María Rodríguez (ALN).- Majestuosidad. Es lo que quiso reflejar el arquitecto mexicano Jaime Arena en la renovación del palacete madrileño que hoy alberga la Casa de México en España. “Quería ante todo que se viera un reflejo de la calidad de la arquitectura a la que puede llegar México”. El resultado es todo un éxito.
Jaime Arena es un reputado arquitecto mexicano, especializado en la remodelación de casas residenciales de 1.000 metros cuadrados, 2.000 y hasta más de 3.000 metros cuadrados de superficie. Hace unos dos años, un equipo de la Fundación Casa de México en España le contactó. Querían que presentase una propuesta para la reforma de un palacete en Madrid. Había cuatro o cinco aspirantes. Todos mexicanos. El vencedor se convertiría en el arquitecto de la Casa de México en España. “Gané”, subraya pletórico Arena en esta entrevista al diario ALnavío.
“Quería ante todo que se viera un reflejo de la calidad de la arquitectura a la que puede llegar México. Me dicen que esta Casa es elegantísima y eso me encanta. Es lo que siempre quise para este edificio”, subraya el arquitecto.
Arena quería que en esta Casa “todo fuese neutro, limpio, elegante. Que luciera todo el arte mexicano que se iba a exponer”
¿Cómo estaba cuando vino a verlo para preparar el anteproyecto? “Deshecho. Sólo permanecen como tal las escaleras principales”, detalla. El resultado es pura magia, un milagro tal vez. Eso sí, “había que respetar mucho la estructura del edificio. Lo que hice fue más bien adecuar todos los espacios existentes a lo que se requería”, afirma. Y es que la Casa de México en España debía albergar salas de exposiciones, una de cine, un espacio para un restaurante, tienda, librería y oficinas.
Arena quería que en esta Casa “todo fuese neutro, limpio, elegante. Que luciera todo el arte mexicano que se iba a exponer”. De ahí que prevalezca el color blanco en prácticamente todas las estancias.
Diseñó el anteproyecto en tres meses. Una vez elegida su idea, la remodelación se realizó en año y medio. Dos o tres semanas antes de la inauguración, el 1 de octubre, “pensaba que no lo iban a entregar nunca”. La presión “era durísima”, recuerda. Pero llegaron y triunfaron. “Estoy muy orgulloso del resultado. Súper orgulloso de haber hecho esto”, subraya animado.
Pero de lo que se enorgullece especialmente es de los espacios creados en los pasillos. “Pasillos muy anchos, con puertotas, todo majestuoso. Eso es lo mejor. En estos pasillos me reflejo a mí mismo. Es mi estilo”, destaca Arena.
Líneas rojas superadas
El Ayuntamiento de Madrid, quien cedió el palacete a la Fundación para albergar la Casa de México, marcó determinadas líneas rojas. La fachada fue una de ellas, por la antigüedad del edificio (de principios del siglo XX), pero también detalles del interior que Arena fue solventando sobre la marcha. Como por ejemplo, las puertas de varias salas. “Las subí a la planta de oficinas, y las pinté de verde (eran marrones) para darle un toque mexicano”.
Si tiene que definir la Casa en una palabra lo tiene sencillo: “Majestuosidad”. Subraya que esta Casa recuerda a “las haciendas de México de techos altísimos y puertas también muy altas, macizas y majestuosas, con un grosor importante. Que se vea la veta de la madera”. Ese es el sello Arena y en la inauguración mucha gente lo apreció. “Me decían: ‘está clarísimo que esto lo hiciste tú’. Tengo un estilo”, afirma. Y hoy ese estilo también es parte de la Casa de México en España.