Pedro Benítez (ALN).- Al momento de redactar esta nota los habitantes de la isla de Margarita llevan once días, con sus noches, sumidos en los rigores del colapso de su servicio eléctrico. Como es de dominio público, no se trata de un evento provocado por la fuerza de la naturaleza, uno de los huracanes que azotan anualmente el mar Caribe o el cambio climático. Es otro capítulo de una larga crisis, consecuencia de decisiones humanas, que formalmente se inició en Venezuela en el año 2010 cuando se decretó la emergencia eléctrica.
Crisis que tiene sus picos de agudización, afectando de manera intermitente e irregular a distintas regiones, pero que en esta oportunidad se ha afincado en esa parte del país y que, tal y como lo apunta el ministro del área, G/D (GNB) Jorge Elieser Márquez, tiene un aspecto político, aunque por razones totalmente distintas a las que expone. Es un recordatorio de los motivos de fondo que llevaron a los venezolanos a votar masivamente en contra de la candidatura oficialista el pasado 28 de julio.
Pronóstico que está será la primera y última rueda de prensa de Ministro de electricidad de Maduro, Jorge Eliezer Márquez. Le ordena a la periodista que reseñé en su nota los famosos ataques terroristas. Parece que no contaba que Margarita se les apagará. pic.twitter.com/n81gKDQlmL
— Edward Rodríguez (@edwardr74) November 18, 2024
No vamos a repetir aquí el inventario que hemos expuesto antes en este espacio acerca de cómo la corrupción, ineficiencia, desprofesionalización, desinversión, desidia, dogmatismo ideológico, e ignorancia combinadas nos han traído a ese esta situación.
Pero sí cabe destacar las inevitables implicaciones políticas que tiene para la elite (des) gobernante, puesto que luego de 14 años queda expuesta, una vez más, su incapacidad para resolver un problema creado por ella misma.
A lo largo de los últimos tres años se ha pretendido presentar a Caracas y a Margarita como las vitrinas a exhibir de la pretendida normalización nacional. Como la memoria colectiva es frágil, permítasenos recordar que esa estrategia no es nueva; son los bodegones bien surtidos de exquisiteces, es la liberación de las importaciones, de los controles de precios y de cambios, así como la dolarización de facto; son los turistas rusos aterrizando en Porlamar y los influencers digitales (sic) a sueldo. Pero esa estrategia, como se puede constatar, también es precaria.
Aunque estacionemos un auto último modelo en la puerta, la casa se está cayendo por falta de mantenimiento, el cableado se encuentra repleto de cortocircuitos, el óxido se come las tuberías y sus habitantes no viven, sino que sobreviven con la nevera casi vacía. Hay que estar muy desconectado de la realidad para pensar que inaugurar el Estadio Monumental en la ciudad capital, “el más moderno de América y con la pantalla más grande”, pesaba más en el criterio de los electores venezolanos que el mísero salario real, las escuelas cerradas, las colas para la gasolina y los apagones continuos. Eso, por no mencionar los escandalosos saqueos perpetrados contra los recursos públicos que han sido destapados por el propio régimen y el estilo de vida de una élite, bien alejada de los padecimientos de la abrumadora mayoría.
La crisis eléctrica
Otra muestra de esa desconexión es la insistencia en una narrativa que esa misma mayoría no se cree. A las pruebas nos remitimos. El ciudadano ministro de Energía Eléctrica sencillamente repite el mismo relato de los que le precedieron en ese despacho. Desde su creación en 2009 por ese cargo han pasado nueve funcionarios (incluidos el actual), todos, uno detrás del otro, se han refugiado en los presuntos sabotajes y complots nunca aclarados a fin justificar su mal desempeño, mientras intentan aferrarse al cargo. Nunca hay que desearle mal a nadie, pero los ocho primeros salieron con las tablas en la cabeza.
Esto es parte de la perversa dinámica intrínseca al chavismo gobernante, en la cual sus superiores privilegian el control y la lealtad perruna, a la eficiencia y los resultados. Luego se preguntan qué salió mal.
Eso explica cómo un Ministerio no ha podido resolver la crisis para la cual fue creado. Ha sido su única tarea. No es el único caso, ahí tenemos como muestra todavía más dramática al Ministerio de Petróleo y a PDVSA.
De modo que aquí no hay mayor conspiración que la que hace el propio (des) gobierno contra el país. O, para ponerlo en otros términos, no hay normalización posible, ni capacidad para “pasar la página”, porque desde el propio Gabinete Ejecutivo se trabaja todos los días en contra de ese propósito. Ese es el punto en el cual en Miraflores asaltan las sospechas y se preguntan si el presunto sabotaje no será provocado por sus colaboradores más cercanos. Tiene su lógica, después de todo se trata de un grupo humano que dedicó los mejores años de sus vidas no a la superación académica, a una carrera profesional en el sector privado o a escalar por méritos en la administración pública, sino a la conspiración. A desconfiar de todos y de todo. De nuevo, el criterio general, que explica el fracaso final, consiste en privilegiar el control y la sumisión, a la eficiencia.
Así no hay normalización posible ni vuelta a la página.