Reinaldo Iturbe (ALN).- Más apertura. Más pragmatismo y menos ataduras ideológicas. Más mercado y menos controles. Más circulación de dólares y menos monetización del déficit fiscal a través del Banco Central. Aunque parezca insólito, la economía con la mayor inflación y recesión del mundo comienza a mostrar síntomas claros de recuperación.
Reputados economistas en Caracas vinculados a la oposición dan cuenta de cómo se ha reactivado el consumo. Y aunque ninguno se atreve a pronosticar que al cierre de año habrá recuperación del Producto Interno Bruto alegando debilidades en sectores como la manufactura, advierten que la magnitud del colapso tiene una sostenida tendencia a la baja, tanto en el índice de precios como en algunos sectores de consumo de alimentos y bebidas.
“Inflación baja (muy baja si le agregamos lo que hemos padecido en estos últimos 3 años) en junio. Una buena noticia. El gran reto para el gobierno será mantenerlo en un escenario de bajos ingresos petroleros y elecciones regionales en noviembre”, escribió el economista opositor Luis Oliveros.
El cuadro de las sanciones, el agotamiento del modelo económico socialista, la pandemia y la caída en la popularidad del gobierno fueron los factores que algunos analistas anticiparon erróneamente como la combinación que terminaría de expulsar del poder a Nicolás Maduro, el sucesor de Hugo Chávez, de quien heredó un sistema que estructuralmente estaba contaminado.
Maduro “recogió el testigo”. Enfrentó derrotas electorales e insurrecciones cívico militares. Con la hiperinflación galopando ya en 2018, el gabinete ministerial comenzó a girar discretamente primero y abiertamente después hacia la apertura económica. Desde luego con ciertas precauciones. Con gradualidad. Manteniendo el discurso para las bases, atadas a lo que llaman “el legado” de Hugo Chávez. Las bases del gobierno representan un 20% de la población electoral. Son bases que se mantienen cohesionadas, a diferencia de las fuerzas democráticas, erosionadas por los conflictos internos, las luchas de egos y la elevada propensión a las rutas cortoplacistas.
DESMONTAR VIEJOS CONTROLES
Y entonces el gobierno, al filo de la navaja, decidió desmontar viejos controles. El gasto público se contrajo a niveles de hasta 26%. De pronto, el Banco Central recortó la política monetaria. Maduro abrió una válvula de escape a la crisis. A su crisis. Y a las sanciones. Las sanciones que pretendían derribarlo terminaron empujando el fortalecimiento de nomenclatura del poder, que instaló una nueva Asamblea Nacional en enero y ya se encamina a las elecciones regionales haciendo importantes “concesiones” para legitimar el proceso comicial.
El Banco Central, usualmente opaco a la hora de publicar datos macroeconómicos, ha venido reconociendo los índices de inflación que antes negaba al público. Fuentes consultadas por AlNavio aseguraron a esta redacción que el gobierno tiene planes para mostrar los índices completos de desempeño de la economía, incluyendo el presupuesto y la balanza de pagos.
El cuadro lo completan empresarios que piden más apertura, mostrándose menos dispuestos o nada dispuestos a participar en actividades políticas y más orientados a intentar la reactivación económica. Son los mismos empresarios que piden el levantamiento de las sanciones: el sector agroproductivo está paralizado en un 70% por falta de diésel, según cifras de la Federación Nacional de Ganaderos (Fedenaga).
De allí que el único pronostico posible para Venezuela, al menos a mediano plazo, sea la subsistencia del chavismo en el poder, dada la escasa capacidad operativa de la oposición y sectores privados de la economía que comienzan a obtener márgenes de ganancia en sus ejercicios. Lo demás es discurso para las tribunas.