La sede se encontraba en el rascacielos más alto de Hong Kong, en el piso 18 del Centro Internacional de Finanzas. Pero hace unos meses esa oficina cerró y se mudó a otra de la que se desconoce la dirección. Así se lo comentó una recepcionista del rascacielos a Blake Schmidt, reportero de la agencia Bloomberg.
Ortega sigue con su cuento chino
Mientras el aventurero chino sigue haciendo negocios por el mundo con Xinwei -se le ve muy activo porUcrania, donde anda desarrollando sistemas de pago digital y redes de comunicación de alta velocidad- Ortega afirma que va a construir el canal.
El presidente le dijo a EFE que “la empresa china [HKND] hizo un primer estudio que fue sometido a la Comisión de Medioambiente del Estado nicaragüense, pero no pasó el examen, ya que se hicieron varias observaciones”.
También dijo que el proyecto “ha tenido el respaldo de la mayoría de la población, aunque siempre hay un sector que lo cuestiona, sobre todo estos grupos que hoy nos están haciendo el daño al país, que también cerraron filas en contra del canal”.
Es como si le diera la espalda a la realidad. Lo cual no es raro en Ortega. Este miércoles el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas realizó una sesión para abordar la crisis de la violencia en Nicaragua a petición de Estados Unidos y, mientras, el mandatario, en Managua, convocó una marcha por la paz respaldada por simpatizantes de su partido, el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Apoyado por los suyos, dijo que Nicaragua es paz. Y cargó contra el imperio. Los Estados Unidos. “Las invasiones de EEUU no dejan vivir en paz a los nicaragüenses y cuando finalmente después de tantas luchas, después de tanto sacrificio llegamos nosotros, empezamos todos a construir la paz, partiendo de la seguridad para todas las familias nicaragüenses…”.
Y es que Ortega sigue con su cuento chino. Porque si piensa que el país va bien -la Cepal ya dijo que su economía no crecerá en 2018 como consecuencia de la violenta crisis que sufrió-, piensa también que ese canal de 50.000 millones de dólares también va bien.