Juan Carlos Zapata (ALN).- Lo anterior no es una tendencia. Es una regla. Chávez aniquiló a muchos de sus adversarios políticos con la descalificación. Y también aniquiló a muchos de los que fueron sus aliados y amigos con la descalificación, el acoso y la persecución. Las más de las veces solo por criticarlo o quejarse en privado. La lección fue aprendida por Maduro y Cabello. Las víctimas de la descalificación ya no se encuentran solo en el bando opositor sino que ha sido ampliado al universo chavista.
El chavismo se descalifica a sí mismo. Perdón. Desde ya habría que aclarar. El madurismo ataca a lo que antes denominábamos el chavismo crítico y disidente y ahora se autodenomina chavismo democrático y constitucional. Que la definición es de Nicmer Evans, líder del movimiento Marea Socialista. Los ataques evidencian la división en el movimiento que fundara Hugo Chávez. A cuatro años de la muerte del líder máximo, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, puede ufanarse de un logro real y concreto: No logró mantener al chavismo unido. La ambición de poder ha llevado a que cada vez destaquen con mayor fuerza figuras y grupos que no solo pujan por un espacio sino que se plantean la conquista de lo que se supone es el chavismo original.
En ambos grupos, en el chavismo-madurismo anticonstitucional y en el chavismo crítico-constitucional se mezclan civiles y militares; éstos, retirados y activos. Ambas tendencias presentan cuadros internos complejos. En el chavismo oficialista están los que siguen al primer vicepresidente del partido de gobierno, PSUV, Diosdado Cabello, y los que siguen al propio Maduro. Al decir de Evans, el estilo de Cabello -“Absolutamente despreciable en política, cínico, y con una estúpida perversión que abona a la antipolítica”- ha empujado hacia el bando de Maduro a gente que alguna vez lo siguió. Pero los que siguen a Cabello lo siguen a pesar de lo que es; mientras que en el campo de Maduro, las subdivisiones no han sido conjuradas.
En ambos grupos, en el chavismo-madurismo anticonstitucional y en el chavismo crítico-constitucional se mezclan civiles y militares; éstos, retirados y activos
En el terreno del chavismo crítico, sobresalen las figuras de la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, el general retirado y exministro de Relaciones Interiores y exjefe de la policía política, Miguel Rodríguez Torres, así como los exministros Jorge Giordani, Héctor Navarro y Ana Elisa Osorio, y también el propio Evans, sociólogo, analista, quien ve llegar su momento, el momento en que Marea Socialista pueda aglutinar al chavista descontento, al chavista que no se siente representado por el gobierno de Maduro ni tampoco por el partido de gobierno y que se opone a la propuesta constituyente de Maduro y el grupo que lo apoya.
En el chavismo crítico también puede ubicarse al expresidente de Petróleos de Venezuela (PDVSA), Rafael Ramírez, hoy embajador ante la ONU, y quien fue uno de los funcionarios con mayores cuotas de poder en la Era Chávez. Maduro lo purgó del anillo del poder y le dio como premio de consolación el cargo diplomático. Desde Nueva York, Ramírez no ha dejado de criticar la política económica de Maduro, no ha defendido la Constituyente, y últimamente ha reivindicado el papel social de PDVSA en los gobiernos de Chávez, el rol que le correspondió jugar gracias a la confianza y al apoyo que obtuvo del expresidente muerto, al tiempo que, ha escrito Ramírez, no se avanzó más en los propósitos debido a la conducta de otros dirigentes. “No todos lo hicieron como nosotros, mucha gente tenía una especie de plan b, un cálculo egoísta, no todos tenían ni la capacidad ni el compromiso ni la honradez para hacerlo, no todos cruzaron ese río con Chávez, hubo gente, organismos, Ministerios, Empresas del Estado que se quedaron en la orilla”, escribió Ramírez en el diario Panorama de la ciudad petrolera de Maracaibo, lo que sin duda constituye la develación -Plan B- de un propósito de poder que hoy salta a la vista con Maduro.
La crisis de los últimos meses ha puesto en evidencia que lo que no era monolítico con Chávez vivo, está a punto de partirse con las consecuencias políticas que ello implica. Fue el exministro Giordani el primero en alertar del “vacío de liderazgo” en el Palacio de Miraflores. Y si la antipolítica de Cabello le ha sumado gente a Maduro, como dice Evans, la antigestión de Maduro en el gobierno le ha sumado seguidores a la oposición y al chavismo crítico. El mismo Evans ha dicho que este es el gobierno con menor legitimidad desde la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958. La fiscal Luisa Ortega Díaz declaró hace poco que el 90% de los venezolanos rechaza la Constituyente de Maduro.
La defensa es el ataque
Ante esta realidad, la reacción del oficialismo cabellista-madurista ha sido el ataque. Donde no hay argumentos ni ideas se apela a la descalificación. Ocurrió con Hugo Chávez, y ocurre con Maduro y Cabello. Cuando el general Raúl Isaías Baduel -este fue el militar que conjuró el golpe de abril de 2002 contra Chávez- marcó distancia con su compadre y amigo Chávez, quien asumió el ataque frontal hasta la descalificación fue Cabello. Estaba claro que seguía instrucciones del expresidente. Baduel terminó en la cárcel acusado de corrupción.
Hoy ha sido el diputado Pedro Carreño, ficha de Cabello, el que ha enfilado el ataque más severo contra la Fiscal General, primero insinuando que está loca, y segundo, solicitando un antejuicio de mérito ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Por otro lado, es del grupo de Maduro -con la vocería del conductor de un programa de TV, Mario Silva, y de la ministra de Asuntos Penitenciarios, Iris Valera– de donde han salido los ataques, también severos, contra el general Rodríguez Torres: ahora es agente de la CIA y asesino, traidor y corrupto. La respuesta de Rodríguez Torres ha sido: Que Maduro acepte la responsabilidad de retirar la Constituyente. Y la de la Fiscal es: El Poder Judicial está supeditado a lo que diga la policía política, lo cual se traduce en que en el país no hay justicia ni Estado de Derecho sino que se sufre un estado policial y de terror.
El poder que quiere seguir siendo poder y que encarna Maduro, no tiene otra respuesta que la descalificación, pero en la medida en que esta recrudece, más se divide el chavismo
Lo anterior no es una tendencia. Es una regla. Chávez aniquiló a muchos de sus adversarios políticos con la descalificación. Y también aniquiló a muchos de los que fueron sus aliados y amigos con la descalificación, el acoso y la persecución. Las más de las veces solo por criticarlo o quejarse en privado. La lección fue aprendida por Maduro y Cabello. Las víctimas de la descalificación ya no se encuentran solo en el bando opositor sino que ha sido ampliado al universo chavista. La Fiscal y su esposo han denunciado acoso y persecución. Evans teme ser perseguido. Es el arma que le queda al chavismo-madurismo-cabellismo oficialista. A Marea Socialista, el TSJ y el Consejo Nacional Electoral (CNE) le han puesto todos los escollos del mundo para impedir que se convierta en partido político, lo cual indica que se le teme; que se teme que el movimiento de Evans pueda acaparar al chavista descontento, más ahora que cuenta con una figura potente de referencia, la Fiscal General. Evans ha escrito que Luisa Ortega Díaz es la punta del iceberg de lo que viene atrás, de lo que viene de más abajo, y esto no es otra cosa que un pueblo descontento, bravo, molesto. Ante este escenario, el poder que quiere seguir siendo poder y que encarna Maduro, no tiene otra respuesta que la descalificación, pero en la medida en que esta recrudece, más se divide el chavismo, y más notoriedad adquieren los líderes de la disidencia.