Juan Carlos Zapata (ALN).- Hay personajes tóxicos que no pueden estar cerca de ningún presidente. Hay personajes tóxicos con quienes los mandatarios no pueden retratarse. Una fotografía puede ser mortal. O al menos dañina. Tóxica. Le está ocurriendo a Juan Guaidó con las fotos que se tomó con unos presuntos paramilitares cuando cruzaba la frontera desde Venezuela hacia Colombia el 22 de febrero. El chavismo ha convertido este hecho en una causa con la que pretende acorralar a Guaidó. Afortunadamente, el presidente de la Asamblea Nacional y Presidente Encargado, aún está en la etapa en que los ataques no le hacen mella.
Por estos días, a propósito del caso Guaidó, un oficial de alto rango de la Fuerza Armada recordaba la vez en que a Hugo Chávez quiso acercársele un personaje tóxico. El personaje quería la foto. El personaje tenía un proyecto político en el estado Carabobo. El personaje aparecía como un empresario que con el chavismo había consolidado posiciones. El personaje tenía entrada en la gobernación del estado, al mundo militar, al alto poder chavista. Ese personaje manejaba una fundación social. Ese personaje se llama Walid Makled. Tiene casi una década preso en Caracas. Fue sentenciado por delitos de narcotráfico. Declaró manejar una fortuna de 1.000 millones de dólares.
El oficial que salvó a Chávez había viajado antes a Valencia. En lo que se llama la avanzada de seguridad. Entonces ya estaba al tanto de lo que se decía de Makled. Esa noche en el Fórum de Valencia, los Makled repartieron electrodomésticos para asegurar los votos para Abdala que ya estaba sentenciado. Después Chávez ordenaría al ministro de Interior, Tareck El Aissami que procediera contra Walid Makled.
El oficial formaba parte del anillo de seguridad de Hugo Chávez. Después llegó a ser general. Y es testigo directo de lo ocurrido en 2008 en un acto en Valencia, capital del estado Carabobo. El lugar estaba lleno, como todos los eventos que se organizaban para Chávez. Era a propósito de la campaña para gobernadores y alcaldes. Walid Makled estaba en su apogeo. Nadie podía imaginar el vendaval que estaba a punto de caerle encima. A nueve días de las elecciones, su hermano, Abdalá, candidato a la alcaldía, era detenido. En 2010, Walid sería detenido en Colombia. Sería señalado como un capo de factura internacional. Hasta ahora, el capo de la droga de mayor relieve que ha tenido Venezuela. Cuando cayó en Colombia, huyendo de quienes lo acusaban en Venezuela, señaló haber tenido nexos, haber financiado, haber pagado, a ministros, a altos oficiales, a gobernadores, diputados, a buena parte del poder chavista de ese momento. Se estaría en presencia del capo con protección oficial, desplazándose en vehículos oficiales del gobierno, del Estado, o con identificación militar, sorteando alcabalas, retenes, chequeos y revisiones. La DEA lo señala: pagaba a agentes policiales y a funcionarios de la Guardia Nacional. Pagaba a altos funcionarios para que los embarques por puertos y aeropuertos fueran una operación segura. El DAS lo apunta: había construido su propia ruta. Era el capo con acceso al alto poder. Mientras, su hermano se explayaba en las aspiraciones políticas.
Pero en la fecha de ese acto, Walid Makled era un hombre señalado. Estaba bajo sospecha. Bajo el foco. Se le seguían los pasos. En Carabobo el chavismo estaba enfrentado. Y Makled era pieza clave de ese enfrentamiento que se extendía hasta el chavismo militar. Y por ese tiempo de las elecciones a gobernadores, Chávez iba a respaldar a su candidato, Mario Silva. El sitio es un hervidero de entusiasmo. Chávez lo tiene todo consigo. Dinero. Poder. Salud. Popularidad. Todos quieren una foto con Chávez. Walid Makled también. Hay proyecto en torno a los hermanos Makled. Walid se acerca y este oficial, el hoy general, lo ve, lo reconoce, y le cierra el paso. Pero Makled insiste. Quiere la foto. Entonces, el oficial lo empuja, y el hombre, fuerte, robusto, está a punto de caer.
Chávez observa la escena, y como va en retirada, pues el acto termina, le reclama al oficial. No le reclama. Lo regaña. “Me armó un lío”. Así era Chávez. “Yo sólo atino decirle que no le convenía la foto con ese hombre”.
El régimen de Chávez resultó salpicado por el caso Makled. Los intereses cruzados eran muchos. Makled dijo que había aportado dos millones de dólares para la campaña del referéndum que contra Hugo Chávez promovió la oposición en 2004. Las revelaciones de Walid Makled van a poner en evidencia que por primera vez en Venezuela, parte de un gobierno, del poder político y militar, podía estar relacionada con un narcotraficante de escala internacional. Y Makled hablaba. Y hablaba tanto que Chávez tuvo que pedirle al presidente Juan Manuel Santos que facilitara la extradición a Caracas. Había que silenciar a Makled. Estaba hablando con la DEA, con el DAS de Colombia. Estaba declarando a los medios que el chavismo no podía controlar. Lo extraditaron y lo callaron. Lo condenaron en 2015 a 14 años aunque la Fiscalía General de Luisa Ortega Díaz pidió que se revisara la sentencia al no habérsele tomado en cuenta otros delitos.
Makled es un preso que goza de privilegios en la cárcel. Por aquellos nexos. Que son largos. Los privilegios alcanzan hasta el punto de que pueda colgar videos en Instagram, y atacar a los enemigos de Nicolás Maduro. Makled es un elemento de conexiones y estuvo cerca de esa foto. Hoy este general, aquel oficial del anillo de seguridad, se pregunta qué hubiera pasado de haber alcanzado el propósito de la fotografía. Qué tanto daño le hubiese causado a Chávez, a pesar de que a Chávez pocas cosas le hacían daño, como es el caso de Guaidó ahora. Jamás hubo pruebas de ningún nexo de Chávez con Makled. Apenas una carta protocolar del Despacho de la Presidencia a la Fundación Makled. La fotografía pudo haber marcado la diferencia. Y este oficial salvó a Chávez de esa imagen.
Ese oficial que hoy es general, se remonta en los años para compararlo con el caso Guaidó. Le faltó equipo, dice. Le faltó el hombre de confianza que le dijera, usted no puede tomarse una foto con esa gente aquí en la frontera. Le faltó el anillo que lo protegiera y manejara la situación. Ahora Diosdado Cabello ataca. Ahora Maduro ataca. El chavismo sabe que no hay relación entre Guaidó y los paramilitares de Los Rastrojos pero insiste que se investigue para acorralarlo, incomodarlo y desviar la atención de los problemas del país. Y todo por una fotografía.
Transcurridos los días, en el despacho del Palacio de Miraflores, Hugo Chávez revisa un informe de inteligencia que le han entregado sobre Walid Makled. Allí están las pruebas. El operativo que terminó con el decomiso de 400 kilos de cocaína en una finca propiedad de Makled. Allí están las fotos de los hermanos Makled. Hay un reporte del general Clíver Alcalá Cordones, jefe de la Brigada militar del estado Carabobo, enemigo jurado de Makled, y ahora enemigo de Maduro. Chávez pasa página por página. De pronto alza la vista y mira al oficial. Observa al hombre que lo salvó de la fotografía. No dice nada. Vuelve la vista al expediente, pero sonríe. El oficial, hoy general, tomó aquella sonrisa como una felicitación.