Sergio Dahbar (ALN).- Aunque se pudo dedicar a construir los edificios más espectaculares, Alejandro Aravena les cambió la vida a miles de familias sin recursos en Chile.
Alejandro Aravena, nacido en Chile en 1967, es un arquitecto que se parece a pocos. Forma parte de una camada de profesionales que han cambiado el paisaje de ese estrecho país austral: Cecilia Puga, Sebastián Irarrazaval, Pezo von Ellrichshausen, Mathias Klotz, Teresa Moller y Smiljan Radic (“el mejor de todos”, confirma Aravena).
En 2016 ganó el Nobel de la arquitectura, el prestigioso Premio Pritzker. Ese mismo año fue el curador de la Bienal de Arquitectura de Venecia. En su carpeta de servicios se acumulan centros de enseñanza, edificios públicos, empresas, museos y viviendas populares, sector en el que destacan sus proyectos de contenido social. A finales de 2005, la Universidad de Harvard organizó una retrospectiva memorable de su trabajo.
En París ofreció la conferencia inaugural sobre la ciudad sustentable, organizada por el Instituto de las Américas, la Agencia Francesa para el Desarrollo y la Fundación Unión Europea-América Latina.
Alejandro Aravena desarrolló, desde su estudio, Elemental, un sistema de casas para gente sin recursos. Pero evitó partir desde donde arrancan los populistas
¿Por qué es relevante Alejandro Aravena? Según un estudio elaborado por ONU-Habitat, cerca del 90% de los latinoamericanos vivirán en ciudades en 2020. Panorama complejo y desafiante para los gobiernos, no sólo en materia de urbanismo, sino de orden social. Para este arquitecto chileno tímido y retraído ese desafío es una oportunidad que no se puede perder.
Aravena suele citar al juez liberal de la Corte Suprema de EEUU Stephen Breyer, jurado del Pritzker, para explicar qué es lo que lo motiva. Breyer preguntaría: “¿Un edificio hace lo que el cliente quiere? ¿Entiendo mejor la condición humana a partir de este edificio?”. Lo Barnechea es un barrio pobre de Santiago de Chile, cerca de un vecindario más lujoso, donde las viviendas sociales reemplazaron chozas de cartón y hojalata. Hoy más de 500 familias habitan en ese sector, en lugar de haberlas condenado a la periferia de la capital, como era usual en el pasado.
¿Cómo era la rutina de la gente que en el pasado vivía en casas de cartón? Se bañaban a la intemperie en el patio trasero y dormían en un catre. En los baños que diseña Aravena cabe una bañera. En los dormitorios, camas queen size… Los primeros que llegaron a habitar esas casas miraban los espacios y decían: “como en las películas”. Para Aravena esa frase es sinónimo de un sueño cumplido. “Puedes responder a las necesidades, pero la gente aún tiene deseos”.
El caso de Alejandro Aravena debe ser tomado en cuenta porque pertenece al grupo de las propuestas relevantes: hacía tiempo que un auténtico arquitecto mediático y starsystem, validado por las mejores academias del planeta y por reconocimientos extremadamente sofisticados, no ponía en la agenda pública el tema de la vivienda para pobres.
Aravena tiene 51 años. Estudió arquitectura en la Universidad Católica Andrés Bello, de Santiago. Luego viajó a Italia y realizó estudios de posgrado en teoría e historia en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia (1992-1993) y fue profesor visitante en Harvard (2000-2005).
Su trabajo ha sido premiado con el León de Plata XI Bienal de Venecia y reconocido por la Erich Schelling Architecture Medal (2006), el Mies van der Rohe Award (2000), el Iakhov Chernikhov Prize (2008) y el Global Award for Sustainable Architecture (2008).
No cabe duda que se trata de uno de los profesionales jóvenes latinoamericanos más destacados del planeta. Fue escogido por la revista británica Monocle como una de las 20 personas que luchan por un mundo mejor.
El proyecto Elemental
Alejandro Aravena desarrolló, desde su estudio, Elemental, un sistema de casas para gente sin recursos. Pero evitó partir desde donde arrancan los populistas que nos quieren hacer creer que les interesa el pueblo: no pensó en bloques insufribles y asfixiantes, ni en colonias periféricas que terminan convirtiéndose en mataderos de mafias.
El proyecto es tan sencillo que parece imposible: cada casa de 40 metros cuesta 10.000 dólares. El acento está puesto en que debe estar ubicada en una zona que se valore y permita el ascenso social de la gente que vive allí. Y además puede multiplicarse el espacio: de 40 a 80 metros, para crecer y convertir esa propiedad en una inversión.
Leamos a Aravena: “Cuando tú tienes que contestar una pregunta como la de la vivienda social, donde te piden precisión y no espectacularidad, donde te piden irreductibilidad más que despliegue de medios, ahí es donde digo ‘seamos relevantes’. Esto explica que la vivienda social no forme parte de lo que los arquitectos hacen para llegar al Pritzker o al Croquis”, dos referencias fundamentales para los arquitectos del planeta.
El proyecto Elemental (Doing Tank) está asociado a la Universidad Católica y a la Compañía de Petróleos de Chile (Copec). Ya ha desarrollado viviendas de interés social en diferentes zonas de Chile: Iquique, Renca y Lo Espejo. Y ha sido contactado por los gobiernos de Perú, Colombia y México para comenzar a reproducir su modelo de trabajo.
Aravena le ofrece futuro a gente que no tiene presente. Eso vale oro. Es uno de los temas esenciales de la actualidad y cualquier agenda que tenga los pies en la tierra en América Latina debe incluir este pensamiento.
Hacía tiempo que un auténtico arquitecto mediático y starsystem, validado por las mejores academias del planeta, no ponía en la agenda pública el tema de la vivienda para pobres
Eso tiene en la cabeza Alejandro Aravena, un tipo tímido, que busca pasar desapercibido y que es feliz cuando advierte que le cambia la vida a la gente que no tiene dónde vivir.
Sin estridencias. Sin populismo barato. Con inteligencia. Lejos de las pajareras que suelen desarrollar los gobiernos populistas. En su vida privada resulta más importante la calidad de vida que el lujo. Por eso vive alquilado en una vivienda que queda a la distancia de una canción de su oficina.
Aravena dixit. “La escasez de recursos obliga a la abundancia de sentido. Mientras que una abundancia de recursos puede llevar a una escasez de sentido: a hacer las cosas simplemente porque puedes”. El que quiera oír que oiga.
De personalidad tímida, Aravena busca pasar desapercibido. “¿Control de calidad? El mecanismo que utilizamos en los proyectos de vivienda es preguntarnos si nosotros viviríamos allí. Si la respuesta es no, entonces no lo hacemos. Nuestras viviendas sociales no están completadas, pero permiten prosperar y tienen un estándar de clase media”.
A este arquitecto singular le gustan las analogías. “Nadar es algo que haces sólo si el agua está tranquila. Surfear es montar una ola que es mucho más poderosa que tú, pero, si lo logras, también es mucho mejor que nadar. No estoy seguro de que una casa privada sea interesante como arquitectura, porque es la visión del cliente o del arquitecto. Una escuela o un proyecto público de viviendas opera en un espacio más complejo donde todo es negociable; pienso que eso lo vuelve más creativo, más difícil, más desafiante para un arquitecto y también más gratificante”. Ese es Aravena.