Reinaldo Iturbe (ALN).- El “centro de gobierno” del interinato en Venezuela, a cargo de Leopoldo López, y responsable de una buena parte de los errores de la oposición en los últimos años, se ha desplazado a España, conduciendo a la Administración de Juan Guaidó a un exilio forzoso casi absoluto que ha demostrado ser eficaz para el régimen y probadamente ineficaz para la oposición. El caso de López recuerda al llamado “Tribunal Supremo en el exilio”.
La crisis en Venezuela en lo económico sigue reventando por los cuatro costados. Nicolás Maduro, aferrado a la teoría del caos, se dedica a lo que mejor ha hecho desde que llegó al poder: sobrevivir. La permanencia del régimen en el poder ha costado de todo. Una diáspora de magnitudes bíblicas. Presos. Muertos. Y el hambre de 90% de los venezolanos, según estudios recientes. Pese a lo anterior, el chavismo gobernante ha contado con un par de factores que le han ayudado a subsistir: el aparente respaldo militar y los errores de la oposición.
Y dentro de los errores de la oposición, el más caro de ellos ha sido la venta de lo imposible. De la fantasía. De lo ineficaz. Sobre el tema hay ejemplos históricos. Pero el más reciente fue la designación, por parte del legítimo Parlamento, de un grupo de 13 magistrados principales del Tribunal Supremo de Justicia. La renovación del Supremo era un mandato constitucional. El Parlamento cumplió. Pero todo empezó a salirse de control cuando la dictadura persiguió a los designados hasta hacerlos fugarse del país.
Ya en el exterior, los magistrados se agruparon de manera virtual en el erróneamente denominado “Tribunal Supremo en el exilio”, asumiendo la representación de todo el Tribunal, cuando el Parlamento sólo había designado 13 de los 32 magistrados. Entonces lo que vino después no pudo detenerse: el supuesto Tribunal se dividió y sus sentencias fueron tan nulas como ineficaces en la práctica política y jurídica. Sentencias fueron y vinieron. Y en Venezuela nada ocurrió.
Hoy ya nadie recuerda a estos magistrados, pese a la legitimidad de su investidura. El error no fue designarlos magistrados, sino permitir que se atribuyeran facultad de máximo tribunal y que sus dictámenes fueran vendidos como una idea ejecutable en la práctica.
Tres años después, la historia parece repetirse, salvando ciertas distancias. Tras la fuga de Leopoldo López de la Embajada de España en Caracas hacia el exterior, lo que pareciera seguir en la agenda es una Administración que se reduce paulatinamente al exilio, con “centro de gobierno” incluido, y que preside Leopoldo López.
López, fundador de Voluntad Popular y jefe de Juan Guaidó, ha sido el artífice de buena parte de los errores cometidos por la oposición, como el de “La Salida” en 2014.
Ya en libertad, ahora enfrenta tres retos importantes:
-Seguir como jefe del centro de gobierno sin interferir en el liderazgo que Juan Guaidó ha ganado en 21 meses, pero evitando al tiempo caer en el más absoluto de los olvidos, como ocurre con los dirigentes que terminan exiliados.
-Evitar que el interinato termine convertido en algo igual o peor que el Tribunal Supremo en el exilio, del cual ya no queda ni rastro.
-Y enfrentar las desavenencias que contra el interinato existen en el que otrora fue su propio partido: Primero Justicia. Su dirigencia ha propuesto en el seno opositor rotar anualmente la vocería del interinato.
Si algo ha sabido aprovechar la dictadura de Nicolás Maduro, es justamente el exilio de la oposición toda. De sus militantes y dirigentes, incluyendo el ciudadano de a pie, tal como lo ha aprovechado el castrismo durante más de medio siglo.
Las fórmulas de “lo que sea” en el exilio han terminado siendo probadamente ineficaces para la oposición y una oportunidad que la dictadura no deja pasar por alto.