Daniel Gómez (ALN).- El multimillonario colombiano reside en la capital británica. Una decisión que va más allá de lo personal. Los negocios de Gilinski, aunque se desarrollen en América Latina, están impulsados por fondos internacionales. De ahí que viva en uno de los principales núcleos financieros del planeta.
Cuando el colombiano Jaime Gilinski Bacal nació ya era rico, pero lo fue todavía más al trabajar para el negocio familiar. Su padre, Isaac Gilinski, era un poderoso empresario del sector industrial. Gestionaba la firma de productos de aseo Bon Drill, el negocio de plásticos Rimax y la marca de golosinas Yupi. Un imperio que se quedó pequeño en el momento que llegó Jaime.
Gilinski se licenció como ingeniero en el Instituto de Tecnología de Georgia (EEUU), hizo la maestría en la escuela de negocios de Harvard y trabajó en el banco de inversiones Morgan Stanley. Empapado por la savia financiera más pura, animó a su padre a incursionar en el sector bancario. Juntos compraron la filial colombiana del Banco Internacional de Crédito y Comercio (BCCI por sus siglas en inglés) en 1991.
Tráfico de armas, drogas, contrabando, sobornos y más corruptelas ahogaban al BCCI. Nadie daba un duro por ellos hasta que los Gilinski decidieron salvarlo por 13,7 millones de euros (aproximadamente 13 millones de dólares). Mutaron a Banco Andino convirtiéndose en uno de los negocios más rentables de Colombia. Tanto, que más tarde lo vendieron por 65 millones de euros (69,4 millones de dólares).
A partir de entonces, Jaime Gilinski fue el brazo ejecutivo del negocio familiar. Y lo demostró en 1997, liderando la operación de conquista del Banco de Colombia. Junto a un grupo de inversores, en el que destaca el magnate estadounidense George Soros, adquirió el banco por 355 millones de euros (375 millones de dólares).
Así es como Gilinski se convirtió con 35 años en presidente de un banco. Aquel precoz empresario hoy peina alguna cana. Tiene 59 y ya no vive en Cali. Prefiere Londres porque le permite estar en contacto directo con las redes financieras. Si algo le define es una apuesta por lo global. Cuando adquirió el Banco de Colombia, no tenía 355 millones, pero sí valentía y argumentos para acudir a Reino Unido y Holanda a conseguir financiación de Barclays e ING.
El gran proyecto de Panamá
Desde la capital británica, Gilinski estableció alianza con el fondo London & Regional Properties, liderado por Ian y Richard Livinsgtone. El músculo financiero del colombiano se unió a la experiencia inmobiliaria de los ingleses. Este fue uno de los motivos por los que en 2007 ganaron, frente a 16 firmas internacionales, el Panamá Pacífico. Un proyecto de 658 millones de euros (aproximadamente 700 millones de dólares), considerado como uno de los negocios más importantes del siglo.
El complejo de Panamá contempla el desarrollo inmobiliario e industrial de 11.000 metros cuadrados. Una concesión de 40 años -finaliza en 2047- que reportará beneficios de 9.500 millones de euros (10.143 millones de dólares). Hoy, la inversión de Gilinski y socios está más que reembolsada, a pesar de no estar solos en el consejo de administración.
Cuando en 2008 saltó la crisis económica, muchos inversores de Panamá Pacífico salieron del proyecto. Con capital propio pudieron parchear la fuga y ganar tiempo. Entonces, apareció el grupo Qatar Diar, que se hizo con un 50% por 950 millones de euros (1.014 millones de dólares).
Aunque perdió poder de decisión, Gilinski obtuvo dinero y tranquilidad. Casi una década después, colecciona ganancias, el proyecto avanza en plazos -15% hasta la fecha-, cuenta con el apoyo de más de 300 multinacionales y proporciona hogar a casi 3.000 familias, según informó la revista colombiana Dinero.
El otro motivo de la adjudicación de Panamá Pacífico tiene que ver con las relaciones de Jaime Gilinski. El colombiano es un hombre con gran prestigio en el país, y no solo por ser empresario. Forma parte de los Kardonski, una poderosa familia panameña con experiencia inmobiliaria y bien relacionada. Gilinski se unió al clan al casarse con Raquel Kadornski. Un matrimonio que además de amor e hijos –Benjamín, Dori, Gabriel y Joshuea-, produjo negocios. Sin ir más lejos, su cuñado Henry Kardonski es gestor de Panamá Pacífico.
Con Sabadell no llegó a buen puerto
La visión global de Gilinski se detuvo en España con una idea multimillonaria. En 2013, accedió al accionariado de Banco Sabadell inyectando 650 millones de euros (694 millones de dólares). El objetivo era una expansión por América Latina similar a la conseguida por BBVA y Santander. Para ello, pretendió fusionar Sabadell con la entidad que preside en Colombia, GNB Sudameris.
El GNB (Gilinski National Bank) es una de las instituciones financieras más potentes del país, y también de Latinoamérica. Se hizo con ella en 2003, aunque no fue sino hasta 2012 cuando la proyectó hacia los primeros puestos. Ese año incorporó, por 365 millones de euros (389 millones de dólares), las operaciones de HSBC en Colombia, Perú, Paraguay y Uruguay. Activos valorados en 5.300 millones de euros (5.659 millones de dólares), que casi han duplicado su valor (10.300 millones).
Gilinski entró en Banco Sabadell para seguir la estrategia de Santander y BBVA
Esta oportunidad se presentaba única para Sabadell. No obstante, el consejo de administración nunca vio la jugada con buenos ojos. Esto mermó el ánimo de Gilinski. Un jarro de agua fría que no sería el único. Informó El Confidencial que Antonio Del Valle, el magnate mexicano que poseyó la mayoría de acciones de Banco Popular, contactó con Jaime Gilinski para una fusión con Sabadell, cosa que tampoco aprobó el órgano ejecutor.
La secuencia de varapalos hizo que el magnate abandonara la aventura bancaria en España en noviembre de 2016. Con esta decisión, Gilinski mantuvo intacta la filosofía que recomendó hace tres años a los estudiantes del Consejo de Estudios Superiores de Administración de Colombia. “A veces hay que ser realista y no tan optimista”, afirmó.
España se le resiste
Gilinski también probó suerte en el sector inmobiliario español. En 2015 quiso comprar el Hotel Villa Magna de Madrid, un lujoso edificio ubicado en el Paseo de la Castellana donde una noche no cuesta menos de 350 euros (373 dólares). Sin embargo, los antiguos propietarios, la familia Queiroz Pereira, lo vendió al mejor postor: Dogus Holding, un grupo turco que ofreció 180 millones de euros (192 millones de dólares).
Aunque se le resista España, Gilinski sigue siendo multimillonario. La revista Forbes lo sitúa detrás de Luis Carlos Sarmiento como la segunda fortuna de Colombia y la 549 del mundo. Pero el poder no le ha privado de la sencillez. En Londres conduce su propio coche y evita quemarse con el foco mediático. Solo se mueve por escenarios económicos y académicos. Siempre que habla desde un atril repite una consigna: “Hagan caso a los sueños”. El suyo era no acomodarse y propulsar el negocio familiar a una dimensión superior. Y de momento puede decir que lo está consiguiendo.