(EFE).- Cuando llueve cae más agua de la normal y cuando llega un periodo seco dura más tiempo del habitual: la irregularidad en las precipitaciones a consecuencia del cambio climático no es cosa del futuro, sino una realidad que empeora a un ritmo de un 1,2 % por década, especialmente en Europa, Australia y Norteamérica.
Así lo pone de manifiesto un estudio conjunto del Instituto de Física Atmosférica de la Academia China de Ciencias, la Universidad de esa misma academia y de la Oficina Meteorológica del Reino Unido.
El estudio, resultado de pruebas observacionales sistematizadas, muestra un aumento sistemático de la variabilidad de las precipitaciones desde el año 1.900 hasta la actual década tanto a escala global como regional, a diario y de forma estacional.
Los datos indican que la irregularidad de las precipitaciones ha aumentado desde el siglo XX en el 75 % de las zonas terrestres estudiadas, sobre todo en Europa, Australia y el este de Norteamérica.
Además, la irregularidad diaria de las precipitaciones ha aumentado globalmente un 1,2 % por década, entendiendo por tal que las precipitaciones se distribuyen de forma más desigual a lo largo del tiempo, dando lugar a periodos húmedos más lluviosos de lo normal y a periodos secos más secos de lo habitual.
Llueve en un día lo que antiguamente en todo un año
«En algunos lugares puede llover lo que antes llovía durante todo un año en solo unos pocos días, y a continuación tener largos periodos de sequía seguidos de fuertes aguaceros, o alternar rápidamente entre sequía e inundaciones», sostiene uno de los autores, Zhou Tianjun, del Instituto de Física Atmosférica de la Academia China de Ciencias.
«Aunque los modelos climáticos prevén que estas irregularidades aumenten en el futuro debido al cambio climático, nuestro estudio confirma que venimos arrastrando este impacto del calentamiento desde el siglo pasado, y que está empeorando. El futuro que tanto nos preocupa ya está aquí», indica.
El investigador no tiene duda de cuál es la causa: «La mayor irregularidad de las precipitaciones se debe a las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, que han provocado una atmósfera más cálida y húmeda».
«Esto implica -añade- que, aunque la circulación atmosférica siga siendo la misma, la humedad adicional en el aire provoca episodios de lluvia más intensos y fluctuaciones más drásticas entre ellos».
Ante el previsible aumento de estos cambios abruptos en las precipitaciones el científico tiene clara la receta: «Necesitamos medidas adicionales de adaptación de las infraestructuras, las núcleos poblacionales y los ecosistemas».