Pedro Benítez (ALN).- Los presidente Xi Jinping, Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdoğan parecen interesados en mantener a Nicolás Maduro dentro del club mundial de mandatarios autoritarios. Pero como ya ha comprobado Xi, (y lo apreciará el presidente turco dentro de poco), eso no será gratis. Los gobiernos de China y Rusia dan su apoyo al régimen chavista como una manera de desafiar a Estados Unidos en el Mar Caribe, pero sin obtener a cambio un beneficio económico importante. Por el contrario, Venezuela le debe 45.000 millones de dólares a China que no puede pagar. El autoritarismo sale caro.
En su reciente vista a Caracas, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, habló del inicio de una colaboración “sostenible” y “diversificada” entre su país y Venezuela. El controversial mandatario turco no solo declaró su apoyo político a Nicolás Maduro, además aseguró que esta es la oportunidad de desarrollar “negocios” mutuos en los que Turquía podría convertirse en un importante proveedor de Venezuela, al mismo tiempo que encuentra oportunidades de inversión dentro del país. De paso Erdogan, con una deriva cada vez más autoritaria, estrecha vínculos con este aliado en el mundo y Maduro demuestra que no está tan aislado.
Sin embargo, la relación entre Turquía y Venezuela, donde se mezclarían intereses políticos y económicos, promete repetir la misma historia de Caracas con China y Rusia desde haces tres lustros. Numerosas promesas, incontable cantidad de acuerdos mutuos, muchas deudas por parte de Venezuela y escasos resultados.
Los malos negocios de china en el mundo
Venezuela no es el único caso de este tipo de malos negocios de China en el mundo. De hecho, un importante número de medios internacionales especializados en temas económicos han publicado trabajos acerca de las inversiones realizadas por empresas y bancos estatales chinos en países de África que tienen en común ser pobres y tener gobiernos autoritarios y corruptos.
Como en el caso de China la estatal PDVSA ha tenido problemas para honrar esos compromisos. Al punto de llevar al Presidente ejecutivo de la petrolera rusa Rosneft, Igor Sechin, a presentar personalmente reclamos en Caracas por los retrasos en los envíos de crudo comprometidos en pagar los préstamos, tal como lo informaron la agencia Reuters y medios venezolanos la semana pasada.
En lo que va de siglo la República Popular China ha inyectado más de 124.000 millones de dólares en varios países de África, bien sea en inversiones directas o en préstamos a cambio de materias primas.
Así por ejemplo, las empresas estatales chinas están ayudando a construir represas hidroeléctricas en Sudán y nuevos ferrocarriles en Nigeria y Etiopía.
No obstante, estas mismas fuentes indican que esas inversiones están lejos de ser eficientes. Más de la mitad de esos proyectos de infraestructura tienen un bajo rendimiento, y han perjudicado en lugar de impulsar el crecimiento, dejando una enorme carga de la deuda para la economía tanto de los países receptores…como de la misma China.
Buena parte de esos recursos se han desviado de los proyectos iniciales a los bolsillos de funcionarios inescrupulosos de los países destinatarios.
Aunque el gobierno de Pekín ha expresado su determinación de ser más prudente en este aspecto, no obstante, ofreció este año otros 60.000 millones de dólares destinados a cancelar las deudas de algunas naciones africanas pobres, en ocasiones con la propia China.
Mientras tanto la deuda de la propia China se ha elevado hasta un 260% de su PIB. Son cada vez más los analistas que coinciden que el acelerado endeudamiento lleva a un peligroso camino, recorrido que se inició con la crisis de 2008 “hasta situarse en torno a un 30% por encima de la japonesa, europea o estadounidense”.
Y no falta quien advierta que esta situación implica, incluso, un grave riesgo para la economía global.
El hombre que levantó una gran fortuna haciendo reír a Chávez
De modo que mientras por un lado las empresas y bancos estatales chinos hacen enormes préstamos o inversiones con posibilidades de retorno dudosas, por la otra Pekín se va a endeudando para sostener su propio ritmo de crecimiento.
Por otro lado, el apoyo del gobierno chino a regímenes autoritarios ha venido alimentando una mala imagen entre los países más desarrollados del mundo, grupo al que China aspira a entrar en plan de igualdad y que de paso son los principales clientes de sus productos. Ser parte del club de los países desarrollados tiene un precio.
Venezuela, otro mal negocio para China
La Venezuela de Nicolás Maduro es parte de este relato. Desde hace por lo menos una década el gobierno chino ha prestado por medio del denominado Fondo Conjunto China-Venezuela (el Fondo Chino) 60.000 millones de dólares a Caracas. Para asegurar el retorno de esos préstamos los funcionarios chinos establecieron como condición que se les cancelara con envíos de petróleo. Hasta 500.000 barriles al día se ha estimado la magnitud del suministro petrolero venezolano a China destinado a amortizar esas deudas.
Además, tanto el expresidente Hugo Chávez como su sucesor Nicolás Maduro le entregaron importantes concesiones mineras y de yacimientos de crudo a empresas del gigante asiático. La Corporación Nacional de Petróleo de China, (CNPC), Sinopec (que opera principalmente en las áreas de refinación y petroquímica) y Petrochina Internacional, se han hecho desde entonces socias de Petróleos de Venezuela.
Sin embargo, esos préstamos no han podido evitar la crisis de las finanzas públicas venezolanas, ni esas inversiones han ayudado a revertir la caída de la producción petrolera. Hasta el punto que desde 2016 el Banco Nacional de Desarrollo de China (encargado de manejar el fondo conjunto entre los dos países) se ha negado a otorgar nuevos créditos.
Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), en junio la producción de petróleo venezolano cayó a 1,36 millones de barriles por día. A Venezuela cada vez le queda menos margen para cancelar compromisos con petróleo.
Las dificultades a la hora de ejecutar los proyectos acordados han sido continuas. En diciembre de 2017, Financial Times informó de una demanda que Sinopec presentó ante un tribunal estadounidense por el incumplimiento de contrato por parte de PDVSA.
Por lo tanto, no debe extrañar que el “crédito especial” de 5.000 millones de dólares por parte de Banco Nacional de Desarrollo de China, que anunciara el ministro de Economía y Finanzas de Venezuela, Simón Zerpa, el pasado martes 3 de julio no se haya concretado.
El destino de los negocios con Rusia
La historia de las relaciones económicas del régimen de Maduro con la Rusia de Vladimir Putin no es muy distinta, aunque de magnitudes inferiores. Hasta ahora las dos partes aseguran que Rusia le ha prestado 17.000 millones de dólares a Venezuela desde 2006.
Como en el caso de China la estatal PDVSA ha tenido problemas para honrar esos compromisos. Al punto de llevar al Presidente ejecutivo de la petrolera rusa Rosneft, Igor Sechin, a presentar personalmente reclamos en Caracas por los retrasos en los envíos de crudo comprometidos en pagar los préstamos, tal como lo informaron la agencia Reuters y medios venezolanos la semana pasada.
Eso, sin embargo, no le ha impedido a Maduro viajar nuevamente a Moscú para extender la mano solicitando nuevos créditos escondidos bajo la retórica de proyectos de inversión conjuntos.
Corre Maduro, porque Putin te puede regañar
La zanahoria que una y otra vez exhibe ante sus contrapartes de Pekín y Moscú son los enormes y al parecer inagotables recursos naturales de Venezuela. Pero es evidente que hay algo en el modelo económico implantado por el chavismo que ha impedido transformar ese potencial en rendimiento económico. Por el contrario, el país se ha convertido en un barril sin fondo para sus prestamistas.
Es ese populismo-socialista que Nicolás Maduro no ha podido, no ha querido o no ha sabido cambiar.
Uno de los factores principales que caracterizan ese modelo es la corrupción. Los socios y aliados chinos y rusos son testigos de primera mano de la insaciable voracidad de los funcionarios chavistas. A medida que las condiciones de vida del país han descendido este problema se ha generalizado a todos los niveles haciéndolo incontrolable.
Los funcionarios de las estatales rusas y chinas saben (o deberían saber) que buena parte de los recursos que le inyecten hoy a Venezuela irán a parar a las cuestas personales de los jerarcas del régimen, tal como pasó durante el gran auge petrolero de la era Chávez con personajes, boliburgueses, hoy sometidos a la justicia como Alejandro Andrade (exTesorero Nacional) o Diego Salazar excontratista de seguros de PDVSA e intermediario de negocios con empresas chinas.
Por otro lado, la ejecuciones de proyectos de inversión son permanente obstaculizados por la “pequeña corrupción” de los funcionarios civiles, militares y policiales que exigen una “mordida” de parte de la torta. Además, están la inseguridad, la hiperinflación y los continuos cortes de servicio eléctrico o de otros servicios básicos que hoy caracterizan a Venezuela.
Esta es la consecuencia directa de la destrucción institucional a la que el país ha sido sometido por el chavismo. Exactamente lo mismo que las autoridades chinas observan (y padecen) en sus negocios con varios gobiernos africanos.
Ejemplos prácticos de cómo el autoritarismo sale caro.
Por supuesto, no hay que ser muy ingenuo para no descartar la posibilidad de que el factor corrupción dentro de China y Rusia haya establecido comunidad de intereses con los jerarcas chavistas.
Otro elemento de una dinámica que lleva a sus respectivos países a perder-perder.
Esto es lo que el presidente de Turquía Recep Tayyip Erdoğan va comprobar en menos tiempo de lo que nos imaginamos.