Pedro Benítez (ALN).- El presidente Jair Bolsonaro no le tiene miedo al covid-19 pero sí al Congreso de Brasil. Comenzando el año dijo que el coronavirus era una “gripecita”, pero ante el dramático repunte de casos el jefe de la Cámara de Diputados le exigió corregir el rumbo o de lo contrario se verían obligados (los miembros de la coalición que lo apoya en el Legislativo) a “remedios políticos amargos”. Una amenaza poco disimulada de aplicarle un impeachment. Las presiones le han obligado a cambiar en una semana a seis de sus ministros, a designar un comité de crisis para enfrentar la pandemia y a enfrentarse a la cúpula militar.
Jair Bolsonaro atraviesa su peor crisis desde que llegó a la presidencia de Brasil el 1 de enero de 2019. El martes pasado Ernesto Araújo, ministro de Exteriores, y el general Fernando Azevedo e Silva, ministro de Defensa, renunciaron a sus puestos.
Bolsonaro se vio obligado a entregar la cabeza de Araújo presionado por el Congreso, desde donde le llovieron críticas, en particular de la alianza de centro-derecha que lo respalda, por el mal manejo en la compra de vacunas a China.
Al canciller se le responsabiliza por poner su anticomunismo declarado por delante de la necesidad de Brasil de adquirir grandes cantidades de vacunas de uno de los principales proveedores mundiales en este momento de crisis.
Araújo puso en duda públicamente la eficacia de las vacunas Sinovac, lo que habría llevado al fracaso de las negociaciones con China para comprarlas.
Esto justo luego que datos del programa Our World In Data de la Universidad de Oxford indicaran que Brasil ha pasado a ser el país con más muertes por coronavirus en todo el mundo. En el curso de la semana pasada tuvo 18.164 fallecidos, superando a Estados Unidos con 6.787, a México (3.587), Italia (2.991), Rusia (2.666) y Polonia (2.584).
El número de decesos por causa del covid-19 fue más de la cuarta parte de las 68.002 muertes registradas en todo el mundo, superando a toda la Unión Europea. A estas alturas Brasil tiene 12,7 millones de casos confirmados y 318.000 fallecidos.
Ante la magnitud de la crisis el presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, le exigió a Bolsonaro corregir el rumbo o de lo contrario, los diputados se verían obligados a utilizar “remedios políticos amargos”. Una amenaza poco disimulada de aplicarle un impeachment.
Desde el año pasado, Bolsonaro se ha dedicado a sabotear la gestión contra la pandemia de los gobernadores de estado, de los alcaldes y de su propio Ministerio de Salud, participando en mítines y concentraciones públicas con sus seguidores por todo el país sin mascarillas ni medidas de distanciamiento. Ha calificado al covid-19 de “gripecita”, “fantasía”, “histeria” y “neurosis”.
Luego de meses de pelea con el presidente, los gobernadores de estado recurrieron al Tribunal Supremo, que los respaldó en la decisión de aplicar la vacunación contra el coronavirus de manera obligatoria.
De paso, en el transcurso de estos meses ha cambiado cuatro veces de ministros de Salud. Pero a estas alturas la coalición de centro-derecha que le ha servido de base en el Congreso está dando señales de perder la paciencia con él. “Todo tiene un límite”, ha dicho el diputado Arthur Lira, quien ha sido su aliado.
A fin de evitar que el Congreso le abra una comisión de investigación, Bolsonaro comenzó esta semana cambiando su actitud y designando un comité de crisis para enfrentar la pandemia.
Crisis militar
Pero la renuncia de su canciller no parece haber calmado las cosas. Pocas horas después se sumó la del general Fernando Azevedo e Silva al Ministerio de Defensa. A continuación lo siguieron los tres comandantes de las Fuerzas Armadas: Edson Pujol (Ejército), Ilques Barbosa (Naval) y Antônio Carlos Moretti Bermudez (Fuerza Aérea).
Según el siempre bien informado Folha de São Paulo, lo hicieron en respaldo a Azevedo e Silva, a quien Bolsonaro le habría solicitado la renuncia. Esta vendría a ser “la peor crisis militar desde 1977, que se produjo en el gobierno del general Ernesto Geisel”, publicó el portal de noticias.
El mensaje entre líneas de la cúpula militar parece claro: las Fuerzas Armadas no se van a alinear con la política del presidente. Desde que Bolsonaro (un excapitán del Ejército) llegó al gobierno ha intentado apoyarse en los militares. Pero estos, empezando por su exministro de Defensa, se han resistido manteniendo su actitud de fuerza moderadora dentro de la estructura de poder del país.
No son pocos los que sospechan dentro de Brasil que la verdadera intención de Bolsonaro es usar a las Fuerzas Armadas como su partido político ante su debilidad institucional. Su partido sólo cuenta con 24 de los 513 diputados de la Cámara de Diputados y no tiene ningún partidario al frente del gobierno de algún estado o ciudad importante. Además, ocho de los 13 miembros del Tribunal Supremo fueron nominados por los expresidentes Lula da Silva y Dilma Rousseff.
Así que Bolsonaro es un mandatario cuyo estilo atrabiliario lo ha puesto contra las cuerdas. Hoy intenta tomar un segundo aire luego de cambiar a seis ministros en una semana. La coalición de centro-derecha del Congreso lo sigue respaldando sólo porque ha cumplido su promesa de mantener en el Ministerio de Economía al liberal Paulo Guedes. Puede que esta sea la razón por la cual mientras la popularidad de Bolsonaro baja, la Bolsa de Sao Paulo sube.
Mientras tanto, otro militar, el general Hamilton Mourão, mantiene un discreto silencio ante la posibilidad de ser el cuarto vicepresidente en 35 años que culmine un mandato presidencial en Brasil.