Rogelio Núñez (ALN).- Las consecuencias económicas de la pandemia van a golpear de lleno a América Latina. Si bien no se sabe aún si la salida de esta depresión será breve (en forma de V o T) o larga (en forma de U e incluso de L), lo cierto es que la región va a enlazar su heredado estancamiento económico (2013-2019) a la actual recesión (2020-2021). Ante esta coyuntura la perspectiva debe centrarse en el corto plazo -lo que ya está ocurriendo- pero también en el largo. Y en ese largo plazo la región va a necesitar una especie de “Plan Marshall” cuya cuantía dependerá de cuánto dure la pandemia y de cuáles sean sus consecuencias, así de cómo afecte a cada país.
El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno, ya ha advertido, en declaraciones a la agencia EFE, que “a América Latina le va a pasar lo que le ocurre a la gente a la que más le afecta el virus, que son aquellos que cuentan con condiciones preexistentes. Latinoamérica, lamentablemente, estaba con condiciones preexistentes en un entorno de bajo crecimiento… este shock tanto de oferta como demanda va a afectar mucho”.
En América Latina y el Caribe el debate entre salvar la economía o preservar la salud se ha inclinado, definitivamente, por la segunda variable (la sanitaria): hasta los gobiernos que trataban de eludir el parón económico (México y Brasil) han empezado a tomar medidas de distanciamiento social que, lógicamente, conducen a una mayor o menor parálisis productiva. Una vez que casi todas las naciones de la región ya han diseñado sus planes de lucha contra la pandemia (cuarentenas o toques de queda) las principales acciones de los gobiernos han ido dirigidas en dos direcciones:
1-.A extender las medidas de aislamiento (por ejemplo, el gobierno de Argentina ha prorrogado hasta el 12 de abril el cierre de las fronteras y el de Cuba recluyó a miles de turistas que aún permanecían en la isla).
2-.Y a implementar diferentes acciones para paliar, al menos en parte, los daños que sufre la economía o a aumentar la protección social para los más vulnerables.
Chile y Perú son las economías que, hasta el momento, han adoptado políticas económicas más ambiciosas. Destaca el caso peruano que ha diseñado un programa de estímulo económico que asciende al 12% del PIB (en Chile supera el 4%). Brasil ha anunciado una inversión de aproximadamente 200.000 millones de reales (38.476 millones de dólares) para ayudar a los trabajadores, empresas, estados y municipios del país. Cifras lejanas de lo que está haciendo el gobierno estadounidense que inyectará apoyos fiscales equivalentes al 10,7% de su PIB. México, en el mejor de los casos, le estará inyectando un punto del PIB.
En este ámbito económico todo indica que en 2020 América Latina vivirá una contracción que el FMI estima en 2% y la Cepal al menos en 1,8%, aunque no se descarta que la caída llegue hasta 4% en algunos países. Una recesión que tiene implicaciones sociales: el informe cepalino calcula que el número de pobres subirá de 185,9 a 219,1 millones de personas, mientras que la pobreza extrema podría incrementarse de 67,5 a 90,7 millones.
Alejandro Werner, del FMI, alertaba en declaraciones al diario El País de que “en términos de desempeño económico va a ser el peor año para la región en más de medio siglo: vamos a ver recesiones profundas en todos los países. Nunca habíamos visto una sincronización tan preocupante… Todos van a estar afectados por la pandemia. Además, al ser un choque global, todos los spillovers [el efecto derrame] del exterior les van a afectar simultáneamente: recesión en todos los socios comerciales; caída en los términos de intercambio; crisis en el mercado del petróleo, con una bajada en el precio mayor de lo que se justifica por la menor actividad; caída en el turismo; caída de las remesas; salida en los flujos de capitales mayor que en la crisis financiera global. Va a ser la recesión más profunda en más de medio siglo. Aunque sea rápida en 2021 y siga en los años sucesivos, probablemente la década de 2015 a 2025 va a volver a ser otra década perdida en términos de producto per cápita”.
Asimismo, un informe de S&P Global Ratings confirma que la mayoría de países latinoamericanos entrará este año en recesión y no comenzarán a recuperarse hasta bien entrado 2021. Las peores previsiones corresponden a Argentina y México, con sendas contracciones de 2,5% en 2020. Asimismo, Brasil y Chile caerían 0,7% y n 0,2%, respectivamente, mientras que la economía colombiana registrará un crecimiento de 0,7%. Para 2021, las estimaciones de S&P apuntan a un crecimiento generalizado para todos los países: Colombia (3,8%), seguida de Chile (3%), Brasil (2,9%), Argentina (2,4%) y México (2,2%).
A la espera de un Plan Marshall
Las medidas de confinamiento en los principales mercados de Latinoamérica y del mundo reducen el consumo y la inversión, lo que tendrá un fuerte impacto en las exportaciones. Esta crisis le llega a la región, por lo tanto, desde, al menos, cuatro ámbitos:
1-.Por la disminución del precio de las materias primas.
El barril de Brent ha caído hasta mínimos no vistos desde hace 18 años, 22,76 dólares y la mezcla mexicana se cotiza escasamente por encima de los 10 dólares; el cobre ha perdido más de un 14% de su valor y la soja en torno a un 6%.
2-.La reducción del turismo golpeará no sólo a las grandes potencias del sector (México) sino también a otros países de Centroamérica y el Caribe: en Guatemala, la Asociación de Exportadores considera que están en riesgo 600.000 empleos directos e indirectos.
3-.Caída de las remesas (sólo para México se calcula en unos 6.000 millones de dólares).
4-.Y por la retirada de capitales (más de 13.000 millones de dólares se han marchado de la región en marzo).
Ante esta coyuntura la perspectiva debe centrarse en el corto plazo -lo que ya está ocurriendo- pero también en el largo. Y en ese largo plazo la región va a necesitar una especie de “Plan Marshall” cuya cuantía dependerá de cuánto dure la pandemia y de cuáles sean sus consecuencias, así de cómo afecte a cada país.
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Por el momento los montos puestos sobre la mesa son reducidos y no tienen objetivos de cambio estructural sino que buscan atender la emergencia sanitaria y humanitaria. El Plan Marshall supuso entre 13.000 y 15.000 millones de dólares de la época cuando entre 1948 y 1951, los norteamericanos invirtieron en Europa el equivalente a 200.000 millones de euros actuales, según calculó el historiador Tony Judt.
La clave: las instituciones multilaterales
Las instituciones financiera internacionales ya están respondiendo para el corto plazo. De hecho, el Banco Mundial ha dispuesto de hasta 160.000 millones de dólares durante los próximos 15 meses para la emergencia sanitaria y económica por la crisis del coronavirus, de los cuales al menos 100 millones están destinados a países latinoamericanos. El directorio del BM aprobó “un conjunto inicial de operaciones de ayuda de emergencia para los países en desarrollo”. El BM va a desplegar fondos bajo distintas modalidades para Argentina, Bolivia Ecuador, Haití y República Dominicana, Paraguay y Panamá.
Entre las operaciones de este paquete en América Latina y el Caribe, Haití -el país más pobre de la región- recibirá 20 millones en un préstamo para aumentar el número de pruebas y comprar equipos. Para Ecuador, el BM destinará otros 20 millones para insumos médicos y refuerzo del equipamiento de unidades de cuidados intensivos y de las salas de aislamiento. En el caso de Paraguay, el BM liberará 20 millones para apuntalar el sistema de salud, destacando que el país enfrenta un “enorme brote de dengue”. El BM también aprobó un préstamo de 35 millones de dólares para Argentina para la compra de insumos y equipos. República Dominicana activó un préstamo para políticas de desarrollo con el fin de mejorar la “gestión del riesgo de desastres”, de una línea de crédito por 150 millones de dólares. De esa partida, 20 millones serán para Bolivia, en tanto Panamá recibirá 41 millones de un crédito de desarrollo para fortalecer su sistema de salud.
El @BancoMundial aprobó la 1ra fase de entrega de fondos por casi US$100 millones para cuatro países de #AmLat, y ha reorientado US$170 millones provenientes de operaciones en ejecución para contener el impacto del #Covid19 (#coronavirus) ⬇️⬇️⬇️https://t.co/BGXXKZcQjj
— Banco Mundial | América Latina y el Caribe (@BancoMundialLAC) April 2, 2020
Pero la clave pasa por construir, a medio plazo, un “Plan Marshall” que, dadas las limitaciones financieras y fiscales de los países latinoamericanos, va a depender, en gran parte, de la ayuda de las instituciones mundiales. La ONU considera esta, una crisis sin precedentes y la respuesta debe ser proporcional, probablemente en el rango del 10% o más del PIB mundial. El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha transmitido la necesidad de lanzar un
“fondo fiduciario” de 2.000 millones de dólares, la mitad de los cuales deberían estar disponibles para los próximos nueve meses y que, en todo caso, tendrá que ser revisado con la evolución de la pandemia.
El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial son hasta ahora las únicas instituciones que están proporcionando fondos y líneas de crédito a los países en desarrollo. Humberto López, vicepresidente interino del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, dejaba entrever esta necesidad de un plan cuando en un artículo en el diario El País subrayaba que “esta es sólo la primera etapa de nuestra respuesta a las necesidades que hay en la región. Estamos en conversaciones con muchos gobiernos más y otro grupo de países se sumará a esta lista en las próximas semanas. Lo que es más, al mismo tiempo que estamos trabajando en atender la emergencia sanitaria, nos encontramos ya trabajando en la siguiente fase donde tendremos que afrontar el impacto social y económico de la crisis. Y no nos engañemos, las necesidades van a ser inmensas en el medio y en el largo plazo”.
El Plan Marshall supuso entre 13.000 y 15.000 millones de dólares de la época cuando entre 1948 y 1951, los norteamericanos invirtieron en Europa el equivalente a 200.000 millones de euros actuales, según calculó el historiador Tony Judt.
Los países latinoamericanos necesitarán encontrar recursos en el exterior ante la inexistencia de capitales propios por los bajos niveles de ahorro interno y débil capacidad fiscal y financiera de las naciones de América Latina. En ese momento la región va a necesitar del apoyo internacional de unas instituciones (FMI, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, CAF, etc.) que van a cumplir un rol fundamental a la hora de captar, encontrar y movilizar recursos económicos y financieros para la región. De hecho, el gobierno colombiano acaba de solicitar al FMI una línea de crédito de 11.000 millones de dólares para tratar de mitigar los efectos de la pandemia del coronavirus en ese sector.
Una especie de Plan Marshall latinoamericano destinado, en un primer momento, no sólo a mantener la asistencia sanitaria y cubrir las demandas sociales (reforzar los sistemas estatales de contención social para que puedan asimilar el shock es fundamental), sino a dar cobertura a las cadenas de pagos y suministros de bienes esenciales para que no se interrumpan, así como garantizar el capital de trabajo (efectivo, inversiones a corto plazo, cartera e inventarios).
Estas instituciones resultan clave para movilizar las inversiones ya que los recursos necesarios para superar esta situación sobrepasan la capacidad financiera de estas naciones en desarrollo donde el ahorro doméstico es insuficiente para suplir las grandes necesidades de financiamiento que van a tener tanto el sector público como el privado.
En este marco, el financiamiento de la banca multilateral de desarrollo resultará decisivo para incrementar la movilización de recursos en la región y encauzar el enorme esfuerzo para captar recursos financieros, para apoyar los actuales planes contracíclicos en curso y los que se pondrán en marcha para reactivar la economía. Su papel es insustituible por su capacidad y experiencia para obtener fondos de terceros, especialmente proveniente de fuentes como el ahorro institucional.
Se trata de impulsar un conjunto de medidas de corto plazo pero también empezar a diseñar e impulsar reformas estructurales, una vez que pase la crisis sanitaria. Ahí el papel de la ONU, el FMI, el Banco Mundial, el BID o CAF será esencial para garantizar el acceso al financiamiento y sostener el gasto social y la actividad económica. Esas iniciativas internacionales deben acompañar e ir acompañadas de un esfuerzo interno porque la reactivación dependerá de los programas de estímulo y confianza de los inversionistas. Los Estados latinoamericanos deben buscan la manera de reforzarse fiscal y financieramente para dar respuestas macroeconómicas contundentes a fin de poner en marcha la economía y disminuir el impacto sobre los sectores más vulnerables.
Como apunta la Cepal, “la cooperación internacional y las organizaciones multilaterales deberían diseñar nuevos instrumentos técnicos y financieros para apoyar a los países que se enfrentan a la presión fiscal. Deben, asimismo, considerar la posibilidad de conceder préstamos con bajos intereses y ofrecer alivio y aplazamientos de la deuda para aumentar el espacio fiscal”.