(EFE).- El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, centra este miércoles el último día de su visita a Angola en la remodelación del Corredor de Lobito, un ferrocarril que unirá el Atlántico con las minas de la República Democrática del Congo (RDC) y Zambia a través de Angola y con el que Occidente busca ganarle terreno a China en el abastecimiento de minerales en África.
Washington ya se ha comprometido a invertir más de 3.000 millones de dólares (unos 2.850 millones de euros) en proyectos de infraestructura relacionados con el corredor, si bien se espera que Biden anuncie este miércoles nuevos fondos para esa iniciativa.
Estas son las claves para entender la importancia de una infraestructura que EE.UU. y la Unión Europea (UE) consideran una importante vía de transporte de minerales clave:
1. Desde el Atlántico hasta Zambia.
El corredor consiste actualmente en una línea de ferrocarril de 1.300 kilómetros desde el puerto de Lobito en la costa atlántica de Angola hasta la ciudad angoleña de Luau, en la frontera con la RDC, que se extiende otros 400 kilómetros hasta la urbe minera congoleña de Kowelzi, muy cerca de la frontera con Zambia.
Está prevista la construcción de otros 800 kilómetros de vías que hagan llegar el ferrocarril a Zambia, y EE.UU. ha manifestado incluso su intención de hacer que el corredor alcance algún día la costa oriental del continente.
La línea fue construida a principios del siglo XX por Bélgica y Portugal, antiguas metrópolis de la RDC y Angola, respectivamente, pero cayó en desuso con la caída de los imperios coloniales y el estallido de la guerra civil en Angola tras su independencia en 1975 y hasta 2002.
En octubre de 2023, la UE, Estados Unidos, el Banco Africano de Desarrollo (BAfD), la Corporación Financiera Africana (AFC) y los tres países africanos implicados firmaron un memorando de entendimiento para revitalizar la infraestructura, al que han siguieron otros acuerdos.
El objetivo del corredor es reducir el tiempo de tránsito desde Zambia y el sur de la RDC hasta el puerto de Lobito de los 45 días actuales a menos de una semana.
2. Energía y geopolítica.
Tras décadas de desuso, esta ruta ha vuelto a despertar el interés de las potencias occidentales.
Según la ONU, la demanda de materias primas se ha multiplicado por cuatro desde 1970 y podría crecer un 60 % para 2060. Esto ha puesto en el punto de mira a Zambia y la RDC, que poseen algunas de las mayores reservas de cobalto, cobre y coltán del mundo, unos minerales imprescindibles para fabricar las baterías de los coches eléctricos y, por tanto, para la transición energética.
Sin embargo, no se trata solo de un desafío energético, sino también geopolítico: con sus inversiones, Washington y Bruselas buscan contrarrestar la influencia que China les ha arrebatado en África, después de que Pekín se convirtiese en su principal socio comercial.
Así, el proyecto se enmarca en la macroniciativa de inversiones e infraestructuras lanzada por el G7 (grupo de las siete principales economías del mundo) en 2022 y conocido como la Asociación para la Infraestructura y la Inversión Global (PGII, en inglés).
3. Desafíos
La licitación para operar durante treinta años el corredor ha sido concedida a un consorcio formado por tres empresas: la proveedora de materias primas Trafigura (49,5 %), con sede en Singapur; la constructora portuguesa Mota-Engil (49,5 %) y la operadora de ferrocarriles belga Vecturis (1 %).
Pero, lo cierto, es que la mayor parte de minas productoras de los citados minerales se encuentran ya bajo control de empresas chinas. Según expertos, esto podría suponer un desafío para cumplir el objetivo de aumentar el suministro de estos materiales para la UE y EE.UU, aunque se restaure el corredor.
China va años por delante de las potencias occidentales y ha respaldado la construcciones de numerosas infraestructuras a través de la Nueva Ruta de la Seda, una iniciativa adoptada en 2013 como proyecto estrella de la política exterior del presidente Xi Jinping.
Además, ni Europa ni EE.UU. son líderes en tecnología de los coches eléctricos, un sector dominado por el gigante asiático, que representó en 2023 alrededor del 60 % de las ventas globales de estos vehículos, frente al 25 % de Europa y el 10 % de EE.UU., según la Agencia Internacional de Energía (IEA).
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