Por Juan Carlos Zapata (ALN).- Ya es un hecho que 2020 será un año de recesión profunda en el mundo, y que 2021 puede ser de recuperación, aunque todo depende, como lo ha dicho el FMI, de cuánto más se extienda la crisis sanitaria del coronavirus y el consecuente gran bloqueo económico. ¿Y cómo le irá a América Latina y el Caribe?
Los acontecimientos no pueden ser peores. Lo dice un análisis del propio Fondo Monetario Internacional, FMI. América Latina y el Caribe puede estar enfrentándose a una década pérdida, “incluso en este escenario de recuperación rápida”, es decir, que 2021 deje atrás las secuelas de este 2020. Esa década pérdida comprendería desde 2015 hasta 2025. Panorama desolador. Ya de por sí, los pronósticos del FMI es que la economía caiga este año en 5%. Es la peor recesión, dice el FMI, desde 1950, que es la fecha desde que se disponen estadísticas continuas y confiables.
En el análisis, escrito por Alejandro Werner, se señala que “con shocks atípicos de oferta y demanda, una crisis de salud y altos costos de financiamiento en América Latina, las acciones requeridas para mitigar los costos humanos y económicos de esta crisis serán bastante desalentadoras y requerirán un enfoque sin precedentes”. Werner es director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI.
Los países han tomado medidas tanto en el campo sanitario como en lo económico y financiero. Los bancos centrales también se han sumado. Paquetes de estímulo fiscales y de ayuda a empresas y familias. Es la receta que aplican las economías desarrolladas. Solo que América Latina y el Caribe no cuenta con los recursos suficientes para operar con la misma solvencia. De hecho, más bien de los países emergentes es que se ha registrado una mayor fuga de capitales, calculada en 100.000 millones de dólares hasta principios de abril. “Brasil, Chile y Perú han anunciado paquetes importantes, y se espera que otros sigan o mejoren las medidas existentes. Los países con mejor calidad crediticia, como se refleja en los diferenciales del mercado, generalmente han sido más agresivos en su respuesta a la pandemia”, apunta Werner.
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Pero Werner se refiere también a que los países se enfrentan a territorio desconocido. En el mismo FMI se ha calificado de “crisis rara”, esta que sufre el mundo. Werner apunta que si bien “las respuestas políticas aún están evolucionando, los responsables políticos enfrentan importantes desafíos de implementación”. Es que la realidad de la región es más compleja. “Por ejemplo, los gobiernos podrían ser incapaces de llegar a los hogares vulnerables a través de transferencias tradicionales donde no existen sistemas de asistencia social extensivos y donde la informalidad prevalece”.
Hay otro punto que es común en América Latina y el Caribe. “Las empresas más pequeñas y las del sector informal son más difíciles de alcanzar. Dado el alto nivel de informalidad en la región, los países deberían utilizar todos los registros y métodos posibles para llegar a las empresas más pequeñas y a los trabajadores y empresas informales”.
Hay que recordar que Chile, Ecuador, vienen de atravesar un río de protestas, y Venezuela y Nicaragua continúan en tensión, y en México aumentan las alarmas igual que en Brasil. Argentina, por su lado, busca la manera de encontrar un respiro de tres años en el servicio de la deuda externa.
El experto señala que “dado que la pandemia, la recesión y las respuestas políticas requeridas causarán aumentos significativos en los déficits y la deuda pública, los países deberán crear un espacio fiscal en el presupuesto al reducir el gasto no prioritario y aumentar la eficiencia del gasto. Los países deberán asegurarse de que las políticas adoptadas en respuesta a la crisis no se perciban como permanentes y se arraiguen y generen distorsiones, especialmente en lo que respecta a la asistencia dirigida a ciertos sectores. Varios países con reglas fiscales sobre déficits permisibles y / o sobre cuánto pueden gastar sus gobiernos han invocado correctamente cláusulas de escape para permitir aumentos extraordinarios en los gastos y déficits gubernamentales (Brasil, Chile, Perú, entre otros), pero los responsables políticos deben comunicar claro camino de regreso hacia el cumplimiento de estas reglas en el mediano plazo”.
Nada fácil y tampoco lo que propone para hacerse de recursos como impuestos a los derivados del petróleo -por no decir gasolina, combustibles- “en la medida en que no aumenten los precios internos a los usuarios finales”. Hay que recordar que Chile, Ecuador, vienen de atravesar un río de protestas, y Venezuela y Nicaragua continúan en tensión, y en México aumentan las alarmas igual que en Brasil. Argentina, por su lado, busca la manera de encontrar un respiro de tres años en el servicio de la deuda externa. En Colombia, por su lado, la paz es frágil y Bolivia se encara a una elecciones con la esperanza de que sea un proceso limpio y transparente y enrumbe al país luego de la abrupta salida del poder de Evo Morales.
El mismo experto, sin embargo, está consciente de una realidad. Y la expresa de esta manera: “La tensión entre lo que se necesita y lo que es posible también está sujeta a cambios por acción política. Aquellos países que puedan comprometerse de manera creíble a una política fiscal sostenible al cambiar sus marcos impositivos, de gastos y fiscales que garanticen correcciones una vez que la economía vuelva a la normalidad, desbloquearán un importante espacio fiscal en el presente para abordar las consecuencias”.