Caleb Zuleta (ALN).- El coronavirus trae cambios. En la actuación política. En la mirada política. En la gobernanza. En las alianzas. “La reacción frente a la crisis del coronavirus puede ayudar a revertir suposiciones falaces del pasado”. Esto está ocurriendo en lo económico. En cómo enfrentar la crisis que se avecina, que ya el FMI estima será peor que la de 2018. El mundo entra en recesión.
No hay frase más repetida en los últimos días que a tiempos extraordinarios medidas extraordinarias. Este de reacciones o iniciativas están ocurriendo. Hay un inventario. “La gobernanza del coronavirus incluye curiosidades ideológicas, como por ejemplo que en Finlandia la oposición de derecha le pida a un gobierno de izquierda que asuma poderes más autoritarios”. Un abreboca para lo que viene. Y lo reflejan en un análisis Pauli Holari y Teivo Teivanen. Lo publican en la revista Nueva Sociedad.
En ese inventario, aparece que “a escala global, muchos se preguntan si la forma en que China ha manejado la crisis ofrece evidencia a favor –o en contra– de las posibilidades de manejo de crisis de parte de un país abiertamente autoritario. En los intercambios sobre la emergente gobernanza del coronavirus a veces se menciona a Corea del Sur como un posible modelo a seguir”.
Esta mirada puede cambiar cierto esquema. Que en vez de los asiáticos aprender de Europa -visión eurocéntrica-, Occidente siga la experiencia de China y Corea del Sur. “Que los europeos y los habitantes de otras partes del «Occidente global» intenten aprender a aprender de los otros podría volver el mundo menos eurocéntrico y, al menos potencialmente y en algún sentido, más democrático”. Surge la pregunta. ¿Será más postcoronial el mundo después del coronavirus? La expresión postcoronial fue acuñado por la politóloga Saara Sarma.
Lo que pasa es que, señalan los autores, “aprender de China puede conllevar una difusión más extendida de técnicas de control autoritarias. Para el futuro democrático, en sus diversas posibilidades, la crisis del coronavirus presenta tanto peligros como oportunidades”.
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La revista Nueva Sociedad presenta a Pauli Huotari como “estudiante doctoral en política mundial de la Universidad de Helsinki. Su área de especialización es la economía política y el rol de los economistas”, y a Teivo Teivanen como “profesor principal en política mundial de la Universidad de Helsinki y director fundador del Programa Democracia y Transformación Global de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos”.
Estas crisis ofrecen la oportunidad de que “nuevas ideas entren en el discurso político” a pesar de la concepción de que las soluciones son “definidas con frecuencia por las élites”.
Hay un ejemplo en materia económica. La respuesta ha sido de Estados Unidos, de Europa, de China, y ha sido secundada por el FMI, el Banco Mundial y otros organismos multilaterales. Los Estados y las instituciones han coincidido en inyectar miles de millones de dólares al sistema. Transfusión de sangre. Es así como los autores apuntan que “la afirmación de que el financiamiento público de un Green New Deal era algo imposible es puesta en cuestión por las nuevas políticas dirigidas a confrontar la aparente incapacidad de los mercados para manejar la crisis actual”.
El exministro venezolano de Economía del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Miguel Rodríguez, declaraba a KonZapata que “esta era la respuesta absolutamente necesaria del lado del gasto público para rescatar a la economía del colapso producido por el coronavirus, aparte de la fuerte expansión del crédito por parte de la Reserva Federal para mantener en salud al sistema financiero”. Rodríguez citaba una frase del entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon: “We are keynesians now…”. O todos somos Keynesianos ahora!!
¿Y el cambio climático?
Lo que pasa es que, señalan los autores, “aprender de China puede conllevar una difusión más extendida de técnicas de control autoritarias. Para el futuro democrático, en sus diversas posibilidades, la crisis del coronavirus presenta tanto peligros como oportunidades”.
Pero entonces surge esta apreciación: “Si hay dinero público y voluntad política para enfrentar el coronavirus, ¿por qué no puede haberla también para afrontar la crisis del cambio climático? Países conservadores en el plano fiscal, como Alemania, están liberalizando sus posturas sobre los aumentos del gasto público y el déficit fiscal. Los conservadores británicos pasaron de las políticas de austeridad a un enorme estímulo fiscal, aunque ya se habían visto señales de un cambio incluso antes de la pandemia”.
La reacción ante el coronavirus sugiere al menos esta mirada. “La expansión de la intervención estatal involucra seguramente un elemento de solidaridad de clase: los intereses inmediatos de los capitalistas están en riesgo”. La verdad es que ya hay quienes asoman hasta el fin del capitalismo. Los autores agregan que “la crisis también inspira iniciativas políticas para aliviar a quienes sufren, aun si es posible que la motivación sea en buena parte dar apoyo a las estructuras de poder existentes”.
Hay otros impactos y otras consecuencias. Como que “los actuales paquetes de rescate macroeconómicos no son prueba de un cambio de paradigma, pero hay nuevas prácticas también en otras áreas. Las rutinas se alteran y hay cambios materiales en nuestras vidas cotidianas. Los hábitos de trabajo y de ocio se modifican. Todo esto hace posible ver más allá de los postulados clásicos según los cuales «there is no alternative»”.
Los autores citan a John Holloway en Crack Capitalism. “La crisis abre grietas en «un mundo que se presenta como cerrado». Cuando las fracturas son suficientemente grandes, se vuelve visible la miríada de posibilidades que existen en la estructura de la realidad social, bajo las prácticas actuales. En estos contextos, las salvaguardas del orden establecido se ponen en acción y hay demandas autoritarias que intentan aprovechar el momento. Pero otros están trabajando sobre los elementos disruptivos del presente para expandir los horizontes democráticos, y abrir una pluralidad de futuros”.