Por Zenaida Amador.- Los caraqueños, abatidos por la crisis económica y el deterioro progresivo de la capital, fueron sorprendidos por la más reciente acción de su alcaldesa quien, lejos de recoger la basura o de tapar los huecos de las vías, decidió cambiar el emblema de Caracas. La estatua del león erguido que marcaba la entrada a la ciudad fue reemplazada por la imagen de la india Apacuana “lideresa de la libertad”. ¿Un cambio cosmético? No. Es un paso más en el desmontaje de la identidad del venezolano para impulsar la implantación de la identidad del “hombre nuevo” que el chavismo intenta forjar a sangre y fuego para darle continuidad a la “revolución bolivariana”.
El 12 de octubre de 2004 no amaneció un tradicional Día de la Raza en Venezuela. Era el “Día de la ResistenciaIndígena”, como lo rebautizó Hugo Chávez, y sus seguidores actuaron en consecuencia. La estatua de Cristóbal Colón, que coronaba el hasta entonces “Paseo Colón” de Caracas, fue derribada, arrastrada por las calles, manchada de rojo y destrozada. “Contra el imperialismo”, gritaban los protagonistas del vandalismo.
“Cristóbal Colón fue el jefe de una invasión que produjo no una matanza, sino un genocidio. Noventa millones de aborígenes vivían en esta tierra, 200 años después quedaban tres millones. ¿Qué fue eso? Un genocidio (…) Colón estaba ahí, señalando el rumbo. ¿Cómo nos va a señalar el rumbo Cristóbal Colón?”, comentó tiempo después el propio Chávez al referirse a la antigua estatua del navegante.
Ahora Érika Farías, dirigente chavista que ha ejercido diferentes cargos en los gobiernos de Chávez y Maduro, se ocupó de ir más allá en esta línea y removió el icono de Caracas, el león, para colocar la imagen de la india Apacuana. Farías, desde la Alcaldía de Caracas, asegura que “nuestra Revolución Bolivariana, 500 años después, reivindica el papel de las mujeres en la memoria histórica de Venezuela” colocando la estatua de Apacuana donde había estado la del león erguido, emblema de la ciudad de Santiago de León de Caracas por décadas.
En 2015 ese espacio en el rebautizado Paseo de la Resistencia Indígena fue ocupado por la imagen del cacique Guaicaipuro, monumento que Nicolás Maduro inauguró en reconocimiento a las luchas del comandante Chávez. «¿Alguien duda hoy del crimen que significó el holocausto indígena y africano del siglo (sic) XVI, XVII, XVIII? No, nadie puede negarlo. En Europa celebran el 12 de octubre como Día de España. ¿Qué celebra España? Es como si se celebrara que Hitler exterminó a seis millones de judíos», aseguró Maduro en la celebración.
Ahora Érika Farías, dirigente chavista que ha ejercido diferentes cargos en los gobiernos de Chávez y Maduro, se ocupó de ir más allá en esta línea y removió el icono de Caracas, el león, para colocar la imagen de la india Apacuana. Farías, desde la Alcaldía de Caracas, asegura que “nuestra Revolución Bolivariana, 500 años después, reivindica el papel de las mujeres en la memoria histórica de Venezuela” colocando la estatua de Apacuana donde había estado la del león erguido, emblema de la ciudad de Santiago de León de Caracas por décadas.
Ideología ante todo
La magnitud de la debacle económica que experimenta Venezuela es difícil de cuantificar. La pobreza, el hambre, las enfermedades y la escasez se han convertido en una constante, forzando a la salida masiva de venezolanos hacia otros países. Aun así, la prioridad del Gobierno no es enfrentar la crisis y atender las necesidades básicas de la población. La prioridad sigue siendo política para garantizar la permanencia del chavismo en el poder, con una estrategia de largo plazo que subyace aun ante las acciones coyunturales que la dinámica impone.
Desde su llegada al poder, en 1999, Hugo Chávez dio los primeros pasos en esa dirección. Venezuela cambió de nombre para convertirse en la República Bolivariana de Venezuela, a tono con la revolución bolivariana que Chávez lideraba, un mecanismo que sirvió de trampolín al proceso y a la imposición de su modelo político.
La transformación se aceleró de inmediato con el cambio masivo de nombres de las instituciones y la modificación de íconos patrios, como el caballo blanco del escudo nacional (que fue retocado para ponerlo a mirar “hacia la izquierda”) y hasta la tradicional imagen de Simón Bolívar lograda por el registro pictórico de múltiples artistas, fue reemplaza por un rostro zambo (mestizo de negro e indio) que Hugo Chávez presentó al país para desmitificar al héroe.
Chávez quería impulsar una nueva identidad nacional “nuestroamericana” que, con la excusa de cortar el arraigo hispánico en la población, buscaba recrear la historia. En ese camino creó nuevas ediciones de libros de texto para los escolares donde mezcló la historia con la formación socialista. «Socialismo es la construcción del hombre nuevo», aseguraba.
Juan Barrero, quien fue alcalde de Caracas entre 2004 y 2008, es uno de los impulsores de la transformación de los íconos de la ciudad, incluyendo su aniversario, porque “tenemos que rebelarnos contra la historia impuesta por la oligarquía”.
En 2007, Chávez quiso propiciar un cambio de nombre para Caracas. En su fallida reforma constitucional intentó abrir espacio a un sistema de gobierno municipal a dos niveles y, con una ley especial, establecer la unidad político territorial de la ciudad de Caracas a llamar la Cuna de Bolívar y Reina del Waraira Repano. Pero este cambio no prosperó.
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Otro paso en esta decisión la dio Chávez en 2010, cuando decretó que el cerro Ávila, la emblemática montaña caraqueña, se llamaría Waraira Repano. “El cerro Ávila no se llamaba El Ávila se llamaba Waraira Repano, el nombre aborigen de los indios Caracas, que fueron los pobladores de ese valle con su cacique Guaicaipuro al frente”, afirmó.
No es de extrañar que con la nueva constitución que prepara Nicolás Maduro y que tratará de imponer a partir de 2019, cuando asuma un segundo mandato presidencial, busque profundizar estos cambios para seguir haciendo uso de la historia como herramienta política.