Nelson Rivera (ALN).- En ‘La sociedad de la transparencia’, el filósofo coreano Byung-Chul Han advierte que, de la amenaza del Gran Hermano con poder ilimitado de vigilancia, podemos pasar a un mundo donde nos vigilemos unos a otros.
El auge de la corrupción tiene, entre muchas otras, esta consecuencia: la sociedad reclama transparencia. El amarillismo se alimenta de una necesidad semejante: verlo todo, conocer cada detalle de un crimen, de un conflicto o de cualquier tragedia. El sentido común nos dice: hay un vínculo entre morbo y transparencia. La transparencia se percibe como un beneficio, pero guarda también un complejo reverso.
A la intensa prédica a favor de la transparencia, Byung-Chul Han, filósofo coreano formado en Alemania, responde: La transparencia ha adquirido tal poder de coacción que tiene un carácter totalitario. El auge de la transparencia supone el destierro de la negatividad a favor del establecimiento de una sociedad positiva, donde todo sea conocido, exhibido, puesto en evidencia.
Han, autor del libro La sociedad de la transparencia, expone que en un mundo donde todo debe ser expuesto y despojado de sus secretos, se produce la liberación de las imágenes: desprovistas de profundidad, de elementos opacos, de zonas resguardadas al morboso apetito de los demás, se vuelven transparentes, inmediatas: la sociedad de la transparencia es la sociedad de la pornografía, la sociedad que borra la brecha entre la imagen y el ojo.
La sociedad de la transparencia es la sociedad de la pornografía, la sociedad que borra la brecha entre la imagen y el ojo
Al estado de transparencia contribuye el que todo tenga precio: nada mantiene su singularidad, todo puede ser comparado por su valor monetario. Se paga por las imágenes que exponen a otros.
El arrollador movimiento de la transparencia pasa por encima de los límites que deberían proteger lo personalísimo. Una vasta industria se dedica a exhibir en la vitrina pública lo que hubiese podido permanecer bajo resguardo. De hecho, lo que ahora se entiende como “intimidad” es justo lo contrario: mecanismo de conversión para que los asuntos privados se transformen en material que verter al incalculable torrente que circula por el mundo.
Desnudas, arrancadas de su velo, las imágenes han perdido la capacidad que tenían de ser leídas sólo hasta un límite. Ahora se exponen sin rubor. La sociedad pornográfica es, a un mismo tiempo, sociedad del espectáculo y sociedad sin vocación hermenéutica. Sociedad que puede prescindir de la interpretación, pero también de eros, porque donde todo está previamente expuesto ya no es posible la seducción.
Advierte Han en La sociedad de la transparencia que, de la amenaza del gran hermano con poder ilimitado de vigilancia, podemos pasar a un mundo donde nos vigilemos unos a otros. Donde todos seamos promotores de la liquidación de las fronteras que separan el adentro del afuera, entregados a una sociedad de panóptico ilimitado, de la que somos promotores y víctimas, a un mismo tiempo.