Juan Carlos Zapata (ALN).- El autogolpe consumado en las sentencias del TSJ, más la convocatoria de la Constituyente, provocaron las alertas de la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, sobre la ruptura del orden constitucional. No solo la oposición se vio reflejada en la advertencia de Ortega Díaz sino también el chavismo disidente cuya voz crítica apenas si tenía eco. La voz crítica del chavismo disidente se potenció y ahora retumba, y la dirigencia se reagrupa y reorganiza, e inclusive se ha sumado a la convocatoria contra la Constituyente, lo cual representa un hecho inédito de coincidencia con la oposición.
En el chavismo la procesión va por dentro y por fuera. Aún no es posible saber en cuántos toletes está escindido. Pero no hay duda de que la división está en marcha. Y siempre se dijo: Cuando ello ocurra, entonces el cambio en Venezuela estará más cerca. Se trata de un escenario que la oposición ubicó como prioritario pero que no veía llegar. Sin embargo, como dijo la coordinadora nacional del movimiento Vente Venezuela en entrevista al diario KonZapata en Caracas: La Constituyente debilitó las bases del régimen de Nicolás Maduro. Esa ha sido la peor decisión del Presidente. Se volvió contra él mismo. Y aquí las etiquetas hablan. El madurismo ha pasado a ser identificado como el verdadero oficialismo en el poder mientras que buena parte del chavismo pasa a ser ubicado en la oposición.
Esta vez no se trata de la división histórica entre el partido militar y el partido civil. La ruptura es mucho más compleja. Y el detonante ha sido la Constituyente. Las alarmas saltaron, entonces. Hay que aclarar, sin embargo, que un aspecto es el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), como partido, y otro el chavismo en calidad de movimiento. A ambos, el hiperliderazgo de Hugo Chávez los mantuvo unidos, con mano firme y clientelismo y cuotas de poder.
Esta vez no se trata de la división histórica entre el partido militar y el partido civil. La ruptura es mucho más compleja
El PSUV se alimentó de tendencias, pequeños partidos, nuevos y viejos, y, por supuesto, de aquel Movimiento V República (MVR) originario que llevó a Chávez al poder en 1998. Hubo partidos creados más tarde, y otros que no se sumaron al PSUV, manteniéndose siempre en la órbita chavista. A estos últimos el cálculo histórico los está favoreciendo: al Partido Comunista de Venezuela (PCV), Marea Socialista, Redes, entre otros. El hiperliderazgo de Chávez se hacía sentir en las elecciones internas del PSUV. Chávez imponía candidatos. O Chávez rescataba perdedores como una vez lo hizo con Diosdado Cabello, considerado siempre el número dos del régimen.
El giro de la historia indica que Cabello hoy es de los que pugnan por aglutinar el partido. Es esta una de sus cartas de supervivencia, quizá la más fuerte, y estriba en el control que pueda ejercer sobre lo que quedaría de partido. Él se observa en un espejo. El caso de Henry Ramos Allup. Este se atrincheró en los restos de Acción Democrática (AD) -el partido fundador de la democracia en Venezuela- concentrando poder en la Secretaría General. Se atrincheró en lo que quedaba de AD, una organización que según Chávez estaba destinada a desaparecer. La historia ha premiado, hasta ahora, la constancia de Ramos Allup, pues resulta que hoy AD es uno de los principales partidos de la oposición, ubicado en la primera línea de la resistencia junto a Primero Justicia (PJ) y Voluntad Popular (VP), y él un firme aspirante a la candidatura presidencial. ¿Cuál es la enseñanza para Cabello? Que quien se apropie de la estructura del PSUV, cuenta con un as de supervivencia y negociación.
Es cuestión de tiempo para que los movimientos que disienten se den la mano y aborden una fórmula que se oponga a la polarización entre Gobierno y MUD
Por supuesto, en la lucha por el PSUV, no hay que descartar a Maduro y el grupo que le es más afín; solo que Cabello cuenta con más aliados en la estructura, comenzando por los gobernadores y alcaldes, caciques en cada región, en cada localidad. Es Cabello quien se ha lanzado en cruzada por el país, enfatizando la estrategia hacia lo interno del partido.
Luego está el movimiento chavista. Aquí la división luce más evidente. El “vacío de liderazgo” de Maduro -así lo definió el exministro Jorge Giordani– no pudo contener el deslave de los votos ni de los simpatizantes. Tampoco Cabello. Si a Maduro le fue bien en las elecciones de gobernadores de 2013 es porque llevó el populismo al extremo con el ‘dakazo’, una fórmula que consistió en repartir electrodomésticos, sin percatarse que al tiempo que lo ayudaba a ganar los comicios decretaba los últimos signos de confianza hacia la economía y el modelo chavista. Así, en 2015 la crisis cambiaba la realidad. Tanto que Cabello apuntaba que había que sacar al chavista de su casa. Pero el chavista o se abstuvo o salió a votar por la oposición. No funcionó el 1×10 de movilización electoral como tampoco funcionaron ni la Gran Misión Vivienda ni los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) como fórmulas de conquista en 2016 y 2017. Y es que el militante de base, el simpatizante blando, o el chavismo periférico, hace tiempo que detectaron a los responsables de la crisis y a los responsables de la nueva operación de la Constituyente para entronizarse en el poder aun a costa del legado de Hugo Chávez, la Constitución de 1999.
La tercera vía
El autogolpe consumado en las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), más la convocatoria de la Constituyente, provocaron las alertas de la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, sobre la ruptura del orden constitucional y la pérdida de los derechos progresivos como la democracia participativa y protagónica. No solo la oposición se vio reflejada en la advertencia de Ortega Díaz sino también el chavismo disidente cuya voz crítica apenas si tenía eco. Con la reacción de la Fiscal el escenario de cambio se profundizó. La voz crítica del chavismo disidente -vapuleado y marginado por Maduro y aliados- se potenció y ahora retumba, y la dirigencia se reagrupa y reorganiza, e inclusive se ha sumado a la convocatoria contra la Constituyente, lo cual viene a representar un hecho inédito de coincidencia con la oposición. En este chavismo disidente militan nuevas organizaciones, exministros y exfuncionarios de Hugo Chávez y Nicolás Maduro; civiles y militares retirados y también activos. En conjunto, todos ellos cuentan con presencia y estructura nacional. En Ortega Díaz han encontrado la referencia, el rostro que buscaban, más allá de lo que hasta este momento representa el general y exministro de Relaciones Interiores Miguel Rodríguez Torres -un amigo de Cabello y del actual ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López-, a quien por cierto, ya algunos alcaldes chavistas le abren las puertas para que exponga su propuesta contra la Constituyente. Valga acotar que el pasado martes estuvo en Churuguara, Falcón, y la entrada de la reseña del diario NotiFalcón es elocuente: “Este martes en la población de Churuguara, municipio Federación, se realizó una sesión especial del Concejo municipal de Federación en defensa de la Constitución, en el que se unieron el mundo democrático y el chavismo de la región”.
El giro de la historia indica que Cabello hoy es de los que pugnan por aglutinar el partido. Es esta una de sus cartas de supervivencia, quizá la más fuerte
Maduro y el madurismo entienden que la división es un hecho, y a pesar de la censura establecida en los medios oficiales y pro-oficiales, el mensaje del chavismo disidente se extiende por las redes y a través de la estructura de las organizaciones propias. El portal Aporrea es uno de los más vistos en Venezuela, dirigido por la dirigencia afín a Marea Socialista. La Fiscal la semana pasada se hizo acompañar por dirigentes de esta organización a la que tanto el Consejo Nacional Electoral (CNE) como el Tribunal Supremo de Justicia le han puesto obstáculos para convertirse en partido político. El jueves pasado, Maduro señaló que Luisa Ortega Díaz tiene pretensiones de ser candidata presidencial, y aunque dijo que sería candidata de la opositora MUD, la verdad es que podría serlo de Marea Socialista, lo cual representaría un serio peligro para la hegemonía del PSUV en el universo del chavismo.
Matices más, matices menos, en el PSUV hay una lucha de poder. Y en el chavismo otra. Cuando Chávez ganó en 1998 se llevó consigo los votos adecos y copeyanos, y también a un sector de la militancia de los dos partidos, AD y Copei, forjadores del sistema democrático. Esa militancia alimentó la estructura del MVR, primero, y del PSUV, después. Estos movimientos del chavismo disidente están librando una lucha similar. El cómo monopolizar al chavismo descontento que no se siente atraído ni por los viejos partidos -AD, Copei- ni por los nuevos como Primero Justicia y Voluntad Popular. Y es que el chavismo de base también está exigiendo cambio. De hecho, buena parte de ese chavismo votó contra Maduro y por Henrique Capriles en 2013 y votó más tarde por la MUD en las parlamentarias de 2015. Sin embargo, ese mismo votante chavista no se identifica con los partidos de la oposición y al mismo tiempo ha perdido la fe en el PSUV y en lo que representa Maduro. ¿Qué hará? Tiene opciones. Pero se nos antoja que quien llevaría la preferencia es Marea Socialista. No es gratuito que este movimiento reciba del madurismo y del PSUV ataques feroces, los cuales serán más intensos de ahora en adelante, en vista del apoyo que le han brindado a la Fiscal General, apoyo que ésta ha admitido con disposición y cálculo. Si Marea Socialista buscaba una bandera la encontró en la oposición a la Constituyente; oponerse a las medidas económicas o al plan de minería llamado Arco Minero no ofrecía beneficios inmediatos. Y si buscaba un rostro, también lo encontró en la Fiscal. Esta le abrió un boquete político y de identidad al chavismo. Lo ha colocado en el ánimo de recapitular sobre el legado de Chávez y lo que significa Chávez. En consecuencia, el chavismo despierta pero en la otra acera del oficialismo que representan Maduro y Cabello. Es cuestión de tiempo para que los movimientos que disienten se den la mano y aborden una fórmula que se oponga a la polarización entre Gobierno y MUD, otra de las banderas de Marea Socialista. La tercera vía tras el poder.