Sergio Dahbar (ALN).- Michael Karkoc, “la bestia de Chlaniów”, buscó reposo en Estados Unidos, se casó y tuvo seis hijos. A sus 98 años, fue reconocido como comandante de la Legión de Autodefensa Ucrania, que respondía a las sanguinarias SS de Hitler. Su caso despierta los recuerdos del mal. Tengo un recuerdo de infancia de esos que adquieren valor con el tiempo. Mi abuelo paterno, Simón, tenía una carpintería en el centro de la ciudad mediterránea de Córdoba, en Argentina, a 800 kilómetros de Buenos Aires. Ese fue uno de los territorios inolvidables de mi infancia. No me hice carpintero, pero nunca me abandonó el olor del aserrín.
Cuando mi abuelo no pudo seguir con el negocio familiar, lo asumió mi padre. Corrían los años 50 y en Argentina aparecieron inmigrantes que venían de una Europa devastada por la guerra.
En 1939 un submarino alemán llamado Graf Spee, que se había estacionado en aguas del Río de la Plata para atacar a los barcos de los aliados que se abastecían de carne, lana y cereales, fue bombardeado. Sufrió daños serios y aunque intentó apoyarse en el barco mercante alemán Tacoma, no pudo evadir la derrota.
Karkoc mató a civiles: hombres, mujeres, niños, poblaciones enteras
El capitán Hans Langsdorff subió a cubierta, se envolvió en la bandera de Alemania y se pegó un tiro. Parte de la tripulación (la que sobrevivió al bombardeo de la batalla con los aliados) ingresó en Argentina, permanecieron presos hasta que terminó la Segunda Guerra Mundial y luego algunos ingresaron en la vida civil argentina.
Uno de esos hombres, un excelente carpintero, se vino a trabajar con mi padre. Se llamaba Brighton. O por lo menos mi padre se refería a él como Brighton. Recuerdo que era para mi incrédula infancia un enigma insondable. Un submarino. Una batalla naval. Un capitán que se inmolaba. Unos presos que debían esperar el fin de la guerra. El sinónimo de una aventura infinita.
Brighton se casó con una argentina, tuvo muchos hijos rubios como el sol y nunca perdió el acento alemán que convertía su castellano en un idioma severo y áspero. Nunca supe cuándo murió, ni qué ocurrió con sus hijos. Pero tardé en entender que mi padre reconocía que Brighton era otro inmigrante que buscaba el sosiego después de la guerra. Y que merecía una oportunidad.
Devoto de Dios y enemigo del comunismo
Las SS de Hitler cometieron las peores atrocidades durante la Segunda Guerra Mundial / Flickr: RV1864
Ayer, cuando leía la noticia de un anciano carpintero de Minnesota, Michael Karkoc, de 98 años, quien ha sido identificado por las autoridades polacas como un terrible comandante nazi que se escondió en Estados Unidos, sentí que mi infancia se me venía encima.
No porque pudiera equiparar a Brighton con Karkoc: uno, era un soldado de bajísimo rango militar; el otro, mató a civiles: hombres, mujeres, niños; poblaciones enteras. Uno, estuvo preso. El otro, huyó y se mimetizó como un hombre común de una comunidad apacible. Devoto de Dios y enemigo del comunismo.
Michael Karkoc, “la bestia de Chlaniów” (en Polonia), buscó reposo en Minnesota, se casó y tuvo seis hijos. A sus 98 años, aparentemente enfermo de Alzheimer, ha sido reconocido como el comandante de la Legión de Autodefensa Ucrania, que respondían a las sanguinarias SS de Hitler.
En su comunidad de Minnesota aseguran que este hombre católico odiaba a la Unión Soviética y fue un enemigo del comunismo.
Sentí entonces el mismo desconcierto que en 1998, cuando vi la película de Brian Singer, El aprendiz, basada en la novela de Stephen King, Apt Pupil, sobre un joven estudiante de bachillerato obsesionado con los nazis que descubre en su vecindario a un exoficial con un prontuario de horror en la Segunda Guerra Mundial que logró escabullirse ante las autoridades y hacerse pasar por un ciudadano americano más.
Karkok huyó y se mimetizó como un hombre común de una comunidad apacible
En la ficción de King y Singer, el joven psicópata (muy bien interpretado por Brad Renfro) chantajea al nazi (Ian McKellen) para que le enseñe a caminar como los soldados de las SS, para que le cuente cómo era la cotidianidad de las muertes en los hornos. El final es escalofriante porque muestra el horror que se esconde en los apacibles suburbios americanos.
Sergio Dahbar es escritor, periodista y editor nacido en Córdoba, Argentina.
La literatura y el cine no han hecho otra cosa que registrar verdades que andan sueltas en la realidad. En este caso de Minnesota pareciera llegar tarde la justicia, cuando este hombre ha perdido -según alegan sus familiares- la razón y no recuerda ya nada. Las autoridades de todas maneras están empeñadas en interrogarlo en territorio polaco y piden la revisión de su estado de salud por parte de médicos independientes.
No tengo idea de qué ocurrirá con sus últimos años de vida. Cometió atrocidades y ya no hay manera de repararlas. Entiendo que las autoridades polacas quieran enfrentarlo con la justicia de ese país. El espanto a veces puede salirse con la suya.